》Capítulo 17

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Mis pasos eran inseguros, torpes, descuidados... nerviosos. Guiaba a Castiel por el pasillo quien estaba sujetado a mi mano con fuerza. Temblaba igual que yo. Todo estaba oscuro, no me atrevía a encender la luz por más que quisiera ver su rostro. Con mi mano libre fui tocando  la pared hasta llegar a la perilla de la primera puerta. Le di vuelta y sin pensarlo mucho; entré.

Me quedé quieta, meditando si quería que esto pasara o no. ¡Claro que quería!. Mi nerviosismo lo comprobaba. Dejé salir el aire de mis pulmones, en un intento de tranqulizarme. Lo cual hallo imposible ya que esto es una total locura. Aún no soltaba mi mano, y caminé un poco hasta llegar al filo de la cama. Con un movimiento, le indiqué tomara asiento ahí.

Eso hizo.

Llevé un mechón de mi cabello detrás de mi oreja, suspiré colocándome al frente de Castiel. Quien, estando sentado, alzó la cabeza para mirarme. Me agaché un poco para tomar sus manos y colocarlas en mi cintura. No titubeó. Así fue como me senté en su regazo y acerqué mi rostro al de él. Sonreí, rozando mis labios con los suyos. Quizás torturándolo un poco. Oí un jadeo de su parte y me besó. Me sorprendí ante su valentía.

Era un beso apasionado, expectivo por más. Tan distinto a lo que estábamos acostumbrados que me embriagó por completo con su dulce sabor. Abrí un poco mi boca cuando sentí sus fríos dedos metiéndose debajo de la tela de mi camisa, rozando mi piel. Yo procuré hacer lo mismo. Nunca dejé de besarlo, y nos separábamos por falta de oxígeno. Fue entonces cuando bajó sus besos desde mi mentón hasta mi cuello. Eran húmedos. Tiernos. Delicados. Me nublaba la vista tanto ciudado de su parte. Fue cuando decidí rozar la punta de mi lengua y, gustoso, me dio permiso. Así comenzó un baile que no parecía tener fin y que me aceleraba el pulso de manera extraordinaria.

Llevé mi mano a su cabello, despienándolo mientras devoraba mi cuello. Alcé las manos para que me quitara la camisa y así lo hizo, pude ver un enrojecimiento de su parte cuando quedé en sostén. Me dio verguenza, eran blancos con corazones rojos. Vi una sonrisa en sus labios, dejando ver una perfecta hilera de dientes blancos. Fui subiendo mis manos debajo de su camisa, tocando cada parte de su pecho.

A ésta altura no reconocía mi temperatura corporal.

Quise acelerar un poco el paso. Moviendo mis caderas de un lado a otro, sintiendo el suspirar de él contra la piel de mis hombros. Reí nerviosa. Y en un movimiento brusco, Castiel cambió de posición colocándose encima de mí. Empequeñeciéndome. Colocó sus manos a los lados de mi cabeza y comenzó a besar la piel que sobresalía de mis senos. Su mano estaba en mi espalada acariciándola y con una sonrisa tímida me indicó que me quitara el sostén.

Así lo hice. Con algo de dificultad.

Mordí mis labios, con miedo a romperlos. Pero la sensación de mis senos dentro de la boca de Castiel simplemente era extravagante. Mordí su hombro repetidas veces.

Jadeos. Gemidos. Suspiros. Sólo la habitación sabía lo que ocurría esa noche.

La ropa pareció volar, no comprendía el momento en que sólo las bragas tapaban mi cuerpo. Mis ojos estaban cerrados, disfrutando de la sensación que me daban los toques que Castiel daba a mi cuerpo. Mis piernas estaban flexionadas. Miré hacia abajo, encontrándome con su rostro ahuecado en el medio de mis muslos. Jalaba las sábanas, sintiendo que podría romperlas. Llevé mi mano a mis labios, intentando acallar esos sonidos vergonzosos que salían de mi boca.

—  C-Castiel... — soltaba entre suspiros.

Sus uñas se clavaban en mis muslos , y se disculpaba cada vez que lo hacía, de manera tan tierna que me hacía sonreír en medio de me laguna mental. Repetía una y otra vez lo hermosa que era, pero estaba tan muda que no le respondí. Su lengua estaba dentro de mí, la movía en círculos vacilando. Por supuesto, en un momento tuve que tomarle del cabello empujando su rostro hacia mi entrada. Quería más, necesitaba más. Lo guié con mi mano. Mis paredes húmedas combinadas con su lengua tibia que comenzó a vibrar en una táctica mágica me hacía encorvarme. Y lo sentí, la corriente recorrer todo mi cuerpo. El sudor frío en mi espalda baja. Mis labios se entrabieron, al sentir un dedo que salía y entraba de mí, su respiración tibia me deleitaba. De mi boca salió un penoso gemido, al senti mi interior palpitar por el exquisito orgasmo. Cuando terminó allá abajo, subió tomando mis piernas. Vi que en su boca aú había líquido e intentó limpiarlo. Enrollé las mismas en su cadera, sintiendo un bulto rozándome que sin dudas me robó  aliento.

Ángel©[Bill Skarsgård]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora