Lo que siento por ti

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Me desperté como si hubiera tenido la peor de las pesadillas. Estaba todo empapado de sudor. Me ubiqué rápidamente al notar que estaba en un mueble y ver que me encontraba en la sala de estar de la casa de mi madre. Puesto que, ya se había divorciado de mi padre. Me fijé en el centro de mesa, una decoración que mi madre amaba bastante, y a la vez, lo hacía yo, pues fue un regalo que le habían hecho a mi madre el día de las madres, un regalo hecho por Tatiana.

Entendí que me encontraba en la época de mi noviazgo con ella, ya que ese centro de mesa lo tiré una vez terminé con ella. Me atormentaba continuamente sólo verlo cada vez que me dirigía hasta la sala de estar. Por tanto, en un momento de ira ciega lo arrojé al zafacón.

Al contrario del sueño que tuve dónde era pequeño, en este sabía que estaba soñando. Lo supe desde un principio, pero extrañamente no quería despertar nunca, y quedarme ahí, en aquel tiempo cuando experimenté la verdadera felicidad. El tiempo cuando estuve con Tatiana.

Me incorporé y fuí con paso lento hasta la cocina donde ví a mi madre preparando unos macarrones con queso mientras relucía de una sonrisa contagiosa en el rostro. En aquel entonces me llevaba mucho mejor con mamá, justo después de que se alejó de papá. Todo por razón de abuso intrafamiliar. Costó que mi madre se dígnara a alejarse de él, pero con empeño de mi hermano y yo logramos darle fuerzas para que reconstruyera su vida sin él.

Me acerqué por detrás y la abracé con todas mis fuerzas, pues no sabía cuándo iba a despertar, y hacía ya mucho tiempo de la última vez que había compartido un momento de cariño con mamá. Hacía ya bastante de la última vez que la abracé. Por razón de que violenté contra la decoración del centro de mesa y en elevado tono le dije muchas cosas horribles. Desquité con ella mi frustración, una culpa intrínseca que ella no compartía. No llevaba culpa alguna de mí situación. Protagonizando así uno de los mayores arrepentimientos de mi vida, uno de los nudos que llevo atados al corazón.

Mi madre se mostró confusa ante mi actitud tan acalorada hacía ella tan de repente.
-Y tú tan cariñoso repentinamente. ¿Qué te picó? Es que acaso, ¿Quieres dinero?
-No es nada, mamá. Tan sólo que te amo. Gracias por siempre haber estado ahí, por tu apoyo, por soportarme, por quererme incondicionalmente.
-Oh! Querido. Soy tu madre, siempre te querré. Te aguanté 9 meses; 18 años no es la gran cosa.

La alegría que me invadió estuvo a punto de crear en mí un mar de lágrimas de felicidad, pero lo evité. Sea o no un sueño, el increíble parecido a mi madre no lo ponía en duda. Pero lo que más me asombraba era que no le había dicho tales palabras a mi madre antes, así que, nunca tendría constancia de su reacción.

Un toque en la puerta captó nuestra atención. Mi madre rápidamente me dijo que atendiera a ver quién podría ser. Me aproximé a la puerta y sentí una enorme presión en el pecho en cuanto tomé el primer picaporte. No entendía que pasaba: ¿Estaba a punto de despertar? ¿Algo se había posado sobre mi cuerpo en la realidad? No supe cómo explicarme la situación. Ahí fue cuando la ví.

Di un giro al picaporte abriendo así la puerta, logrando mi asombro el ver a Tatiana allí parada con una sonrisa mientras con un saludo decía mi nombre. Estaba atontado ante la impresión del verla que no pude siquiera corresponder al saludo. "¿Qué pasa? Sé que te asombra mi belleza, pero no es para tanto".

Aquellas fueron sus palabras acompañadas de unas risas angelicales que hacían saltar mi corazón y que mis ojos desprendieran un brillo distinto. Una sonrisa que purificaba mi alma, mientras me hacía olvidar los problemas, y enfrentar las circunstancias más difíciles con palabras de aliento y apoyo ante todo. Esa clase de chica era Tatiana. Eso representaba en mi vida.

Entró sin más dejándome en la entrada de la puerta. Fue con prontitud a saludar a mi madre y darle las gracias por invitarla a comer. Fue cuando entendí que todo era parte del plan de mi madre para que pase más tiempo con Tatiana, y porqué no, si mi madre disfrutaba su compañía tanto como yo.

Se quedó en la cocina ayudando a mi madre en el desarrollo de la cena, los macarrones con queso. Pues, Tatiana hacia una salsa para acompañarlos que adoraba. Era sumamente exquisita, nadie lo ponía en duda. Me quedé todo el rato en el mueble en shock: ¿Qué debería de hacer? ¿Cómo debería actuar ahora? ¿Sé habrá sentido incómoda por mi actitud al recibirla?

Olvidé por unos instantes que todo era un sueño, que en cualquier momento podría despertar. Pensaba únicamente en disfrutar el momento; el que tenía con mi madre y con Tatiana. Cenamos. No le quité el ojo a Tatiana ni un sólo momento, tal cual que en ocasiones hacia bromas con mi forma de mirar, aprovechando ésto mamá para hacer mención de mi extraño que estaba ese día. Que eso me pasa por tomar largas siestas.

Una vez acabados de cenar y lavar los platos, mi madre se fue a su habitación dejándome con Tatiana en el mueble, la cual se recostó sobre mis hombros mientras daba mención de lo deliciosa que estaba la comida. Me preguntó qué me sucedía, pues no decía nada. Sí acaso hizo algo dando razón a que yo podría estar enojado.

No podía siquiera mirarla a los ojos. La culpa inundaba mi mente imposibilitando la claridad de mis pensamientos. Tatiana se acercó, tomando mi rostro desde mis mejillas. Me cuestionaba de sí quería decir algo, que lo dijera. Es mucho peor conservar lo que se quiere decir, pues, nunca se sabe cuándo se tendrá la oportunidad de decirlo nuevamente. A lo que seguía mostrándome indispuesto a hablar.

Mi madre salió de la habitación dirigiéndose a la cocina, desde la cual nos gritó que se había acabado el tiempo.

En ese momento Tatiana me sonrió, acompañando esa sonrisa con un beso. En ese momento se prendió una chispa. Mi cuerpo se llenó de tristeza, la cual liberé en llantos. La abracé fuerte, ella me correspondió el abrazo, a la vez en que pasaba sus manos por mis mejillas quitando las lágrimas. Me dijo que me amaba, y que siempre lo haría.

Se acercó y besó mi mejilla, mientras se despedía. En ese instante me dispuse a decir lo que sentía, pero todo se vió interrumpido por la aquella densa niebla oscura que arropó toda la casa. Ví como cubría a mi mamá y se detuvo en la cocina.

Tan solo quedó libre de la neblina la sala de estar. Tatiana se levantó y caminó hasta ella, extendí mi mano intentado agarrarla, gritando su nombre. En ese momento, abrí mis ojos y estaba en el sillón con lágrimas en los ojos, y con la mano extendida hacía arriba intentado agarrar algo.

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