Sustancia de perdón

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Con paso rápido fuí en busca de aquello que me requirió el sujeto del local. Mi mente aún se negaba a creer en supersticiones, pues todo parecía tan alejado de la realidad... Pero que otra opción tenía. No perdía nada por aventurarme a ver los resultados que se vieran productos del esfuerzo, o al menos así lo consideraba.

Tenía el teléfono al alcance, así que llamé a prisas a Rick, esperando que conteste con prontitud. Tan solo hubo una corta espera desde el momento que marque, hasta que fue recibida la llamada.

—Oye, man. Dónde te has metido?
—Después te explico, por ahora dirígete a la entrada de la universidad. Es hora de cerrar este embrollo.
—De qué cojones hablas?
—Te dije que te explicaría después. Tú solo ve!
—Mmm, pos vale. No hace falta alterarse. Nos vemos allá.

Ya tenía un factor clave, ahora solo me faltaba el que para mí era el más difícil; hablar con Tatiana. Cómo le iba a decir que la necesitaba, con qué palabras explicas algo tan extraño... Mi mente se nublo ante las posibilidades sin poder escoger una. —Ni siquiera tengo su número. Cómo la voy a contactar—. En ese momento como si mi vida fuera iluminada por el mismísimo sol en plena noche llena de neblina me invadió el pensamiento de un lugar, la biblioteca. No había seguridad de que estuviera ahí, era poco probable, pero no tenía otro punto de referencia en el cual pudiera encontrarla.

Me dirigí hacia la biblioteca, pues, qué otro lugar tenía, y ahí estaba, reluciente, bella, siempre entregada en su búsqueda de saber más. Desde que la conozco ha sido muy apegada a los libros de historia, y según veía la portada del libro que la tenía totalmente concentrada, siempre seguirá siendo así. Me acerqué con paso ligero, y me dirigí hacia una de las estanterías que se encontraban detrás de ella, aparentaba buscar un libro mientras pensaba en alguna excusa para acercarme y hablarle.

Escogí un libro que hablaba sobre el imperio Azteca, y me acerqué a ella ocupando un asiento a su lado.

—Es increíble cómo estas personas lograban ver las estrellas y hacer predicciones. Todo hasta el punto en que crearon su propio calendario.
—Esos fueron los mayas.
—Oh... Igual estos eran alucinantes. Con todos los sacrificios a sus dioses y tal.
—No hemos hablado en bastante tiempo, por qué esta forma tan peculiar de acercarte.
—Escucha, Tatiana, la verdad es...
—No lo digas...
—Lo siento, ¿De acuerdo? Realmente siento que las cosas terminaran así de forma en que sea visto como villano.
—Has tardado bastante tiempo en decirlo, ¿no crees? Creo que el tiempo de pedir disculpas se te pasó hace ya bastante.
—No he sido el mejor, ¿Ok? Lo sé, pero los momentos que pasé contigo siempre serán los mejores de mi vida. Y tienes razón al odiarme, pero no te pido que volvamos, tan solo que me perdones.
—Gabriel, no te odio, te perdoné hace mucho tiempo. No iba a vivir ennegreciendo mi corazón ante aquel desliz.
—Qué? Cómo? Pero si nunca tuve la valentía de venir ante ti y darte las disculpas que te mereces.
—Me enteré de cómo ocurrió todo. Desde como Dayana lo planeó, hasta de cómo hizo que le funcionara.

No lo podía creer, lo sabía, lo supo y sin embargo no me hablaba, o más bien, yo me negaba a hablarle. Siempre me mantuve evitando cruzarme con ella. En momentos me miraba con intención de querer hablarme, pero yo solo volteaba mi mirada hacia donde ella no estuviera. Y es que en mí nunca hubo un arrepentimiento hacia lo que hice, sí no, hacia nunca a ver intentando explicarlo siquiera.

Todo sucedió en una fiesta de cumpleaños, eran los 18 de una de las amigas más cercanas de Tatiana, cuando aún era mi novia. Ese día anduve solo, esperando a que ella llegara, mientras me bebía algunos tragos junto a personas que conocía dentro de la fiesta, hasta que llegó Dayana. Siempre estuvo en discordia con Tatiana, desde que eran más jóvenes y es una confrontación que viene dada por cosas triviales, que terminaron creciendo hasta convertirse en cosas más serias.

Dayana se acercó a mí, y me preguntaba dónde estaba Tatiana, pues no la veía, la traté con indiferencia y le dije que no sabía dónde estaba, o si siquiera venía. Sí le decía de más iba a hacer lo imposible por estropearle la fiesta. Al ver mi acción me propuso bailar, a lo que obviamente me negué, y sin rendirse corto las distancias entre nosotros con un acto de seducción, donde fue el tiempo justo en el que me introdujo algo a la bebida. Más, me alejé nuevamente de ella.

La droga comenzó a hacerme efecto, sentía que todo daba vueltas, y una animalidad crecía en mí. Quería disfrutar, y sentís como si la noche no se fuera a terminar jamás. Dayana se acercó a mí, me hablaba como si nada pasará, yo le respondía como si nada pasara. Me invitó a bailar, acepté. Me sentía muy... manipulable. No podía razonar. Mi teléfono sonaba, y era Tatiana quién me llamaba, Dayana de forma zizañosa me reprochaba que aún soy un bebé, pues mi novia me controla en todo momento. Que no sabía pensar por mi mismo, y necesitaba de ella para que me dijera qué hacer. Me enojé. Como consiguiente cogí la llamada.

—Gabriel, estás en la fiesta?
—Ajá.
—Tardaré un poco en llegar.
—Tómate tu tiempo, Tatiana.
—Pasa algo?
—Pasa que no sabes darme momentos de paz, y tranquilidad. Yo... Yo me gobierno, ¿Sabes?
—Amor, creo que has bebido mucho. Deberías salirte un poco de la fiesta, y esperarme, ¿Sí?
—Creo que la que debería quedarse en casa es otra.
—Gabriel...
—No, tú escúchame. Sé perfectamente lo que hago, no necesito de ti para que pienses que soy un bebé, y me digas que hacer. Sí vendrás a opacarme la diversión, puedes quedarte. Me tiene cansado tú sobreprotección.
—...
—Sin palabras. Pos, veo que lo que decía era verdad.
—Voy en camino, Gabriel. Hablaremos de esto en cuanto llegue.

Estaba terriblemente drogado, pero muy adentro sentía sus lágrimas tras mis palabras. Pero no había forma de remediar lo que había hecho. Dayana se mantuvo a la escucha de todo, y solo se mofaba de su logro, donde aprovechó el saber que Tatiana se dirigía hacia allá para completar la última fase de su plan.

Me llevó hasta la zona trasera de la casa, junto a la piscina. Buscó una zona un tanto aislada, y le dijo a una de sus amigas dónde estaríamos por si la "buscan" a ella o a mí. En aquel lugar comenzó a besarme, parte de mí no quería, pero todo mi ser gritaba a favor de los impulsos sexuales que me dominaban cual bestia hambrienta. Ella continuamente me preguntaba sí lo hacía mejor que Tatiana, yo nunca le respondí. Y esto siguió hasta que escuché -¿Gabriel?- alzando la mirada para enterarme que Tatiana estaba parada allí, junto a la piscina viendo mi traición. Aquello por lo que entendía que era su odio. Aparté a Dayana y me intenté acercar a Tatiana, la cual solo se fue de allí en llantos.

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