Capítulo 7 Sueños

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-Pues... verá- comencé a contarle todo lo sucedido en el sueño con lujo de detalles a la psíquica quien hacía caras extrañas y preocupantes en el televisor cuando le contaba sobre mi sueño.

-Maya, ¿habías tenido este sueño antes o es la primera vez?- me preguntó algo preocupada.

-Oh, es la primera vez que sueño con algo parecido.

-¿Estás pasando alguna dificultad en casa?- me preguntó de forma insistente, en sus ojos se veía una súplica de que fuera sincera en mi respuesta.

-Pues no, actualmente todo se encuentra muy bien en casa, ¿es algo malo lo que soñé?- pregunté dubitativa de su respuesta, por alguna razón estaba comenzando a sentirme ansiosa nuevamente.

-Decir que es algo malo podría ser adelantarme mucho a los hechos, ya que como lo mencionaste al final de tu sueño te sentías liberada de algo, así que lo único que te puedo asegurar es que lo que soñaste no es un sueño solamente, es un adelanto del futuro que te espera. El futuro es incierto cariño, no te aseguro que todo el sufrimiento que tuviste en el sueño será real, las decisiones que tomes son fundamentales para que eso ocurra o no, sin embargo, te aconsejo que no tomes decisiones amorosas por el momento, el amor y las emociones son engañosas Maya, lo que tú puedas sentir hoy quizá mañana ya no lo sientas más, eso pasa con las demás personas también, ese chico puede sentir algo por tí hoy pero mañana quizá ya no lo sienta. Suelta, deja ir, deja que fluya, porque él es el principio de todo lo que te hará sufrir, sufrirás mucho mi niña, tanto que dolerá hasta lo más profundo de tu alma, ésto que sientes solo es el comienzo, pero no te dejes vencer nunca que al final de toda tormenta llega la calma...

-Gra-gracias...- fué lo último que dije antes de colgar el teléfono.

Subí las escaleras rápidamente en dirección a mi habitación, me sentía aturdida, cansada, ansiosa y por alguna razón comenzaba a tener miedo, cada paso que daba se volvía cada vez más lento, mi cuerpo no avanzaba, sentía como si mis piernas no me respondieran pero seguía avanzando, mis pies se movían, quizá no a la velocidad que quería pero ya era algo. Mi cabeza estaba echa un lío, me dolía y dentro de ella se maquinaban imágenes del sueño que parecían darme en la cara como agua fría, las palabras de la psíquica retumbaban en su interior, sentí un escalofrío en la espalda y mi frente se humedecía a causa del sudor. Caminé cada vez más rápido, o por lo menos lo que mi cuerpo me lo permitió y llegué al pasillo que se veía extremadamente largo, parecía un camino demasiado largo hasta la puerta de mi habitación, mi respiración se tornó pesada y mi cuerpo se mantenía estático sin intenciones de continuar. La voz de la psíquica permanecía en mi cabeza y casi podía sentirla mirándome, sentía sus ojos clavados en mí repitiéndome que iba a sufrir, que ésto sólo era el comienzo de una vida tormentosa, ya no podía más, quería gritar pero no escuchaba mi voz, sentía como mis labios se movían pero no salía nada de ellos, el pasillo se distorsionaba, mis ojos estaban húmedos y después...

-¡¿Maya?!, cariño ¿qué sucede?, ¿te encuentras bien?, ¿qué fueron esos gritos?

Mi madre me tomaba por los hombros mientras me sacudía, me llenaba de preguntas mientras su cara siempre alegre solo mostraba preocupación, mi padre estaba parado justo a un lado de ella, también se veía preocupado pero no sabía que hacer, mi madre le hizo una seña para que se tranquilizara y saliera de la habitación cuando mi respiración se estabilizó. Mi garganta ardía, al parecer sí había estado gritando, mis mejillas estaban llenas de lágrimas y mi cabeza dolía como si hubiera bebido la noche anterior. Estaba sentada en mi cama, el sol se asomaba por mi ventana, me tan desorientada y llena de dudas, ¿cómo había llegado hasta mi habitación?

-¿Qué pasó mamá?, ¿cómo llegué a mi cama?- pregunté con voz ronca viendo los ojos confundidos de mi madre.

-¿que cómo llegaste?, cariño tú subiste anoche después de la cena por tu propio pie, ¿te encuentras bien?, ¿te sientes enferma?- me preguntó nuevamente observandome desconcertada, negué con la cabeza.

Con 30, soltera y virgenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora