Capítulo 4 parte 1

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Dibujando en su rostro una sonrisa burlona, Albert, el hermano gemelo de Terry —un hombre no menos guapo que el otro, de alta complexión pero más conservador—, se ponía de pie; y al mismo tiempo dejaba el teléfono en su lugar cuando bajo el umbral de la puerta de su oficina aparecía la persona de su abuela: elegante mujer de 75 años de edad de cabellos blancos y con los bríos más impresionantes jamás conocidos que, consiguieron que él dejara sus socarronadas para responder a la cuestión:

— ¿Algo que te tenga tan feliz, hijo?

— ¿Verte? —. El zalamero se dirigió a ella para abrazarla y conducirla al asiento más cercano donde le preguntaría: — ¿Qué haces tan tarde por aquí?

— Me aburría en casa. Con eso de que Sandrita optó por irse unos días adonde sus papás...

— Es sólo en lo que visita al médico. Lamentablemente por estar todo el tiempo en la oficina no puedo acompañarla en sus revisiones y...

— Mmm, ese entonado reproche no te lo conocía, hijo.

— Es que, Abue —, Albert frente a ella se puso de cuclillas para decirle: — no sé si mis padres lo hayan experimentado, pero yo... no quisiera perderme un solo instante en la evolución de mi hijo. O al menos estas visitas en las cuales mi esposa me necesita.

— ¿Y lo que sugieres...?

— No vas a creer con quien acababa de hablar previo a tu arribo

— No. ¿Quién?

— Terry

— ¡¿Tu hermano?! — con gran azoro lo hubieron identificado.

— Sí

— Y... ¿qué quiere? No —, una mano rápidamente se levantó, primero para interrumpirse y después para augurar: — No me digas. ¿Cuánto es esta vez?

— Hasta eso... no ha pedido dinero.

— ¿No? ¿y eso? — tanto una verdosa mirada como un gesto, reflejaron incredulidad.

— Abuela, hace mucho que Terry...

— Sí, sí —, ¿acaso se burlarían? — ¿se ha vuelto independientemente responsable?

— Lo ha hecho sí, de dos años para acá. Además... Karen lo ha dejado

— ¡¿Qué has dicho?! — la potencia de su femenina voz hubo hecho eco en la habitación.

— Que se ha cansado de esperarlo y... lo abandonó.

— ¡¿Y tu hermano cuándo tiene pensado decírmelo?!

— Honestamente no lo sé.

— ¡Ay, hijo! — la pariente se tocó una frente intentando saber: — ¿Qué voy a hacer con ese hermano tuyo? ¿en qué momento lo perdimos?

— Abuela —, dos manos se sostuvieron, — siempre hemos sabido que Terry...

— ... trabajador y cumplido nunca ha sido.

— Pero quizá yo tenga el modo de que ya empiece a serlo

— ¿Ah sí? ¿Y cómo?

— Te acabo de decir que apenas hablé con él. Y el favor que me ha pedido, aunque no es precisamente para él, es para alguien...

— ... ¿de quien está interesado?

— Así parece

— ¡Vaya con el sinvergüenza casanova! ¡Pues no! — la mujer fue rotunda. En cambio...

— Abue — Albert la llamó porque la oportunidad de dejar un tiempo el trabajo se le iba, — ese será...

— ¡He dicho que no! —, una voz volvió a retumbar. — ¡¿Quién se cree que somos?! ¡¿la oficina de colocaciones?! Además, no puedo hacerle esto a Tristán.

¡Al fin libre! y te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora