Capítulo 1 parte 2

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Obviamente la chica se lo agradecería muchísimo; sorprendiéndole al buen samaritano de lo rápido que se engrilletaron de su muñeca.

— ¡Muchísimas gracias...! — dijo ella la cual para saber si era él o ella, precisamente la bromeada comenzó a palparlo; y en la zona donde lo hacía la hizo decir... — buen hombre.

Este se interesaba por saber:

— ¿Por qué viene así?

Por instantes, la joven se quedó estática debido a la varonil voz. La suya un tanto dulce sonaría:

— Antes de responderle, necesito otro favor de usted

— Si puedo ayudarla, con gusto lo haré — respondió él, además de estarle intrigando qué demonios era ese juego.

— Ignoro dónde estoy —. Sí, él algo intuía. — Y... de lo que hay aquí, ¿puede ser tan amable de dármelo? — la joven extendió su mano libre.

La de él la subió a la cabeza; y en lo que se rascaba el cuero cabelludo, torcía la boca debido a la vacilación de qué darle. Sus ojos buscaban algo que no fuera tan impactante. Sin embargo, no podía ayudarla del todo. Así que, lo más decente se agarraría y entregaría, sintiendo él un tibio ruborcito en sus mejillas.

Sintiendo la cosa en su mano, la joven nuevamente pedía:

— Un último favor

— Por supuesto — dijo él.

— ¿Quiere quitarme la pañoleta de los ojos?

— ¿Estás segura?

Ella hubiera dicho sí. Sin embargo y por haberlo oído un tanto apenado contestaría:

— No, pero...

— ¿Por qué lo hicieron?

— Se trata de... una novatada. Yo... hoy, es el primer día que estoy en la ciudad.

— ¿Y anteriormente en dónde estabas?

— Acabo de salir del internado.

— ¿Nunca antes estuviste afuera?

— No. En catorce años, es la primera vez.

— ¿Y qué edad tienes?

— Dieciocho

— Muy jovencita — dijo él; y a su parecer ya muy hermosa.

Su boquita sonriente y confiada le daba un tierno toque, y la curiosidad de ver su rostro completo y con otro tipo de ropas le creció. Así que... él lo haría. Le quitaría la pañoleta que cubría sus ojos y sería también espectador de...

— ¡Jesús, María y José! — exclamó la chica ¿del pornográfico lugar al que la metieron, del erótico juguete que le pusieron en la mano o de conocerlo a él? quien guasón se presentaba:

— No, nada más Terry —, el cual tuvo que agarrarla al flaquearle las piernas del impresionante susto llevado.

Aprovechándose de que él la sostenía, la inocente chica le pidió llevarla afuera donde las carcajadas no se reservarían al verla más pálida de lo que era, pero que cesarían al recibir la masculina mirada recriminadora, sobre todo por la presencia de un llanto embarazoso por parte de la víctima que pediría con urgencia:

— ¡Vámonos de aquí! —. Sin embargo... la mano de él no la liberaría. Y ella, sintiéndose muy apenada, le pedía: — ¡Por favor, déjeme ir!

— No, sin que me digas antes ¿cómo te llamas?

— Candy. ¿Ya? — lo último indicaba que la soltara. No obstante...

¡Al fin libre! y te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora