Capítulo 12

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Sin prestarle atención a quien la analizaba tan detenidamente, Candy observaba: a Terry comportándose igual de despreocupado que siempre y en ese momento iba a la hamaca para montarse nuevamente; a Albert viendo bastante enojado a su relajado hermano; a la matriarca en su asiento masajeándose las sienes; y a Sandra, quien seguidamente de mirar a la joven en discordia, posaría de inmediato sus ojos en su esposo el cual, antes de que se planteara lo fraguado, diría:

— Lo siento. No estoy de acuerdo

— ¿Por qué no? — cuestionó la próxima mamá. — Creo que sería una gran oportunidad de progreso para ella.

— Además, hermano, sino escuchaste bien... — Terry fue burdo al indicarse un oído, — es una simple candidata a tu puesto. Mañana entre el corporativo surgirán más.

— ¡Aún así! — el rubio alteró la voz ante el entrometido de su gemelo, el cual junto a los demás oía: — no me parece justo.

— ¿Por qué no, Albert? — Sandra volvió a indagar.

— Porque...

Decir delante de ella, de su esposa, que lo único que la abuela conseguiría con su idea era separarlos, honestamente él no pudo. Y dos pares de ojos estaban fijos en el futuro padre quien mudo se había quedado por instantes. Entonces la esposa sería la encargada de investigar:

— ¿Tú qué piensas, Candy?

— ¿Con respecto a qué, señora Sandra?

— Bueno, no recuerdo si ya te lo había comentado, pero mi esposo quiere un tiempo fuera de la empresa. Todos aquí sabemos que contar con Terry es como ponernos a contar todos los granos de la arena del mar... es decir, ¡imposible! — hubo dicho la cuñada, la miró al cuñado.

Éste reiría de la también recriminación que se le dedicaba; y que, para no estar viéndoles la cara, sobre su colgante cama se giró, dándoles la espalda y así él mirar las flores que tenía enfrente, pero estando atento su oído a lo que se decía:

— Pero yo... — respondió una nerviosa Candy — no sé si esté preparada para ese... puesto.

— ¡Por supuesto! — alguien acordó con ella. — Sin embargo, hay gentes que estarían a tu lado, encargándote tú nada más de supervisar y estar al frente de la compañía mientras Albert regresa —; y mirándolo a él, la abuela inquiría: — ¿o tienes pensado hacer carrera de flojera una vez que se decida tu permiso?

— Abuela, por favor, no me compares con ese huevón.

El susodicho, en su lugar, levantó el brazo izquierdo para responderle a su hermano con su mano que sacudía:

Sí, sí, lo que tú digas, matado trabajador.

Y debido a que no se perdió de vista el ademán, Candy preguntaba:

— ¿Él... qué dice?

— Considérame un cero a la izquierda. Aquí son ellos... — Terry "ubicándolos" los señalaba uno a uno, — los que deben resolver, porque ahora que me acuerdo... — el perezoso se giró para ver a la cabeza familiar, — ¡yo ni en la nómina estoy!

— ¿Por hacer nada? — burlonamente se le observó.

— ¿A ver repróchame que lo hago mal para no merecer un ascenso? — se respondió del mismo modo, causando su sentencia: enojo que se exclamaría combinado con las palabras:

— ¡Eres el cínico más cínico jamás existido en la tierra!

— Y con mayor razón, deberían pagármelo, porque no van a encontrar otro igual que yo. Y como su plática me está provocando sueño... será mejor que me retire adonde pueda disfrutarlo a mis anchas.

¡Al fin libre! y te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora