Capítulo 10

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Finalizada su conversación telefónica y pasado su malestar, Sandra se dispuso a volver adonde su esposo, el cual, debido a una confesión, se miraba un tanto desconcertado. La abuela misma así lo veía no pudiendo evitar que su ceño se frunciera y le dijera:

— Entusiasmarte con ella no sería nada beneficioso para ti, Albert. Recuerda tu posición, pero sobretodo, no te olvides que tu hermano la vio primero.

— Abuela, ¿cómo piensas, dices y crees que yo...?

Pese a estar observando la pose indignada y el gesto molesto del rubio nieto, la convaleciente mujer de canas, consiguientemente de pujar, diría:

— ¡Cómo si no supiera que a los hombres les encanta oír y saber que son atrayentes para otras mujeres! Sin embargo, también te recuerdo que ya tienes una, y por cierto bastante embarazada —. Y que por una puerta aparecía, pidiéndosele de inmediato:

— ¿Puedes quedarte y hacerle compañía a la abuela? Yo debo alcanzar a Terry

— Claro — contestó Sandra, viendo a su marido ir veloz hacia la salida. Empero gracias a su prisa y lo pronto que lo perdió de vista, se querría saber: — ¿Pasó algo?

— Casi nada —; la abuela a la nieta política le extendió una mano para que le ayudara a ponerse de pie; y mientras lo hacía se decía: — Terry vino a gritarnos en la cara que no se casará.

— ¡¿Cómo?! — expresaron de la impresión. Y por ende...

— Ya sabes cómo se las gasta ese bribón para salir de todas bien librado.

— Pero...

Sandra optó por callar al comprender el error cometido al ir a chismorrearle a la amiga, la cual por supuesto, reiría fuertemente cuando de nuevo le contaran la hazaña del gran huevón.

Ese que, posteriormente de dejar a Candy en la puerta de la casa de sus amigas, manejó de regreso a su local; deteniéndose brevemente en una tienda de abarrotes para surtirse de algunas bebidas, cerveza en su mayoría; y que, llegando a su establecimiento, en una de las mesas se sentaría para ingerirlas, acompañado de sus trabajadores y uno que otro amigo que llegara a visitarle.

¿Importándole que no hubiera ventas en ese día? Pues no, porque el hombre, además de estar enojado, se veía decepcionado. Y cada que alguien mencionaba a las mujeres, él hacía un gesto de no estar interesado sino en su leal botella que su boquilla nunca le negó. La de ella Terry tampoco, pero...

— Así no era — volvió a decir al acordarse de la manera en que quisieron hacerlo caer.

En la que una mente planeaba menos, porque el mancebo y peculiar ejemplar... era peor de necio que la misma necedad, ya que las cosas se debían hacer como él las ordenara, no como se las implantaran.

— ¿Qué tan difícil es? — se preguntaba luego de haberse bebido veintiocho cervezas en total.

Y como una cabeza empezaba a aturdirse, Terry se levantó de su lugar, encargó a uno de sus trabajadores cerrara y él a casa se iría a dormir; no saliendo de su privado lugar en los próximos dos días, esos donde Candy...

Albert, al percatarse que su hermano ya había dejado la casa y junto a él: su heroína empleada enamorada, sin decirle nada a su esposa Sandra de lo revelado por Terry, ayudado por su secretario dio con la ubicación de la jovencita.

Esa misma tarde de sábado, en lo que Candy esperaba por su amiga Ane, recibió la llamada de su patrón el cual le decía:

— Nos asustó mucho no encontrarte en la casa.

¡Al fin libre! y te encontréDonde viven las historias. Descúbrelo ahora