IV

257 16 0
                                    

Los ciudadanos de Grecia, ante la gran hazaña de Perseo por haber matado a Medusa, con el permiso del rey, le hicieron una estatua rememorando aquel acto de valentía y la salvación del pueblo de Grecia de tal peligro como eran los poderes de ella, esculpiéndole a él con la cabeza de esta agarrándola de sus serpientes con la mano en alto.
Después, festejaron con una gran fiesta en el templo del rey la muerte de Medusa y que ya estaban fuera de peligro, pero lo que no sabían era que aquello no era así.
Medusa estaba bajo los escombros de las rocas que cayeron junto a ella, abrió los ojos tras recuperar la consciencia y las serpientes de su cabello uniendo sus fuerzas la ayudaron a sacarla de allí.

—¿Estáis bien? — preguntó Medusa a sus serpientes cuando la sacaron fuera de los escombros.

— Sí, no te preocupes — siseó una de sus serpientes y Medusa abrazó a su cabello aliviada.

Tras aquella muestra de afecto y cariño, se hizo el silencio y Medusa se entristeció al recordar que su serpiente madre ya no estaba allí con ella por culpa de aquel chico que la mató.
Poco a poco, ella frunció el ceño demostrando que comenzaba a enfadarse al recordar el rostro del asesino de su madre.

—¿Qué vamos a hacer? — preguntó una serpiente.

Obviamente Medusa quería vengar la muerte de la serpiente madre, pero a la vez no quería hacerle daño a nadie, quería que la viesen como una ciudadana más, no quería que la viesen como una amenaza por culpa de sus poderes, así que decidió presentarse en la ciudad de Grecia con el fin de mantener una conversación con el asesino de su madre.
Estaba claro que tenía miedo, pero aun así, saliendo de aquella cueva subterránea, con la ayuda de la orientación de sus serpientes, se dirigió hacia la ciudad.

— No te preocupes Medusa — intentó tranquilizarla una de sus serpientes — si tratan de hacerte algo, nosotras te protegeremos — sisearon todas estando de acuerdo con la que había hablado y Medusa sonrió un poco más tranquila.

En cuanto Medusa pisó la entrada de la ciudad de Grecia, se quedó estática. Delante de la entrada, se ubicaba en el centro de la plaza principal, aquella estatua horripilante que construyeron para vanagloriar la hazaña de Perseo. El rostro de este demostraba su orgullo, su imagen imponente, demostrando también la valentía de haber decapitado a esa persona que agarraba con su brazo en alto del cabello de su cabeza. Medusa al fijarse, vio que se trataba de una versión de ella horripilante, ella no era así, ella no tenía unos dientes puntiagudos que daban miedo, tampoco una lengua como la de sus amigas las serpientes y ni mucho menos, era tan vieja como la representaban en aquella estatua.
Las serpientes al percatarse de su estado de shock, tiraron suavemente de ella haciendo que reaccionase.

— Yo, n-no... — tartamudeó cuando volvió en sí.

— No te preocupes — la tranquilizaron — piensan que estás muerta y si te presentas, sabrán que ese chico los ha engañado — sisearon riéndose — míralo por el lado bueno, pueden que dejen de molestarte y te consideren como lo que realmente eres — hicieron una pausa — una buena chica.

Medusa asintió ante las palabras de sus serpientes, ellas tenían razón, aquello era un punto a su favor y para ello debería de encontrarse con él.
La ciudad de Grecia estaba desierta, ningún ciudadano andaba por la calle, así que le fue fácil presentarse ante el templo del rey. A medida que caminaba por los pasillos desubicada, miraba a su alrededor insegura buscando al chico, hasta que a medida que iba avanzando, comenzó a escuchar voces, gritos, risas y música.
Las serpientes al ver que Medusa no sabía por dónde ir hacia aquel jaleo, la guiaron hacia donde provenía y acabaron llegando hasta donde se situaba el trono del rey.
Allí estaban todos, felices, ebrios, locos de remate, danzando como si no hubiese un mañana y comiendo como si mañana fuese el fin del mundo, hasta que de repente, una ciudadana miró a Medusa y ella la miró asustada sintiéndose descubierta.

—¡Está viva! — gritó — ¡la Gorgona está viva! — y comenzó a gritar realmente asustada cuando se percató de que su cuerpo comenzó a convertirse en piedra.

La música paró al instante y se hizo un silencio sepulcral. Todos los ciudadanos se giraron y vieron la estatua de aquella mujer, después dirigieron su vista hacia Medusa que los vio a todos a los ojos asustada.
Los ciudadanos comenzaron a gritar, incluso el rey alertó a los guardias para que protegiesen a los invitados, pero ni el propio Perseo que también estaba presente en aquella fiesta salió con vida de los poderes de Medusa. Todos y cada uno de ellos quedaron petrificados siendo sólo estatuas de decoración en aquella gran sala.
Medusa, asustada por lo que había hecho, salió corriendo de allí sin rumbo y acabó en una sala que por su aspecto, parecía que no lo habían pisado. Había un gran agujero en la pared, toda la sala era un caos, había muebles por el suelo, sangre seca y polvo, pero lo que le llamó más la atención, fue la figura de piedra de una mujer que era alumbrada por el sol que entraba por aquel agujero, estaba de rodillas con sus brazos en alto. Curiosa, Medusa se acercó y apreció los rasgos de aquella mujer de piedra, esta demostraba una sonrisa dulce y una mirada tierna.
Las serpientes, se miraron entre ellas y comenzaron a empujarse para que alguna le contase a Medusa quién era esa mujer. Medusa se dio cuenta del leve zarandeo de su cabeza y las paró.

—¿Qué ocurre? — frunció el ceño.

Las serpientes suspiraron a la vez y una de ellas decidió hablar, contándole finalmente que aquella estatua, era su madre y que ella, cuando era tan sólo un bebé, al abrir los ojos la petrificó. Tras confesarle lo que sabían, pensaron que se enfadaría con ellas por estar tanto tiempo sin confesarle la verdad, pero sin embargo, Medusa, se arrodilló delante de la estatua que había sido su madre de verdad y se abrazó a la fría figura buscando consuelo. Se sentía sola, perdida y aun teniendo a sus serpientes que cuidaban de ella, necesitaba aquella figura maternal que le diese aquel cariño que tanto necesitaba.

MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora