VII

212 14 2
                                    

— Aún no me has dicho qué eres — dijo Medusa mientras se acercaba más a él.

— Soy un humano, un guerrero — contestó.

— No mientras — frunció el ceño.

—¿Por qué iba a mentirle a un ser mitológico que me puede matar? — se levantó para dejar de estar tumbado.

— No te has petrificado en cuanto fije mi vista en ti — lo miró con curiosidad.

— Puede que sea por las gafas — se las señaló.

—¿Gafas? — miró a lo que señalaba que cubría sus ojos.

Dru se las quitó y fijó su vista al suelo evitando ser petrificado.

— Ten — se las tendió — pruébalas — le ofreció con una sonrisa y ella impresionada ante aquella confianza las cogió.

Se las colocó por encima comprobando que su alrededor, se veía completamente diferente a como se veía con sus propios ojos.

—¿Qué magia es esta? — preguntó sin salir de su asombro.

— No es magia, es la evolución — se rio — los creadores de esas cosas como las gafas o lo que llevo puesto, lo fabricaron para utilizarlos en ocasiones que se considere necesarias — explicó el chico.

Medusa le devolvió las gafas impresionada por toda aquella información y quiso saber más.

—¿Tanto ha evolucionado el mundo? — se interesó.

—¡Claro! — contestó Dru mientras se colocaba las gafas para poder mirarla de nuevo a los ojos.

—¡Cuéntame más! — pidió Medusa emocionada.

— Me encantaría Medusa — se levantó del suelo — pero no puedo.

—¿Por qué? — preguntó decepcionada.

En ese preciso momento, una voz masculina hizo eco por el templo.

—¡Dru! — gritaron el nombre del chaval.

— Me buscan — suspiró — será mejor que me vaya — recogió su escopeta y bajó las escaleras corriendo.

Medusa sintió una presión en el pecho.

—¿Nos volveremos a ver? — preguntó esperanzada.

Dru se giró.

— Si quieres, si — le sonrió y Medusa sonrió feliz.

— Será mejor que me vaya, no vaya a ser que te descubran — avisó a Medusa y a ella se le abrieron los ojos impresionada, ¿la estaba protegiendo? — ¡ah! — se dio la vuelta antes de irse y en cuatro zancadas se dirigió hacia Medusa — encantado de conocerte Medusa — le cogió de la mano con suavidad y le dio un beso en el dorso de esta.

Medusa se puso nerviosa, ya que era la primera vez que alguien le había hecho tal cosa. Sólo pudo asentir y ver cómo aquel guerrero al quien llamaban Dru a voces, desapareció de la sala.

Minutos después, tras comprobar que estaba de nuevo sola, se sentó en una escalera y se miró el dorso de la mano que había sido besado por aquel chico.
Había leído muchas historias de amor a medida que pasaron los años, había leído cada una de las descripciones de lo que era un beso y aquello era algo que le fascinaba y por la que sentía curiosidad por saber si lo que había plasmado entre líneas era realmente cierto, pero siempre que aquello sucedía, sabía que iba a ser imposible, por lo que prefería imaginárselo, pero, aquel chico, aquel desconocido que demostró que confiaba en ella cuando le prestó sus gafas aun sabiendo que podía ser petrificado y que se fue de allí para evitar que fuese descubierta por alguien más, aquel chico, le había demostrado que las descripciones de lo que era un beso eran totalmente ciertas, ya que aquella felicidad que sentía en el cuerpo, no la había sentido hasta ahora.
Se llevó el dorso de la mano a su mejilla y lo acarició con cuidado, ya que pensaba que ese beso se borraría de su dorso.

Dru, salió del templo realmente raro, había descubierto que Medusa seguía viva, que lo que se contaba en los libros de la mitología griega sobre los dioses era cierta, pero sobre todo, lo que realmente le impresionaba de todo aquello, era que la historia de Medusa era incierta y aquello le molestó.
¿Por qué se inventaron la historia de Medusa? ¿Por qué mintieron sobre su aterrador aspecto al describirla, si realmente era la mujer más bella que había visto en su vida desde que vivía en Grecia?
Aquello le molestaba, le molestaba bastante que no supiesen la verdad sobre Medusa, su verdadera historia, así que, cuando llegó al campamento donde se refugiaba junto con sus compañeros de guerra, preparó una libreta junto con un bolígrafo y buscó entre sus libros que utilizaba para entretenerse en sus ratos libres, alguno que se tratase sobre los dioses de la antigua Grecia. Cuando dio con él, lo guardó junto con lo demás y aguardó a que se hiciera de noche.
No sabía por qué ni cómo, pero ansiaba verla de nuevo y saber más sobre ella.


MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora