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Los años pasaron rápido y Medusa creció, se había convertido en una hermosa joven de veintitrés años como lo fue su madre. Gracias a sus amigas las serpientes, pudo sobrevivir a tantos años sola. Las fuertes tormentas fueron acabando poco a poco con la ciudad de Grecia dejando sólo pocos edificios en pie algo derrumbados por el paso de los años, el único edificio que quedó en pie, aunque con algún que otro rasguño que demostraba el mal estado del monumento, fue el templo donde vivía Medusa junto a sus serpientes.
Había vivido durante muchos años sola, pero no le importaba, se había acostumbrado a ello desde muy pequeña, aun así, sus serpientes le hacían compañía y también pudo entretenerse con los recursos que habían en el templo como lo era la gran biblioteca que portaba.
En cuanto Medusa cogió un libro al azar, se dirigió hacia su sala favorita mientras observaba detenidamente la tapadera. Aún le asombraba cómo había evolucionado su ciudad para poder realizar tal cosa como lo era un libro. Mientras que leía la primera página de este, se dirigió hacia la estatua de su madre alegre mientras alzaba el libro ilusionada.

—¡Mira mamá! — sonrió — tiene pinta de estar interesante — miró el rostro de la mujer petrificada y delicadamente, sin borrar la sonrisa de su rostro, se sentó apoyando su espalda contra el cuerpo de la mujer, haciendo que sus brazos alzados rozara sus hombros, sintiendo como si la estuviese abrazando. En cuanto se acomodó, pasó de página y las serpientes de su cabello de acercaron al rostro de Medusa para poder también leer.

Medusa, lo que no sabía, es que su alrededor había cambiado y todo era distinto. Los bosques frondosos y el ambiente cálido que desprendía la ciudad de Grecia había desaparecido por completo. Todo había sucumbido al cabo de los años y otras generaciones fueron creciendo hasta formar civilizaciones y nuevas ciudades con edificios diferentes a los que Medusa estaba acostumbrada a ver. La Guerra civil de Grecia había estallado, la ciudad se enfrentaba entre las fuerzas comunistas y los partidarios de la monarquía desatando así, un gran caos provocando muchas muertes de gente inocente.
Dru, uno de los guerreros que participaba obligatoriamente en esta guerra, huía de los disparos mientras que agarraba con fuerza la escopeta que tenía entre sus manos.

—¡Pero no huyas! — le gritaron — ¡dispara! — le ordenaron.

Dru se escondió corriendo, tumbándose en el suelo, detrás de una columna de mármol que estaba deteriorada por el paso del tiempo y mientras que se colocaba las gafas para evitar que la arena le molestase a los ojos, disparó sin fijarse ni siquiera en el enemigo dando la casualidad que mató a uno.

—¡Bien hecho Dru! — le gritó su compañero de fondo mientras seguía disparando.

Él no quería seguir allí, eran demasiados y mucho de sus compañeros cayeron heridos y otros descansaban en paz, así que, temiendo por perder su vida, salió de su escondite corriendo como si no hubiese un mañana y al visualizar un templo que aún se mantenía en pie, sin pensárselo, entró para esconderse.
De fondo se escuchaba disparos y gritos, pero a él ya no le importaba, lo único que le importaba era que él estaba vivo y para asegurarse, decidió adentrarse al interior del templo para que no le encontrase el enemigo, (si es que alguien se había dado cuenta de que se había escondido, claro).
Relajado, pero sin bajar la guardia, se aventuró al interior del templo. A medida que iba avanzando, se impresionó por la arquitectura de la antigua Grecia y que estuviese tan intacta. Se sumergió aún más dentro del templo llegando a la sala central. Bajó las escaleras con cuidado ya que estaban un poco inestables y cuando alzó la vista se asustó emitiendo un pequeño grito.

Medusa, continuaba con su lectura tranquilamente cuando las serpientes, se levantaron de golpe tras oír aquel ruido.

— Hay alguien aquí, Medusa — la alertó una serpiente.

Medusa se levantó del suelo dejando el libro a un lado ya que las serpientes comenzaron a tirar mucho de su cabeza.

—¡Tranquilizáos! — les pidió — seguro que será alguna rata — tiró de ellas hacia abajo para acariciarlas y tranquilizarlas, pero ellas no dejaron de estar en alerta.

— Hemos escuchado el grito de un humano — le comunicó otra de las serpientes mirando hacia la dirección de donde había provenido.

Medusa frunció el ceño extrañada y confiando en las palabras de sus serpientes, se dirigió hacia donde decían que provenía aquel ruido.
Dru se impresionó al ver tantas estatuas de piedras atemorizadas, con los rostros desencajados debido a las expresiones de miedo que demostraban, pero lo que más curioso le resultó, fue que todas y cada una de ellas miraban en la misma dirección, justamente donde se encontraba él.
Medusa se asomó por una puerta que daba a la sala donde estaban todos los ciudadanos de Grecia petrificados, obligando a las serpientes que se escondiesen y como sus serpientes dijeron, había un humano allí.
Dru, por alguna extraña razón, comenzó a sentirse observado, pensó que era debido a que todas las estatuas se fijaban en él, pero aunque se concienciase de ello, no estaba muy seguro si era por eso, por lo que cogió su escopeta y apuntó hacia el frente.
Medusa se adentró al interior de la sala y sus serpientes comenzaron a elevarse amenazantes.
Dru, vio de pronto cómo una figura apareció en su campo de visión, sus ojos rojos era lo único que brillaba en la oscuridad de aquella sala y algo como si fuesen serpientes comenzaron a moverse sobresaliendo de su cabeza.
Comenzó a disparar sin saber hacia dónde apuntar exactamente y en cuanto lo hizo, aquellas cosas inquietantes que sobresalían de su cabeza, se dirigieron hacia él como una flecha. Su instinto de supervivencia y de no querer morir, hizo que corriese sin pensárselo y debido a ello, tiró más de una estatua al suelo haciendo que se rompiesen en pedazos. Escuchó siseos de serpiente a sus espaldas y sin saber cómo, los esquivó teniendo pura suerte.
Medusa vio a aquel chico correr en su dirección mientras esquivaba a sus serpientes, al ver que se acercaba a ella, comenzó a mirarle fijamente a los ojos. Dru, al ver que lo miraba, se asombró al ver que era una mujer, pero a la vez no dejó de correr porque aquellas cosas que siseaban, andaban tras él seguramente para matarlo, así que pasó por el lado de aquella mujer y salió por la puerta más cercana.
Medusa se impresionó al comprobar que sus poderes no hicieron efecto y cuando sus serpientes pasaron por su lado, las paró con tan sólo una orden, aun así ellas no bajaron la guardia.
Dru se sentía totalmente acorralado, en la sala donde se había metido no había ninguna salida, lo único que había para poder salir era un balcón, pero tampoco quería morir saltando desde tan alto. Al escuchar de nuevo ese siseo aterrador detrás suya, se giró aterrorizado con la escopeta en alto.

MedusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora