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Capitulo 8.

Salgo y camino hacia el pasillo anterior, donde estábamos cuando la abuela iba a entrar a examinarse con el­­ doctor Richards. Pero al parecer se han ido, no los veo aquí. Así que me tocará caminar e ir a casa sola. Camino los largos e iluminados pasillos blancos, irradiados de potentes luces azules, veo la gente enferma traída desde otros pueblos, tenemos suerte de poder vivir cera del centro y tener la clínica a disposición. Estas personas han caminado muchas horas para venir aquí. Salgo a la vereda para ir hacia casa, por suerte el disturbio ya ha pasado, pero tomare el autobús porque la verdad es que no me siento muy bien. Camino para cruzar la calle e ir hacia la ruta de aquí cerca. Me sitúo en la cola de la hilera, a esta hora de la tarde no hay tantas personas, así que tal vez consiga un asiento. Llega el autobús y todos suben a él, solo hay enfermeros, doctores, científicos y uno que otro desamparado o pueblerino lejano. Me siento en uno de los asientos de atrás, y a mi lado se sienta un mendigo, huele muy mal y trae ropa desgastada y rasgada, tiene barba muy larga y sucia, y la cara cubierta de sucio. Gira su cabeza a la izquierda y me sonríe escalofriantemente. Tiene los dientes amarillentos y uno que otro roto o caído. Le devuelvo la sonrisa y giro a mi izquierda para mirar por la ventana, llevo unos pocos minutos distraída mirando los grandes edificios, unos en ruinas y otro muy limpios y bien estructurados. El mendigo me aprieta el hombro con su mano y me mira fijamente y dice con una voz suave y ojos tristes:

-No puedes salvarlos, no podrás salvarlos. -Y gira la cabeza mirándome con aflicción.

Hago un movimiento brusco echando mi hombro hacia atrás intentando quitar su mano de encima de mí. Y digo con voz exaltada:

- ¿Salvar a quién? ¿A quién no puedo salvar?

El mendigo se queda en silencio y solo me mira con la anterior aflicción.

- ¿¡A quienes no puedo salvar!? -Grito, y todos en el autobús me miran con desaprobación.

El mendigo nuevamente toma mi hombro y lo aprieta más, dándome una mirada aún más escalofriante que la anterior. actúo rápido y debido al pánico le golpeo en el estómago con mi codo derecho. El conductor para el autobús y todos vuelen a mirarme con desaprobación, ahora aún más, y esa mirada acompañada por algunos abucheos. Bajo del autobús rápidamente, me iré caminando. Cuando bajo, el chofer pone en marcha y mientras se aleja, el mendigo mira por la ventana gritándome:

- ¡No podrás salvarlos! -Y lo repite hasta que el autobús se aleja.

Estoy muy agitada, ese momento me agito demasiado. Pero creo que puedo llegar a casa, estoy a unas 7 cuadras.

Voy caminando y meditando sobre lo que dijo ese señor en el autobús, ¿Qué habrá querido decir? ¿A quién no podré salvar? ¿Hablara de mi abuela? Mi abuela... ¿Y quin o quiénes más? "Tranquila, era solo un mendigo, seguro padece algún problema mental y nada más". Me digo a mí misma sacudiendo la cabeza para tratar de calmarme y olvidarlo.

Luego de caminar 7 cuadras para llegar, he llegado a mi vecindario. Todas las viviendas son iguales, pintadas de un color grisáceo, solo logramos distinguir nuestro hogar por los números, no se nos permite pintar o poner algo que diferencia las casa, así que solo las enumeraron y todos debemos saber nuestro número para poder llegar. Y nunca olvidare como hace tres meses mi vecino Marcus intento entrar a mi casa, estaba ebrio y perdido también, por supuesto. Parece que de lo ebrio que estaba se equivocó e hizo un escándalo porque pensaba que su mamá no le quería abrir, sin saber que estaba en la casa equivocada. Yo moría de la risa mientras Matías lo llevaba tambaleando a su casa, luego vino a la mañana siguiente a pedir disculpas, parecía demasiado avergonzado conmigo. Yo siempre le he gustado, y aunque me atrae un poco, no me gusta del todo.