Capítulo V El Abuelo

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"Este fue tu primer desafío"

—Ya estoy pensando locuras. —dijo para calmarse.

Se subió el cuello de la chaqueta y el golpe del aire gélido lo despertó de un letargo que no sabía que tenía. Buscó entre las ropas el cuchillo y, al observarlo con detención, se dio cuenta de algo que no había visto. Una palabra escrita en un costado muy pequeña. «Busca a Lorshkenk».

—¿Lorshkenk? ¿Qué significa? —se preguntó ensimismado.

Ante sí tenía un sendero de piedras cuadradas cortadas rústicamente, era amplio para caminar y el sol el lo alto lo iluminaba claramente, rodeado de densos bosques australes. Todo estaba muy húmedo, pero la niebla que antes lo acompañó ahora no estaba. Viendo este panorama era claro que seguir el sendero era la única opción. No tenía otra alternativa.

—Sigo por este camino o vuelvo con el demente del enano. —Pensó para sí.

Se arropó como pudo y caminó el sendero por alrededor de media hora. El ambiente silencioso, cortado de vez en cuando por el viento que pasaba por entre las ramas de los árboles, le dio tranquilidad. Sabía que estaba a salvo. Pero con frío.

Al llegar a una pequeña loma que no dejaba ver claramente el camino. Sintió una fuerte sensación de ser observado. Más que miedo, fue curiosidad. Así que agudizó la vista, pero en lo espeso del bosque nada podía distinguir aparte de árboles, helechos enormes y musgo por doquier. Así que siguió caminando.

Subió la pequeña loma y ante sí se desplegó el panorama más impresionante que jamás había visto:. Los gigantes.

Un extenso bosque cuyos límites se perdían en el horizonte, con árboles enormes, altos como edificios y anchos como casas. Cientos, miles de ellos en majestuosa ubicación. Al verlos sintió una fuerte emoción. La energía del lugar era poderosa y se estremeció al ver cómo aquellos titanes lo miraban en silencio.

Todo se movía lento en ese lugar. El viento no era rival para aquellos poderosos seres, y las ramas en lo más alto casi dirigían el viento con sus fantásticas copas verdes y magníficas. «¡Acá nacen los vientos!», pensó para sí. Y sonrió al hacerlo. Su mente se aquietó y solo escuchaba su propia respiración al igual que el viento en lo alto. Estaba en trance y no pensó en el porqué. Solo se entregó al momento.

—¿Qué arboles serán? —se preguntó en voz alta.

—¡Son alerces y araucarias! —contestó una suave voz de mujer.

André se dio vuelta al origen de esa dulce respuesta.

Una joven lo miraba con seriedad. Alta, delgada de piel caramelo, cabello corto y trigueño claro, profundos ojos negros y rostro etéreo, casi de ensueño. Vestía como exploradora y se notaba que llevaba tiempo en esa zona. Su ropa y mochila gastadas, junto a los zapatos de senderismo muy usados, daban cuenta de eso.

—¡Es hermosa! —pensó de inmediato y algo eléctrico le cruzó su espalda. No supo qué decir.

Ella sí.

—Me llamo Paz, acá me dicen Aluen, que significa Luz de Luna. Por ahora prefiero ese nombre, me permite no pensar en el pasado. ¿Y cómo te llamas? —preguntó con pausa.

—¡Eeeh! —Distraído por la joven solo eso respondió.

—Extraño nombre —dijo ella con seriedad—. ¿Qué significa? ¿Atarantado? ¿Zopenco?

El muchacho siguió aturdido y solo dijo: « Eeh. No, esos no son mi nombre, por supuesto... me llamo...».

Y ella sin esperar otra respuesta se metió al bosque con agilidad dejándolo atrás con rapidez.

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