Jealous Girl

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Estaban dándose cortos besos sin parar. Sonreían mientras rozaban sus labios. Tenían sus piernas entrelazadas, llevaban horas haciendo el amor. Disfrutaban por primera vez de esos sentimientos que tenían miedo expresar, pero que ahora sabían que ambas lo sentían.

— Bebé, tenemos que irnos a casa, ya es tarde — sugirió la rubia.

— No, quiero quedarme así contigo toda la noche, quédate a dormir conmigo.

— Regina, puede venir tu padre, nunca se sabe, en casa podemos hacer el amor, te quedas unas horas conmigo y luego regresas a tu habitación.

— Quiero verte despertar, abrir los ojos y que seas lo primero que mire — le susurró con dulzura mirándola fijamente.

— Me tienes en tus manos, bebé — le dio un dulce beso en la frente — le llamaré a Hope y diré que me surgió un compromiso de trabajo.

— ¿Dormirá sola?

— No es la primera vez que lo hace, tengo un buen anillo de seguridad en mi casa, no te preocupes.

— ¿Por qué no bajamos a comer algo para recuperar fuerzas?

Se pusieron camisas enormes de las acostumbraba la morena para dormir. Regina trataba de cocinar, pero se le era difícil con Emma pegada a ella abrazándola por detrás, se volteó un poco mordió una uva, acercó su boca a la de la rubia para que comiera el resto, ella así lo hizo, pero no la dejó alejarse, más bien le metió su lengua para intensificar el beso.

— ¿Otra vez, Emma? — la rubia le apretó las nalgas y la sentó sobre la encimera.

— Tú me provocas, bebé.

Al día siguiente la rubia se despertaba perezosa, metió la cabeza en la almohada y absorbió el olor a su morena. Sonrió recordando lo que habían pasado en las últimas horas, movió la mano para abrazarla, pero se llevó la sorpresa de que no estaba ahí.

— Buenos días, señora Swan — dijo la morena entrando con una enorme bandeja con el desayuno para Emma.

Emma le sonrió emocionada, era una risa tan dulce, tan natural, tan sincera. Regina era una de las pocas personas a quienes se la regalaba.

— ¿Qué estás haciendo conmigo, muchachita? Ya estoy enamoradísima de ti, ¿qué pretendes con estas atenciones? Me voy a acostumbrar.

— Enamorarte más, acostúmbrate, amo consentirte, me gusta cocinar para ti y me encanta verte comer lo que cocino.

Luego de que Emma tuviera su desayuno por partida doble, esperaba en la sala a la muchacha para que se fueran a su casa.

— ¿Bebé, siempre has vivido aquí?

— Sí, toda la vida, mi padre compró este apartamento cuando se casó con mi madre.

— Después de ella... ¿no han vivido con nadie más? Quiero decir, ¿tu padre no ha tenido otras relaciones?

— Me ha contado de algunas, pero no las ha traído a casa nunca. Mi padre es mío y no lo comparto con cualquier zorra.

— ¿Pero él sí puede compartirte? Y así que ¿has traído chicas, muchachita? — reclamó elevando una ceja con el rostro serio.

— Mejor vámonos a tu casa, mami...

La rubia estacionó su auto en su casa y se preparaba para salir.

— Emma, espera.

— ¿Qué pasa, bebé?

— ¿Hope?

SEÑORA SWAN Donde viven las historias. Descúbrelo ahora