SEÑORA SWAN

Born to die

Un paseo en bicicleta al atardecer fue la idea que tuvo la rubia el día 15  sin reconquistar a su bebé. Ya 15 días de tortura durmiendo a su lado, sintiendo su piel tan suave, viendo su escultural cuerpo moreno desnudo sin poder saciar sus deseos de darle placer.

Regina sabía cómo torturarla, actuaba más sensual de lo que era naturalmente. Ella también se moría de ganas de hacer el amor con la mujer que amaba, pero quería provocarla hasta volverla loca. Sabía que estaba incitando a que la señora Swan con lo pervertida que era, perdiera totalmente el control cuando cediera a estar con ella. Eso era lo que quería, que Emma le hiciera el amor como nunca después de más de tres largos meses sin ella.

Pasearon en bicicletas hasta recibir la luz de la luna, se quedaron un rato abrazadas mirando el inmenso océano. La abstinencia a la que Regina obligaba a Emma solo permitía besos, una que otra caricia y abrazos.

— Bebé, tres meses y 15 días, recapacita — suplicaba la rubia caminando por la costa con la morena abrazada.

— Me gustó pasear en bici contigo y que tomaras mi mano mientras lo hacíamos, fue hermoso, es un punto... señora Swan — esquivo el comentario de Emma.

— Regina, por favor, dime ¿qué tengo qué hacer para poder gozar de ese cuerpecito delicioso? quiero darte amor, bebé — se puso con los brazos cruzados frente a la morena — ¿al menos somos novias?

La morena movió la cabeza exasperada con la insistencia de la rubia. Emma de alguna forma tenía razón, quizás era tiempo de levantar el castigo, pero antes tenían que dejar las cosas claras. La abstinencia no era solamente por castigar a la señora Swan. Regina sabía que ella aún se encontraba muy vulnerable por lo de su hija. Cuando la fue a buscar a su casa estaba en una depresión que la preocupó bastante, todavía no sacaba esa imagen tan frágil de la mujer que amaba de su mente.

En el tiempo que llevaban en Santa Mónica en varias ocasiones Emma había despertado llorando luego de soñar con su hija, otras veces de la nada empezaba a llorar extrañándola. En esos momentos ahí estaba su bebé siendo su apoyo incondicional, prometiéndole que todo iba a estar bien. Con el pasar de los días y compartiendo hermosos momentos juntas, la rubia se mostraba más alegre, evitaba hablar de su hija y se concentraba más en su plan de reconquista.

— Emma, decidí venir contigo para que te sintieras mejor, para que pudieras tomar una decisión, tranquila, sin presión — Emma solo exhaló aplacándose el cabello — puedes tener los gestos más bonitos del mundo conmigo, pero yo no tengo la certeza de que tú te quedaras conmigo, tengo miedo... miedo de que ella regrese y tú desistas de nuestros planes para no lastimarla — confesó con tristeza en los ojos — ¿Y qué pasará conmigo? ¿Tengo que seguir siendo tu amante? No quiero eso señora Swan, quiero ser tu mujer, que tú me quieras a mí sobre todas las cosas como lo hago yo contigo.

A pesar de que Emma estaba dolida con lo que había hecho su hija, en ningún momento había dicho lo que Regina quería escuchar. La morena no sabía si estaba dispuesta a enfrentar a su hija o a quien sea por el amor que sentían. No quería ni se merecía que la hija de la mujer que amaba siguiera teniendo poder sobre su relación.

— Bebé, esto no se trata de elegir, porque yo estoy segura de que te amo y quiero estar contigo el resto de mi vida. Yo solo intenté ser una buena madre, solo quería verla feliz... — susurró triste — esto para mi jamás ha sido de elegir a una, tú eres la mujer que amo, no mi amante, créeme que de mi parte hace mucho tiempo se lo hubiera dicho — le besó una de sus manos —ustedes dos son lo más importante que tengo en mi vida, solo quiero ser feliz a tu lado y que ella también lo sea.

— ¡No le importas, Emma! valórate un poco más mi amor, te dejó, te manipula, ella no es la dulce niña que aparente ser — sacó eso que desde hace mucho tenía en su interior.