II

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Narrador.

El pelotón esperaba con nerviosismo al general y sus tenientes generales. Ellos iban a estar al mando en su instrucción. Y en medio de un manojo de hombres que se mostraban firmes y en fila, 5 cabezas de pelo moreno recogidos en una firme e impoluta coleta, destacaban como si de alienígenas se tratara. Aún que las cinco vistieran lo mismo que los demás, una camiseta de tirantes beige (la de los varones es de manga corta no de tirantes) con unos pantalones de estampado camuflaje y unas botas negras militares, el echo de tener mujeres en una carrera que era naturalmente masculina llamaba la atención.

Todos se colocaron en orden y en posición rígida en cuanto la puerta del cuartel se abrió y de ella salieron cinco hombres vestidos con sus uniformes de los cuales colgaban los reconocimientos de todas sus batallas y logros conseguidos.

Todos se esperaban a cinco generales curtidos en varias batallas y de actitud firme y fría pero en cambio de eso se encontraron a cinco muchachos de nos mas de 35 años que iban comentando algo realmente gracioso por sus sonrisas y sus risas grabes y aterciopeladas. Uno de ellos se iba colocando la gorra de militar sobre su abundante pelo mientras andaba hacía ellos.

-Respiren cadetes, créanme, van a tener que estar firmes mucho más tiempo del que se esperan así que por ahora bajen la guarda.- Su voz era grave, ronca, aterciopelada y lenta. Era alto, más que cualquiera de ellas, ancho de espaldas y firmes brazos. Sus ojos de lejos parecían verdes claros, aún más claros debido al reflejo del firme sol de florida. Era un hombre guapo, y su sonrisa indicaba que su apariencia inicial amigable era solo una trampa.

Ellas dejaron soltar un suspiro al relajar su forma y Mariana se apretó la coleta haciendo que la atención del general se posara en ellas. Levantó una ceja divertido y se acerco a ellas con paso jocoso, igual que su burlona sonrisa.

-Pero que tenemos aquí.-exclamó poniéndose en frente de ellas examinándolas de arriba a bajo.-Oigan, creía que sus expedientes en mi escritorio habían sido una simple broma de parte de los cabrones de admisión, pero parece que no era una broma.- rió y su profunda voz causó cosquilleos de unos de los profundos ojos negros que le observaban. Aparte de parecerle condenadamente caliente, ese hombre le parecía un gilipollas en toda regla y Silvie no es que fuera alguien que mantuviera la boca cerrada en los momentos en los que no había que decir nada, así que aspirando una gran bocanada de aire soltó lo que le inspiraba ese momento.

-¿Le parece una broma la carrera o la decisión de alguien para su futuro? Me esperaba a alguien más sensato para este trabajo.-El ruloso sonrió de lado mirando a la morena que intentaba aparentar seguridad.

-Su nombre.-se acercó más a ella.

-Silvie, Silvie McArmy.- pronunció las palabras con un acento típico del norte de Inglaterra.

-Yo soy el general Styles señorita McArmy y créame me molesto bastante en asegurarme de que mis soldados estén totalmente seguros de su decisión de entrar en el ejercito antes de permitir que empiecen, y le aseguro que ninguna de ustedes está realmente segura de esto. ¿Por qué no se marchan y dejan que algún hombre se haga cargo de ustedes?- A parte de gilipollas, machista. Lou se mordió la lengua para no dejar escapar una maldición contra el general mientras Aria se removía inquieta ante la dura mirada del teniente Payne. Los 4 tenientes se acercaron a donde su compañero Harry estaba.

-Uh, señoritas.- exclamó el teniente Horan en cuanto las vio provocando las risas de sus amigos y que de la boca de Bella saliera un bufido. Se suponía que no tendrían que ser así, la orientadora de la universidad les advirtió que aquello no era el patio del colegio donde lo podían manejar todo fácilmente. No, definitivamente aquello no era un juego de niños. El moreno de piel canela y mirada penetrante pasó la lengua por sus labios y se aclaró la garganta.

-Ya les informaste de la posibilidad de salir de aquí ¿cierto? A lo mejor deberías darles una buena suma de dinero y soltarlas en el centro comercial más cercano, te aseguro que se lo pensarían dos veces.- dijo apoyando la mano sobre el hombro de su amigo Louis.

-Lo hice.- sonrió el ojiverde burlonamente.- Pero son testarudas, demasiado bravas para ser si quieras buenas ni para un polvo.- esta vez, todos los cadetes, o la gran mayoría, rieron con ellos mientras que la sangre de las cinco muchachas hervía de rabia.

-No se que clase de mujeres a conocido usted teniente...-comenzó Mariana acercándose levemente a ellos con una confianza de cadete a teniente que sabía que perdería en breve.- Me da igual como se llame en verdad, pero igualmente, ninguno de ustedes tiene el derecho de pagar su tardía madurez ni su anticuada condición machista con nadie aquí, ni de hacer esto el circo de espectáculo de introducción, ninguna de nosotras pagaría ni la mitad de lo que hemos pagado por llegar aquí sabiendo que los que nos iban a instruir iban a ser patanes como ustedes, y que sepan que si alguna vez renunciamos, no será ni por la dureza de las pruebas, ni por el tiempo alejadas de sus amados centros comerciales, ni por gilipolleces de si nos rompemos una uña como están pensando, si renunciamos será a tener que aprender una barata introducción a lo que queremos hacer instruida por 5 patanes que no superan ni los años de experiencia reglamentarios como para decirme a mi ni a ninguna de nosotras lo que tenemos que elegir para nuestro futuro y si creían que sus estúpidos e infantiles comentarios iban a influir en algo en nuestra decisión, les adelanto de ante mano que no influye en absoluto, para que al final no se lleven un disgusto.- Y simplemente lo soltó. Soltó todo lo que tenía contenido tanto como ella como sus amigas. Todo lo que les había inspirado su asquerosa actitud desde que los vieron salir. Todo lo que les había provocado que les hirviera la sangre. Todo eso lo dijo con una elegancia, tranquilidad y tono de burla en su voz que solo Mariana sabía controlar a la perfección.

Y absolutamente todo eso hizo que el general Styles levantara una ceja sorprendido por su, según el, insolencia repentina. Jamás nadie les había dicho una verdad tan clara en todo el tiempo que llevaban sirviendo para el ejército de los Estados Unidos de América. Así que el único que podía contestar aquello haciendo que la pequeña rebelde se tragara sus palabras era como no, el teniente Horan.

M.O.R.A.L (First Part) mature h.s.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora