Capítulo XIV

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—Hmm... Dei, ¿crees que a Kisame le importe que nuestros peces tengan su mismo nombre?— Sakura preguntó a su novio.

Hoy era domingo, hacía frío y no tenían nada que hacer, lo que resultó que la mente de Sakura esté muy reflexiva. Ella y Deidara estaban acostados en su cama compartida viendo películas, pero en algún momento la pelirrosa se aburrió de ella y comenzó a cuestionarse cosas extrañas.

—No sé, pero no creo que a Kisame Junior y sus hermanos les importe mucho, sí. —el rubio continuó viendo la televisión, al contrario de Sakura, esta película le interesaba mucho.

Ella rodó los ojos.
—Es-solo piénsalo, es como si Sasori tenga una gallina llamada Deidara. —cuando Sakura se dio cuenta de lo que acababa de decir, río. Deidara la miró frunciendo el ceño.

Él no haría algo tan estúpido, sí.

—Sólo piénsalo, tenemos un perro llamado Daiki, una paloma llamada Katsu, una serpiente llamada Kufa, babosas llamadas Katsuyu, arañas llamadas Kifuko y peces llamados Kisame. Sólo digo, ¿no es raro que sólo uno tenga el nombre de nuestro amigo?

—Es más raro que tengamos tantas mascotas, sí.— la Haruno lo golpeó no tan suavemente en su hombro por su comentario no muy bienvenido.

—¡Es tu culpa, no dejas de comprarlos!— él se rió.

—Sí, como sea. ¿Lo que quieres decir es que quieres que nuestras mascotas tengan los nombres de Akatsuki, hn?

Sakura parpadeó y negó con la cabeza.

—¡No! ¿Para que querría eso?— ella frunció el ceño, su novio se encogió de hombros.

—Sé más detallista, eso es lo que diste a entender, sí.— la pelirrosa rodó los ojos, de nuevo.

—De todas formas, lo que quiero decir es, ¿por qué ponerles Kisame a nuestros peces y no otros nombres más originales?

—Si Kisame te escuchara, se sentiría ofendido, sí.

—¡Sabes a lo que me refiero!

—Bueno, dime, ¿al verlos no pensaste en Kisame, hn?— Sakura asintió. Realmente, cualquier pez le recordó a su amigo azul.  —Bien, esa es la explicación, sí.

Sakura exhaló, se cruzó de brazos y se acostó mirando la pared.

—Eres imposible.

—No seas así, sí. Sabes que me amas.— Deidara sonrió, aunque ella no lo vió.

—Sí, lo hago. Y sólo por eso me casaré contigo.

—Sí, así es, hn.— entonces él río.—¿Sabes? No te sale hacerte la enojada, sí.— Y para no enojarla más, él le dió un abrazo fuerte, pero no la soltó.

—¡Ya deja de molestar! Eres fastidioso, uff.— ella se quejó intentado soltarse, pero no pudo(mejor dicho, no quiso) y luego dejó de intentarlo.

—En realidad me amas, sí. Si quisieses, ya te habrías soltado. Y por si lo olvidaste, yo también te amo mucho, hn.— él le recordó dándole un beso en la mejilla, acto que la puso roja, y acomodándose mejor. —Buenas tardes, sí.

Y fue así, como Sakura se permitió una sonrisa y pudo descansar de la dura semana que había tenido, durmiendo al lado de su amado futuro esposo.

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