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21 horas de viaje daban para mucho. Escuchar más música, dormir, escuchar los ronquidos de otros pasajeros, mirar por la ventana (aunque siempre se ve lo mismo) y más.

Cuando Jenna me avisó de que llegábamos incorporé el asiento y me desperecé. Faltarían unos 10 minutos para aterrizar.

-¿Mis padres te dijeron algo de por qué Australia y no...no sé...Inglaterra?- pregunté.

-Creo que tus padres no eligieron el destino- respondió.

-Entonces estoy aquí porque toda mi familia ha querido mandarme a la otra punta del mundo- concluí.

Silencio.

-No...tu familia ha elegido el destino que creía más conveniente para ti.

-Estupendo- dije.

-Escucha todo lo que te voy a explicar -tomó aire.-Australia es un destino un tanto diferente-empezó-Muchas de las personas que vienen se quedan en casas de acogida. Eso les da la oportunidad de conocer mejor la vida de una familia australiana -claro, eso es genial si te atreves a hablar con ellos, pensé-Al finalizar los 3 meses estas personas tienen la opción de presentarse a un examen de aptitud. Si aprueban, obtienen la posibilidad de quedarse a estudiar como mínimo 6 meses. Si la familia está de acuerdo, puede vivir con ellos. Sinó, se ayuda al estudiante a buscar un lugar donde alojarse- explicó. Eso me hizo sonreir. Cabía la posibilidad de que después de todo pudiera salir de aquí...bueno, de allí.-Entonces si me dejas opinar, tu familia se esta esforzando para ayudarte de cualquier manera.

-Te agradezco esto, pero no tienes ni idea de lo que me hace feliz y lo que no- dije tajante.

-¿Tu no sabes que tus padres me han explicado todo lo que te ocurre verdad? Lo sé todo sobre tus ataques de pánico, depresión...

Genial, ahora parecía una loca.

No dije nada.

De repente la luz del cinturón se encendió. Empecé a temblar y a tener unos de esos horribles ataques.

No podía atar el cinturón. Me enfadé conmigo misma por ser una inútil con ataques de pánico. Estaba a punto de pasar 3 meses, sola, a no sé cuantos quilómetros de casa. Reprimí las ganas de chillar, no me llegaba suficiente aire para respirar, me mareaba. Jenna me puso el cinturón y no paraba de decir cosas para tranquilizarme, pero no era capaz de escuchar nada. Pasaban los minutos y poco a poco encontré las fuerzas para calmarme. Me concetraba en respirar.

Cuando aterrizamos aún temblaba pero me encontraba mejor. Intenté hablar para distraerme.

-¿Quién me recojerá?

-En un principio he hablado con Karen y su hijo vendrá a buscarte- dijo Jenna.

Supuse que Karen era la madre, bastante lógico.

Ese hijo llevaba 15 minutos de retraso, Jenna llamó a alguien y preguntó por un tal Michael. Habló durante un buen rato y finalmente cuando colgó, se acercó y me dijo:

-He llamado para ver porque él- supuse que Michael-no viene. Se ve que le ha surgido algo pero sus padres estan trabajando y no pueden venir. Te acompañaré.

Buenas vibraciones. Muy buenas. Que me abandonaran ya el primer día era maravilloso.

Cogimos un taxi para llegar. Gracias a mi suerte el taxi apestaba. Me pasé todo el viaje aguantando las ganas de vomitar y tosiendo. Tenía ganas de matar a ese tal Michael por hacerme coger un taxi.

Nos detuvimos en frente de una casa de un solo piso. Era marrón, con jardín, enorme. En la puerta nos esperaba una mujer rubia quién dijo con un acento increíblemente marcado:

-¡Hola! ¿Habéis tenido un buen viaje?

Yo no sabía que hacer, ¿me entenderían? Solo me sonrojé e intenté decir a la vez que le apretaba la mano:

-Hola.

-Encantada Lídia, ya teniamos ganas de verte.

-¡Hola, Karen! ¿Cómo estás?- exclamó Jenna detrás mío.

-Bien, bien- rió Karen- Hacía tiempo que no te veía.

-¡Lo sé! En un principio no iba a venir pero como Michael no podía, la he acompañado yo.

-Tenéis suerte de que acabo de llegar porque él no está en casa. Adelante, pasad. Tomemos algo.

-Yo no puedo quedarme. He de ir a la oficina a rellenar el papeleo. Os dejo para que os conozcáis mejor.

Dicho esto Jenna me dió su número de teléfono por si lo necesitaba, se despidió y se fue.

Karen me ayudó con la maleta y me condujo dentro.

Al entrar en casa había un enorme salón. A lo lejos se podía ver la cocina y la puerta/ventanal para salir al jardín.

Pasamos al lado del salón, llegando a un pasillo con muchas puertas. Karen me iba indicando.

-La primera a la izquierda es uno de los baños. Al fondo está nuestra habitación. Esta de aquí- dijo señalando la de la derecha-Es la de mi hijo, Michael. Entre las dos tenéis vuestro baño y esta de aquí es tu habitación.

Entramos en un amplia habitación de paredes color beige y con dos ventanas enormes que daban al jardín. A la derecha se encontraban la cama y un escritorio. A la izquierda el armario y unas pequeñas estanterias con muchos CDs. Me acababa de enamorar de ese lugar.

-No es gran cosa pero espero que sea de tu agrado- dijo Karen.

-Es perfecta -dije sonriendo.-Muchas gracias.

-De nada cielo. Siento que hayas de compartir baño con Michael, tarda más en arreglarse que una mujer- reímos- Bueno te dejo que te instales, luego vendrá una amiga a tomar algo, te la presentaré, le gustarás.

Me dediqué la siguiente hora a colocar la ropa y ducharme. Intentaba calcular cuanto me duraría el jet lag pero las matemáticas no son lo mío.

Sobre las 4:30pm o así Karen me avisó de que su amiga había llegado. Salimos al jardín, este estaba rodeado por una valla de postes de madera y también habia como una casa de invitados o algo así. Karen había preparado en la mesa tres tazas, bolsitas de té y unos sandwiches. Su amiga era más bajita y también rubia. Al girarse enseñó su gran sonrisa. Parecía muy amable.

-Lídia, te presento a Liz Hemmings. Liz, ella es Lídia la chica del intercambio de la que llevamos tanto tiempo hablando- nos presentó Karen.

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No es un graaan capitulo, lo sé :P dentro de poco aparecerán los chicos, lo prometo! Espero que os haya gustado :)

Lídia xx

Let me fix you (PAUSADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora