ten

342 37 1
                                    

—Tenemos que irnos.—exhaltada me paré de la cama y me dirigí hacia la puerta. Todos los chicos me siguieron con la mirada, sin embargo Cinco no me estaba siguiendo. —Cinco.

—¿Cinco?—preguntó confundido Richie.

—¿Eh?—quejó. —Es un apodo que tengo desde pequeño.—le dijo a los chicos de la manera más normal posible.  —¿Tan rápido nos iremos?

Suspiré un poco desesperada. No me sentía bien, era urgente que pudiéramos hablar. Lo necesitaba.

—Por favor.—pedí.

Cinco, de una manera muy extraña, parecía no querer irse. De haberme prácticamente exigido que matemos a los niños, ahora parecía que no quería despegarse de ellos. Cada vez me sentía peor, física y mentalmente.

—¿Te sientes bien, Eliza?—preguntó Bill parándose del suelo. —Eddie, dale algo.—“¿Cómo te sientes?” Dijo al fondo Eddie.

Miraba atenta a Cinco, esperaba que se diera cuenta que estábamos sangrando levemente en los chips. Estábamos conectados, y parecía que ni siquiera sentía un piquete, mientras yo estaba muriéndome por dentro.

—Bien. Quédate aquí, Cinco.—dije molesta y de alguna manera triste, ¿qué mierda le pasaba? —Te veré en casa. Deberías cuidarte, quizá te contagie.

Cerré la puerta del cuarto de Bill, y di un salto de lugar hasta la habitación de hotel. Me dirigí al baño, me sentía terriblemente mal, cómo si tuviera una depresión que estuviera carcomiendome por dentro.

Me miré en el espejo, sin dejar de ver mi rostro toqué la herida que me había salido por alguna extraña razón.

—Mierda, papá. ¿Por qué todo es tan difícil?—susurré en llanto.
No había lágrimas negras.

Comencé a auto-curarme y hacerlo me dolía y ardía. Jamás me había pasado esto, normalmente jamás siento dolor físico mientras me curo. Resistí mis ganas de llorar, e hice toda la fuerza posible. Me dolía cómo nunca, simplemente sentía una nube negra gigante sobre mí. No tenía ganas de nada, es cómo si alguien me clavara una flecha de tristeza justo en el corazón.

Saqué la mano de mi blusa, rendida me tiré al suelo de rodillas.
Algo le estaba pasando a 5, ¿Por qué no sentía lo mismo que yo?

Desesperadamente intenté contactar nuestras mentes, pero era cómo si tuviera un vértigo interminable. Todo me dolía, no tenía la fuerza de nada. Golpeé la pared, blanca con manchas rojas gracias al golpe que le metí. No era suficiente para comparar lo que sentía en ese momento.

“Quizá esto era lo que sentía Vanya” sonó mi propia voz en la cabeza.

—Mierda, subconsciente, no me des la espalda también tú.—me dije, aún hundida en llanto.

Me recargue sobre la pared y enredé mis brazos sobre mis rodillas. Escondí mi cabeza en ellas, habían demasiadas cosas que asimilar. Ni siquiera deberíamos estar aquí.

Deberíamos. ¿Dónde están los demás?

—¡DIEGO!—grité mientras me aventaba hacia un fallido salto de lugar y tiempo, me pegué sobre el lavamanos y ahora todo es color negro.

__________________________________

5.

Auch. Sentí un doloroso golpe sobre mi cabeza, aún estando intacto y sin moverme. Cerré mis ojos y puse mis manos sobre mi cabeza,
“¡DIEGO!” sonó en mi mente. Era la voz de Cero.

—Deberíamos llamar a un médico.—dijo Eddie. —¡No, Richie imbécil! No soy un médico, no sé qué hacer. Él de verdad se ve mal.

—¿Tú y Eliza son gemelos, o mellizos? Pareciera que tienen lo mismo.—me decía Stan, pero no me sentía lo suficientemente bien para contestar. Me dolía la cabeza infernalmente.

—Necesito irme.—dije cómo pude, levantandome de la cama. Bill me retuvo, haciéndome para atrás.

—No. No estás en condiciones, deberías quedarte.—me dijo. Abrí mis ojos, mi chip, me estaba dando retorcijones dentro de mi panza.

—Déjame...—susurré. —De verdad, necesito irme. Quiero ver a...

—Eliza.—me interrumpió Richie. —¿Entonces sí tienen eso, de los gemelos, que sienten lo mismo al mismo tiempo?

—Necesito ir al baño.—me paré de la cama y me encerré en él. Di un salto de lugar, necesitaba ver a 0.

—Te lo dije. Ya no estaría aquí.—Bill abrió la puerta del baño, atrás de él todos los demás miraban fijamente el baño.

000 ; «Número 5»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora