Capítulo 2: Los tres pilares y la ilusión

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Mis deseos y metas de joven, aquel interés de saberlo todo, de tener todo el conocimiento, la gran práctica manual sobre exploraciones físicas, o maniobras terapéuticas, el llegar a tener una gran casa, reconocimiento en mi profesión, y un sinfín de visiones que tenía sobre lo que quería que fuera mi vida, no era lo vital que ahora entiendo, pues aquí en mi mecedora de madera, mientras veo un bello lago bajo la lluvia allá afuera, tejo la telaraña de mis recuerdos, nacidos debido a la reflexión del libro que sostengo en mis manos, "El viejo y el mar", comprendo ahora que la vida se basa en tres pilares: la salud, la felicidad, y el éxito, siendo los tres subjetivos, pues esos tres grandes tesoros, curiosamente van cambiando en prioridad, en la importancia y en el deseo que les damos, conforme vamos creciendo, madurando y a la vez envejeciendo, pues recordando aquellos tiempos en que yo era joven, donde saltaba bajo la lluvia por la noche, corriendo por las calles después de salir del cine con mi mejor amigo, riendo y salpicando, o donde diario iba a mi escuela caminando, y corriendo cuando se me hacía tarde, o inclusive aquellas veces donde resistía de aquellas noches donde la preocupación, la cafeína, y mis deseos por un buen promedio me quitaban el sueño, en todos esos instantes, yo no deseaba salud, pues la tenía, sino que veía expectativo al éxito, como el niño que ve maravillado un arcoíris por primera vez en su vida, y corriendo querer llegar a él, nunca tocarlo, sabiendo que faltaba por conocer, por crecer y madurar, para saber lo que realmente eso era, así como el verdadero éxito, una ilusión.

Aquellos eran buenos momentos, de risas, de gozo, de aprendizaje, de absolutamente todo lo imaginable, mientras que en este momento, regreso a pisar tierra, a la realidad después del tremendo viaje por mis recuerdos, bien me decía mi padre cuando me contaba sobre su niñez, tras un largo suspiro, "recordar es vivir", sin embargo ahora me toca a mí, teniendo esos bellos pensamientos los cuales de forma solitaria, tornan a pintar una sonrisa furtiva sobre mi viejo rostro, viejo sí, pero también noble aún.

Mis ojos cansados, ya pasaban por la última parte de aquella historia que leí alguna vez de joven, "El viejo y el mar", ahora la disfrutó de otro modo y la comprendo de otra forma que en ese joven entonces donde pensaba que podía comerme al mundo de la noche a la mañana, pero sin saber cómo. Aquella idea desconcertaba, pues en la juventud existe la fuerza, y vive la esperanza, como si fueras a vivir por siempre, como si la vida no tuviera un fin, ni un comienzo, aquel momento añorado ahora, donde las preocupaciones más grandes eran vagas, eran efímeras, y sin embargo las pensaba tan reales, cercanas, y cansadas, mientras que ahora, la única preocupación que me queda, es el tiempo restante, y más que nada la calidad del mismo.

Todos los días, al terminar de leer y de haber bebido un vino, me dirijo hacia mi cama, donde me siento un momento y veo sobre mi mesa de noche una foto, aquella bella imagen donde aún nos encontramos los dos, luego ya como un viejo acostumbrado, arraigado a sus hábitos me recuesto lentamente y en mi cansancio volteo a mi lado y veo el espacio que queda ausente en mi cama. Ahí, en ese espacio vacío, así como quedó en mi alma... veía en mis más grandes anhelos verla a ella, algunas noches sé que está ahí, y en otras cuantas reconsidero que son mis lamentos por quererla de vuelta. 

A Través del RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora