Ana era una mujer verdaderamente apasionada, sin embargo presentía un tanto de vergüenza de su parte al principio conmigo, pues en algunas ocasiones daba una sonrisa furtiva viéndome a los ojos, una forma la cual solamente la he visto en ella, también le costaba un tanto abrirse a las personas, lo cual yo aprecié, pues sabía que era una mujer la cual no daba su confianza y amor a cualquier individuo que cruzara en su vida, me intrigaba tanto el conocerla.
Aquella tarde yo opté por invitarla a algún lugar, a tomar algo o lo que ella gustara, con tal de pasar un momento más con ella, a lo que ella aceptó con una vergonzosa sonrisa pero con una mirada serena. Pasé de los mejores momentos de mi vida después de ese entonces, teniendo el deseo de tener más días como esos por un largo tiempo más, con ilusión hacia el futuro.
Una mujer bella, pero más que nada perfectamente humana, desbordante de empatía, siempre queriendo lo mejor para las personas que ella veía con dolencias, deseando lo mejor para aquellos seres que sufrían, leyendo siempre con el objetivo de que en el futuro ella podría silenciar los mares de angustia de los enfermos, de los menos afortunados, intentando a su manera cambiar su mundo para poder así mejorar el de terceros. Más que su belleza natural, el café de sus ojos penetrantes, fue realmente el amor que ella le tenía a la vida, el deseo de cuidar lo más delicado, lo que terminó por llevarme al enamoramiento, al caer ante sus cuidados, su comprensión y paciencia. Como si de esa forma sintiera la tranquilidad y el tierno calor que mi alma y mi corazón pudieran estar en el lugar más seguro, y cálido de esta posible realidad, sus manos.
Ella se hacía necesaria en mi vida, pues pasando más tiempo me daba cuenta que mi amada Medicina se había vuelto ella misma, pues en los momentos de tristeza y desesperanza, bastaba con escuchar su voz, y el ver su mirada, para sentir que aún hay vida, que aún hay luz en los momentos de mayor oscuridad, que aún me puedo levantar, pues de los aspectos que más amaba de ella, era que al parecer ella tenía más confianza y fe en mí sobre lo que podría lograr, que yo en mí mismo, siendo ella el aliento que por mucho tiempo me seguía dando vida, y que con su simple presencia me devolvía a la calma, pues siempre lo he sabido, ya que desde aquel fortuito día que conocí a Ana, supe que la mejor vista que yo pude experimentar en mis años de vida, fueron los ojos de mi amada, frente a los míos, y de esta forma yo encontré mi fortaleza, en mi propio ser.
Así de sencilla, así de bella, era Ana.
Pasaron meses y comenzaron a tornarse en un año, y ese año en varios más, conociéndonos a detalle conforme pasaba el tiempo, creciendo y madurando con el pasar de los días, por lo que siempre había algo nuevo que descubrir en nosotros, pues cambiábamos juntos, sin saber la forma en la cual esto sucedería, sino solamente sabiendo la dirección que queríamos en nuestras vidas, y que deseábamos tenernos el uno al otro el día de mañana.
Varias discusiones, reconciliaciones, sonrisas y risas, llantos y momentos de apoyo pasamos juntos, atravesábamos la carrera ayudándonos mutuamente, pues teníamos metas, posiblemente inocentes, inmaduras, pero lo más importante es que las teníamos.
Terminé primero mi carrera y comencé mi especialidad siendo Cirujano Cardiólogo, bromeando que yo curaba aquellos corazones rotos, y ella prosiguió dos años después comenzando su especialidad en Pediatría, pasando los años en nuestras respectivas residencias hasta que cada uno de nosotros concluimos por lo que tanto luchamos, por lo que muchas veces decaímos e inclusive momentos críticos donde nos sentíamos abatidos, sin embargo yo siempre quise creer que éramos aquel apoyo que el otro necesitaba en los momentos más duros y nos ayudaba a levantarnos. Ella enamorada de su carrera hablaba tanto al respecto, pues aún recuerdo sus conversaciones en algunas cenas, o salidas en las cuales podíamos escapar del trabajo, donde apasionada como solamente lo es ella, hablaba sobre los pequeños que veía en su consultorio, las dolencias que ellos tenían y que ella me juraba sentirlas también mientras los veía, sobre cómo algunos cuantos pequeños pacientes los ha visto desde que son casi recién nacidos hasta convertirse en niños mayores. Ella tenía un corazón único como ninguno, pues a pesar de yo especializarme en el corazón, yo lo sabía solamente con el hecho de mirar sus ojos.
Después de lograr varias metas, y olvidar otras cuantas innecesarias, nos encontrábamos justo donde queríamos estar, a pesar de no estar precisamente donde lo planeamos, nos sentíamos las personas más felices en la existencia, y eso era únicamente lo que nos importaba.
Posteriormente de toda esta travesía denominada vida, donde ella fue mi más grande compañera de viaje, le pedí aquello que tanto esperé, que tanto prolongamos para poder primeramente realizarnos nosotros mismos, poder crecer y así compartir lo que construimos, y de esa forma le pedí a Ana que me permitiera compartir mi vida a su lado, y finalmente nos casamos.
Regreso aquí, al presente, en mi cabaña después de sumergirme en la infinidad del lago de mi mente, aun pudiendo sonreír al volver a pasar por mi corazón todas aquellas memorias, volteo a mi pequeña mesa a ver las fotos de la boda donde ella me aceptó en su vida, las tomo entre mis manos y acaricio un tanto su rostro con mis viejos dedos, siento una pequeña lagrima queriendo escapar de mi ojo, así como quieren liberarse todos los sentimientos de mi espíritu, pues fue un hermoso día aquel donde forjamos un solo corazón, entregándonos el uno al otro, viendo nuestras almas desnudas, frente a nuestros ojos, frente a nuestras familias, frente a la vida, puedo sentir tan real el volverla a ver en su vestido blanco, en aquel entonces donde nos sentíamos inmortales e intocables, donde podíamos salvar vidas, curar enfermedades, sanar a la gente de sus dolencias y evitar a la vez futuras, olvidándonos de las nuestras.
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A Través del Recuerdo
HorrorUna llamada, emite su presagio en aquel doloroso día. Soy Cirujano Cardiólogo, retirado en una solitaria cabaña, al pie de un vetusto lago, más viejo que el mismo tiempo. Me aproximo a contestar el teléfono, mientras recuerdo los fantasmas que me at...