Capítulo 8: La cuna

10 3 0
                                    


Entre aquellas pláticas de su trabajo, hablaba aceleradamente de todos aquellos niños y recién nacidos que atendía día con día, ella con alegría comentaba que siempre tuvo el deseo de tener su propio bebé, deseando desde el inicio una niña, hablando frecuentemente de los nombres que quería para ella, pues ella deseaba pasarle su nombre como si de esa forma le pudiera transmitir su vida misma y su amor, mientras que yo proponía otros nombres para llevarle la contraria solamente por la diversión de verla disgustarse, así era ella, así era yo.

Pasaban los meses, e incluso años y comenzábamos a preocuparnos, pues no podíamos llenar la cuna que ella ya había comprado desde el principio, sobre todo la desesperación aumentaba con rapidez, pues ambos conocíamos sobre ello, y hacíamos todo lo que nuestros conocimientos nos permitían e inclusive con contactos y colegas médicos que nos asesoraban.

Seguíamos intentando, acudiendo con especialistas, pero ya sin la misma esperanza, intentando vivir nuestras vidas sin esperar nada, aunque sentía cierta desolación al entrar al cuarto del bebé y ver la cuna aún vacía. Empezamos a vivir otras cosas, y tal cual lo escribo comenzamos a invertir nuestras mentes y a distraer nuestro tiempo, pues aprendíamos cosas nuevas, yo tocaba piano y guitarra y me agradaba componer, así como me dedicaba a pintar en algunas ocasiones, igualmente dedicarnos a hacer ejercicio, diferentes deportes, tenis, futbol, basquetbol, natación, bicicleta, inclusive hasta viajamos a otros países, a sitios que siempre quisimos conocer, realmente intentamos todo, y al mismo tiempo sentí en mi alma que llegamos a unificarnos y sentirnos provechosos, además de nuestras carreras. Intentando engañar al padre tiempo, pues sabíamos que cada año que pasaba, significaba un aumento a la probabilidad de que nunca podamos unificar y concretar la vida de ella y la mía juntas en un solo ser amado.

Seguimos nuestras vidas, y Ana se tornaba cada vez más aislada, pues a pesar de todo, parecería que llegaríamos a lo inevitable, un futuro que no queríamos ver, que se avecinaba y parecía tan probable, siguiendo intentando todo tipo de terapias y tratamientos nuevos, sin dejar de luchar por lo que queríamos. Ella se hacía más callada cada día que pasaba, yo sabiendo la razón, hasta que en una mañana en la cual desperté no la encuentro a mi lado, siendo inevitable recordar a la vez su ausencia ahora que soy viejo en esta cabaña, a un lado en mi cama, como si dicha ausencia fuera un presagio de desgracia en mi vida, sin embargo aquel día, unos minutos después, ella regresa al cuarto un tanto estupefacta, con la mirada perdida hacia el espacio, sosteniendo algo en su mano, hasta que sus ojos se encuentran con los míos mientras yo digo su nombre, por lo que nuestras miradas se entrelazan, justo como el día que la conocí en aquel accidente. Lo supe, pues son aquellos ojos marrones y cálidos los que siempre he sabido leer, a lo que posteriormente se pintó su rostro de alegría, como si ella hubiera vuelto a nacer, y de esta forma sin decir nada se lanza a la cama gritando de felicidad, mientras yo comienzo a reír, lo sabíamos.

Son aquellos momentos simples y sencillos, donde ambas personas en un pequeño espacio, posiblemente sobre un colchón en una mañana cualquiera, cursan uno de los momentos más gratos y felices de sus vidas, sin ningún otro factor, sin gran preparación, de la forma más bella e insospechada, pues son esos momentos inesperados los que llevan a la felicidad al ser humano, momentos como un accidente bajo la lluvia donde conoces a tu amada, y momentos como ese día, donde cambiaría mi vida para siempre.

Ana ya esperaba a nuestro bebé, ella tenía 34 años y yo 36, y cuidábamos a esa criatura desde su cálido hogar y vientre como si nuestro único trabajo y oficio fuera ese, nada más ni nada menos, pues se valoran mucho más los acontecimientos cuando trabajaste demasiado por ello viviendo por un largo tiempo en ausencia de lo que se desea, anhelándolo cada vez más día tras día hasta que finalmente llega. 

A Través del RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora