Capítulo 12: El arco en el cielo

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Me parecieron horas, sin embargo mi reloj me reclamaba que en realidad no fue tanto tiempo. El Doctor sale del quirófano con la mirada agachada, y al verlo lo supe, así como cuando supe que mi hija me llamó hoy, así como cuando supe que al sonar el teléfono este día hace 13 años se trataba de mi esposa, en ese instante sabía lo que aquel sujeto me diría.

El Doctor se acercó a mí y me dijo esbozando una sonrisa: "Es una niña", por lo que sentí un enorme alivio, como si Dios me diera otra oportunidad de rehacer mi vida después de tan amargo trago, sin embargo un poco más tranquilo y alegre pregunté sobre mi esposa, a lo que el Doctor dio un silencio un tanto prolongado, y a palabras forzadas, respondió mirándome fijamente a los ojos: "Tu esposa no logró vivir".

Aquellas 5 palabras, unidas en una sola frase, bastaron para derribarme en esos instantes, inmediatamente me senté y comencé a llorar, pues me fue arrebatado lo que más amaba en la vida, sin poder esperarlo, sin poder saberlo, mucho menos sospecharlo, tantos años que pasé a su lado y ella al mío, apoyándonos en nuestras decaídas hasta lograr lo deseado, viéndonos crecer, pues nos conocimos siendo aún unos niños, madurando juntos, pensando en que yo me iría primero que ella, ya los dos realizados, denotándonos entre nosotros aquellas arrugas en nuestro rostro, como el mapa que especifiqué, sólo que sería un mapa donde nuestros caminos se unirían, formando un solo horizonte, cuando ahora aquí viejo recordando aquel triste día, sé que mi rostro sólo denotó al final mi propia vida, pues mi esposa no continúo dejando su paso en ella. Siempre creí que este día sería el más feliz de mi vida, pues se presiente oscuro, pero a la vez lleno de alegría, como el arcoíris que emerge de la lluvia y del cielo gris, pero que con un ligero rayo de sol deja traslucir todos aquellos colores que pueden llenar la vida, así el arcoíris como expliqué previamente, una ilusión. Un mar de emociones que al parecer me ahogaba, pues teníamos a la hija que siempre deseamos tener y que amábamos antes de que naciera, pero mi esposa habría fallecido aquel mismo día donde mi hija llegó al mundo.

Un amor nacería y otro moriría, todo en un mismo día, pues así algunas veces resulta ser la vida, sin intención de aleccionar, sin intención de aprender, solamente sucede, sin razón ni porqué, dejándote el corazón desgarrado y a la vez aliviado, con un nudo en la garganta. 

A Través del RecuerdoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora