episodio 9.

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    Los nobles ancianos llevaron en la parte trasera de su humilde camioneta algo o mas bien dicho a alguien, que habían encontrado en las orillas del mar. Así que lo llevaron al centro de Acapulco para pedir ayuda.

      —¡rapido necesitamos ayuda! —decia el hombre al ir bajando de la camioneta, llega uno de sus vecinos.

      —tranquilo ¿y ahora que te pasa?

       —necesitamos ayuda urgentemente

      —¿pero porque? Están pálidos ¿que les pasa?

      —traigo algo en la camioneta ,mas bien a alguien.

      —ya no ves bien por la carretera jose ¿que hiciste?

      —no fui yo ,la tromba de ayer lo dejo ahí en la orilla del mar.

      —¿que es lo que traes? —decia el sujeto serio al irse acercando a la vieja camioneta. Abrió la puertecilla trasera y vio una sabana roja cubriendo algo. —¿que es?

    —veas lo que veas juro que nosotros no hicimos nada ,creo que esta muerto —decía el pobre anciano muerto de la preocupación. El joven serio levantó con cautela aquella sabana y se encontró con el rostro de un joven inconsciente. Dio un salto hacia atrás.

   
      —¿y este muchacho jose? No me digas que te ibas quedando dormido en la carretera otra vez y...

     —te digo que yo no hice nada ,es mas descubrelo mas para que acabes de creerme —lo miro dudoso y retiro mas la sabana del cuerpo del chico y....









      Estaba en el techo de mi casa quitando las algas y los pedazos de palmera que la tormenta de ayer dejo ,incluso me encontré con uno que otro animalito marino ,mi padre me dejo el deber de buscar mas ,ponerlos en un contenedor y llevarlos devuelta al mar.

    —¡Frida baja esa alga! No te la comas —le decía a mi mascota que intentaba comerse una alga con hormigas y como de vídeo viral poco a poco se la acercaba a la boca mientras me miraba —¡que no!

      Y justo cuando abrió mas la boca la quise detener pero la ingrata salto hacia abajo. —¡condenada enana por eso no creces! —le gritaba mientras ella se iba corriendo feliz y triunfante con sus alguitas en las manos.

      —¡ya deja de hablarle a los animales! —me decía Gustavo desde abajo con una sonrisa en su rostro —ellos no entienden tu lenguaje.

     —Frida y yo nos entendemos a nuestra manera —mire hacia donde se escondía —aunque aveces se haga guaje ¡VERDAD!

    El joven veterinario se reía —si te creo incluso te cuelgas del techo como ella. —mas risas brotaban de su boca y luego me di cuenta de que casi estaba de cabeza. Después de enderezarme hice una risa sarcástica.

     —ademas de darme a entender que me llamaste chango ¿que otra cosa quieres? —respondí de brazos cruzados y gesto serio (mas bien un intento).

     —te quiero decir algo

     —pues anda escupelo

      —no...te lo puedo gritar —puse cara de duda y el río bajito con sus manos dentro de los bolsillos delanteros de su bata de medico. —anda sólo sera un minuto.

   Levante ambos hombros y cruce mi techo hasta llegar a las escaleras y poder bajar. Al llegar a la parte de abajo el me tomo de la mano y me llevo a la parte trasera de mi casa.

El principe del océano en peligro.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora