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-Dejaste de tomar los supresores, ¿verdad?

Están tirados en la cama, agitados, atontados, sintiendo su respiración errática empezar a calmarse y su piel tintinear. Están agotados, pero eso no quita que Manuel sea capaz de distinguir la causa de un celo tan fuerte como ese. Miguel, que apenas esta despierto y consciente entre las olas de calor, despega la mirada del techo para ver al alfa a su lado fijamente.

-Sí,-responde en un suspiro. Una parte de él espera evadir la confrontación, y otra espera que sea un pie a ella. -¿Te molesta?

Hay silencio, únicamente interrumpido por el murmullo de sus respiraciones.

-No.

Manuel aprovecha su cercanía para acariciarle la nuca, para pasar la punta de sus dedos por la marca de unión en el cuello de Miguel. Miguel se estremece, apegándose inconscientemente a ese contacto. Se relame los labios, sintiendo su estómago retorcerse mientras busca palabras.

-¿De verdad quieres tener hijos ya?

En la oscuridad, Miguel parpadea. Sus palabras también se atoran en su boca, aunque en Miguel es más típico que en Manuel.

En su cabeza, se dice que sí quiere hijos, porque la vida nunca podría ser peor con ellos, porque entonces podría devolverle a Manuel un poco de esa satisfacción que él le dio cuando se casó con Miguel, aún sabiendo que la gente lo trataba como si tuviera lepra. Pero también siente un poco de culpa trepar sobre sus hombros, porque nota que tampoco ha contribuido mucho en resolver sus problemas de comunicación. 

-No se.

Termina respondiendo porque, posiblemente, es lo que esta más cerca de la verdad. Se quedan en silencio, mirándose el uno al otro.

-En serio tendríamos que haber hablado de esto antes.

-Sí.

-Sí....

-Oye,- empieza Manuel. -Lo siento.

-¿Por qué te disculpas?        

Manuel se encoge en hombros y desvía la mirada, pero no es suficiente para esconderse de Miguel. El omega se incorpora, sentándose en la cama con las piernas dobladas, antes de acomodarse para quedar sobre Manuel. Se sienta sobre su regazo, esperando a que diga algo más.

Termina repitiendo su pregunta cuando no lo hace.

-¿Tu quieres tener hijos?

Manuel se remueve bajo él, tomándolo por las caderas para acomodarlo mientras se incorpora.

-No quiero que pienses que no. Ya te he dicho que eso no es lo que quiero decir.

-¿Entonces?

La voz de Miguel es apenas un susurro en la oscuridad. Manuel traga, aún sosteniendo la mirada.

-Entonces...

Manuel presiona sus labios en una línea, tratando de sacar todas esas cosas que le quiere decir a Miguel y no puede. Que lo ama, que si quiere hijos, que tiene miedo a perder todo, miedo a no poder proteger a una familia. Ni siquiera pudo callar a la gente que insistía en llamarlo omega. Hunde sus dedos en las caderas de Miguel, y este sube sus manos a sus hombros.

Siente el miedo que emana como humo en el ambiente.

-¿Por qué tienes miedo?- pregunta Miguel en un susurro. -Yo te quiero mucho.

Toma aire, apretando un poco los hombros de su esposo en un intento por calmarlo. Manuel no puede evitar odiar lo indefenso que eso lo hace sentirse. Tira de Miguel instintivamente, apegándolo más. Toma su rostro entre sus manos, juntando sus labios con los de Miguel en un beso algo brusco y torpe. Cuando el beso se rompe, pega sus frentes juntas.

-Si alguna vez quisieras irte...- empieza Manuel, tratando de que su voz no se quiebre. -Si alguna vez quisieras irte, no podría dejarte.

Miguel resopla, se remueve inquieto.

-¿Por que haría eso?

Manuel menea la cabeza.

-No puedes. Eres mi omega.- Traga, concentrándose en vaciar todo lo que ha acumulado en su interior. Le cuesta mucho, pero por fin lo deja salir con voz rasposa, apenas audible dentro de la habitación. -Te amo. Asi que no te puedes ir.

Antes que lo sepa, Miguel lo tiene envuelto en un cálido abrazo, y reparte pequeños besos en su cuello. Su piel arde y sus dedos tiemblan. Pero es como si hubiesen quitado un peso inmenso de sus hombros, como si por fin pudiera respirar de verdad. Miguel hunde su rostro en su cuello, y su aliento le hace cosquillas a Manuel.

-Vamos a arreglarlo.

Tienen tanto que arreglar. Tanto que vivir juntos....

Manuel pasa sus brazos por la espalda de Miguel, y con la cabeza apoyada en su hombro, deja que el olor suave que desprende ahogue sus pensamientos.   

Miguel suspira cuando siente sus dientes rozar la piel de su cuello, y cierra los ojos. Por primera vez en un tiempo, esta convencido de que se mueven en la misma dirección, juntos hacia algo mucho mejor.

Vacíos TemporalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora