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Julio no ha dormido nada por que Aria llora a las horas más extrañas de la noche. Quizás porque sabe que no esta en casa, quizás porque la cuna del hotel no le parece cómoda, o porque simplemente no quiere dormir y listo. Sus horas de sueño son intervalos cortos repartidos entre Daniel y él, en medio de los turnos que toman para atender a su hija.

Solo por eso contesta la llamada de Miguel a las seis y media de la mañana. Tiene que balancear a la bebé que aún se queja en sus brazos y el celular que suena estrepitosamente, hasta lograr sostener el aparato en su hombro y atender la llamada.

Debe ser grave si Miguel esta despierto tan temprano por su cuenta.

-Hola.

-Hola,- dice Miguel bajito en la otra línea. No suena como si acabara de despertarse. -¿Te desperté?

-Nah.- Es todo lo que responde, omitiendo todos los detalles del porque. -¿Pasa algo?

-Muchas cosas.

Miguel suspira. Julio se lo imagina sentado en la cocina, con las rodillas pegadas a su pecho y un buen pan con tocino y huevos frente a él. Típico Miguel. El mayor se queda en silencio un par de segundos, y luego se aclara la garganta.

-Sabes, mamá dijo algo el otro día...

-¿Sobre qué?

-Sobre el tema de siempre.

Julio rueda los ojos.

No le sorprende que su madre le este llenando la cabeza a su hermano con ideas tontas. Pero sí le sorprende que Miguel sea lo suficientemente maleable como para creer en las cosas que dice. Supone que no es su culpa, sino de la situación en que tanta presión lo pone.

-Miguel...

-¿Y si tiene razón y Manuel en serio planea dejarme?

Julio hace una mueca. Le cuesta no decirle a su hermano que le estaría haciendo un favor. Con lo mal que le cae Manuel. Con lo complicados que se vuelven ambos al estar juntos.

Tantea la idea un poco. Duda que ese sea el caso. Y le sorprende que Miguel no lo sepa aún. Que él y Manuel son tal para cual gracias a sus errores y defectos. El resto, es todo culpa de los intentos de sus padres por hacerlos encajar aún cuando es claro que nunca lo van a hacer.

Pero no tiene sentido decirle todo eso a Miguel. 

-¿Qué?¿Acaso él no quiere tener hijos?

Miguel se queda en silencio.

-Creo que no.- Responde Miguel después de un rato. -La verdad, no sé. No estoy seguro.

Julio tiene el ceño fruncido, y ganas de tirar el teléfono. Pero no se puede mover, porque Aria esta quieta y quizás por fin durmiendo. Daniel se mueve en la cama, para nada consciente de la conversación que ocurre a su lado. Y Julio no puede evitar hacerse la misma pregunta de nuevo.

¿Qué clase de alfa no quiere hijos?

-¿Qué significa eso?

-Es que nunca hablamos de eso. Y cuando intento sacar el tema lo evita.- Miguel alza la voz un poco, pero se detiene de la nada y espera un poco antes de continuar en un susurro. -Y también sabe sobre los supresores—

Hay un ruido en la línea, interferencia, y luego la voz de Miguel vuelve.

-¿Qué se supone que haga?

Miguel se debe estar mordiendo las uñas, comiendo algo, o mirando a la nada. Con los párpados pesados como plomo, Julio solo puede pensar en lo extraño que es que sea Miguel quien le pregunte estas cosas. Aún más extraño que todo eso le interese tanto tan de repente.

Supone que sus padres lograron lo que buscaban.

Una pequeña ola de culpa lo recorre y termina abriendo los ojos de nuevo y parándose de la cama para dejar a la bebé en la cuna.

-Tira el frasco y ya.

Hay silencio en la línea, por un rato tan largo que Julio empieza a quedarse dormido con el teléfono pegado a su oído.

-Suena como una buena idea.- Murmura Miguel.

Vacíos TemporalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora