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Están en el carro de regreso a casa, en silencio porque ninguno de los dos se atreve a romper la tensión que ese encuentro inesperado ha acarreado. Miguel tiene el codo apoyado en la ventana y mira distraídamente por esta, Manuel  simplemente lo mira de reojo.

-Era él, ¿verdad?

Pregunta Manuel eventualmente, sin poder aguantar las ganas de saber por otro segundo más.

-Sí.- Responde Miguel, volteándose para verlo. Se remueve incómodo. -¿Como lo supiste?

Manuel se encoge en hombros, con la vista fija en el camino.

-Apestaba a hierba.

Miguel bufa, ahoga una risa y menea la cabeza. Manuel, en cambio, solo frunce el entrecejo sin decir nada más. No le gusto para nada eso de cruzarse con la antigua pareja de su omega. O que esta intentara iniciar una pelea, solo por sentirse más alfa.

Miguel se aclara la garganta.

-Sigue siendo un cojudo desubicado....

Es todo lo que dice, antes de volverse a distraer con la ventana y lo que sea que tenga en la cabeza por el momento. Manuel presiona los labios, y maneja tratando de mantener la calma.

Cuando llegan al apartamento, empiezan su rutina de siempre. Se quitan los zapatos, los patean a un lado y Manuel se deja caer en el sillón, apoyando su cabeza en el respaldar y cerrando los ojos por un segundo. Miguel, en cambio, desaparece dentro del cuarto sin decir mucho.

Qué tarde tan desagradable, se dice Manuel a sí mismo mientras el adormecimiento empieza a hacerse más y más pesado. De verdad había tenido ganas de partirle la cara a ese sujeto, por un segundo en serio no le había importado que pensara la gente que estaba en el parque o incluso molestar a Miguel. Eso solo le había sucedido pocas veces en el pasado.

Una vez, cuando alguien estaba intimidando a una prima omega, esa vez que encontró a un tipo coqueteándole a su ex pareja, esa vez que...


Lo despierta un sacudón violento, tan fuerte que abre los ojos sintiendo que su cabeza zumba y que su nariz se tapa con el intenso aroma que viene desde el dormitorio. Apenas le toma un segundo ponerse en pie, y antes de que pueda darse cuenta de lo que hace, ya está parado en el marco de la puerta, sus dedos hundidos en la madera a la que se aferra en un intento por mantener la cordura.

Miguel está en el piso, intentando subirse a la cama y fallando porque su cuerpo ha enloquecido y tiembla, y gotas gordas de sudor se deslizan por su frente, y la fiebre no lo deja pensar bien.

En un segundo esta a su lado.

-Estas hirviendo....

Lo ayuda a subir a la cama y a hacerse un bollo entre las almohadas y las frazadas. La piel de Miguel parece estar en llamas, y luce casi tan confundido como Manuel.

Miguel tira de él, pidiéndole que no se aparte. Lo jala despacio consigo, y Manuel no puede oponerse o resistirse.

Vacíos TemporalesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora