Tess

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En 1985 Samuel Cohen desarrolló la bomba de neutrones, una bomba que, según su intensidad, es capaz de matar a los seres vivos en cuestión de minutos, dejando intacto edificios y estructuras... cuando Tess leyó sobre eso estuvo días dándole vueltas al asunto, nunca había entendido del todo a los humanos, ni a su evidente inclinación por autodestruirse, los humanos, decía Dios, eran los verdaderos dueños de la tierra, él los había creado con el propósito de que la habitaran,  "Sean fecundos y multiplíquense, llenen la tierra y ejerzan poder sobre ella, ejerzan dominio sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre todo ser viviente que se mueve sobre la tierra" les había dicho, y ellos obedecieron y fueron más, y dominaron, sin embargo, mientras más eran ellos, menos era la naturaleza de la que venían, del barro del África habían venido,  y ya casi no quedaba barro ni selva en África que no hubieran envenenado. Tess no entendía a los humanos, pero cuando vio el cuerpo de la mujer sintió una punzada de dolor en el estómago.

—  Una amante de nefilims —la voz de Caleb, en aquel lugar y con aquella acústica sonaba de una manera que solo podía ser descrita como celestial. Sentado en el trono del arzobispo, parecía una figura de yeso iluminada por las velas. Tess no respondió y miró al cádaver, la mujer estaba como dormida, los lunares se desparramaban como constelaciones por los hombros desnudos, y el largo cabello caía por su rostro en una cascada carmesí. 

Debo decir que es decepcionante encontrarnos así —siguió el ángel. 

La sombra de una columna caía como un velo oscuro sobre Tess y Derain. Caleb, desde el escaño les dedicó una mirada sombría, para luego esgrimir una gélida sonrisa. 

Pero lo importante es que están aquí para colaborar con nosotros.

— Ese no era el plan original —le confesó Derain.

— Lo cual me pone muy triste —el cabello castaño caía por su frente y la barba recortada reptaba por su anguloso rostro, en la penumbra los ojos del ángel se veían cenicientos, su imponente figura envuelta en sombras casi parecía una aparición o acaso  una pintura en claroscuro. 

Afuera la noche avanzaba, la luna brillaba con un resplandor propicio al momento y un lobo amarillo merodeaba enfurecido por el Támesis, mientras en los bosques aledaños las brujas encendían hogueras y alzaban alabanzas a su diosa. Tess sabía que aquella noche su magia se incrementaría, también daba por sentado que Caleb lo sabría, y las esperaría con alguna trampa, aunque nunca imaginó cuál sería. 

El interior de la catedral se sentía pesado, como si un gigante invisible intentara aplastarlos continuamente, Tess estaba ligeramente febril y pensó entonces que el hechizo era como una bomba de nuetrones para los ángeles, y quien se atreviese a usar magia enoquiana. Nadie dentro de la catedral podía usar magia blanca... le sorprendió que Caleb no hubiese deshecho el hechizo a tiempo, y al mirarlo supo la furia que aquello le había provocado. 

Las luces de las sirenas policiales llegaban a través de los altos ventanales  como un rumor lejano y Tess imaginó a los fieles rodeando la Seo, formando un cordón humano para protegerla, entretanto las cadenas televisivas no dejaban de reportar sobre la amenaza a San Pablo, al tiempo que emitían una y otra vez la conferencia de prensa en la que el Decano de la catedral alertaba al pueblo del ataque. 

Vendrán de todas formas, vendrán y matarán a todos —le advirtió, pero Caleb no parecía preocupado al respecto.

Tess entonces pensó que tampoco entendía a los ángeles, ni a Dios. 

—  ¿Piensas exponerlos al mundo para salvar la catedral? ¿sabes las consecuencias que habrá? 

Caleb bajó de su asiento, cruzó sobre el cuerpo de la mujer y caminó unos pasos, vestía de blanco, y sus alas besaban el suelo pulcro de la catedral dejando una estela brillante detrás. Tess le sostuvo la mirada cuando se posó junto a ella. 

—  A veces se requieren sacrificios, Tess. 

— Creo que debería informar a Abaddon...

el dedo índice de Cabel sobre sus labios calló sus palabras.

—  Se quedarán y ayudarán, porque eso manda el deber. Angus está en las criptas, cuando consiga deshacer el hechizo vamos a repeler sus fuerzas y a matar a todo el aquelarre. Pero mientras no podamos usar nuestros poderes, los humanos lidiarán con ellas... tienen recursos suficiente para aguantar un poco.

Samuel Cohen había inventado la bomba de neutrones, que destruye a la gente, pero no a las cosas, y Caleb había inventado a la bomba de personas, que las destruye a sí mismas, pero protege  los intereses de la inquisición. 

 —No te preocupes, llegado el momento la transmisión se interrumpirá para que el mundo no sea testigo de lo que pase, y la memoria de quienes sobrevivan serán borradas.

Bueno, no podemos cuestionar esos métodos tan caritativos — ironizó Derain. 

El poder de la inquisición no necesitaba más que coartadas para sus crímenes, la impunidad venía sola, se había hecho antes, aunque Tess nunca había usado la palabra crímenes, ni siquiera en sus pensamientos más íntimos, pero supo que esa noche se trataba de eso cuando llegaron los primeros gritos.

Tess pensó en un parque, en una hoja que se pegó a su zapato, en una gotita de lluvia que se precipitó en su frente y también pensó en una casa de playa en Toscana, en la brisa marina que parecía traerle suerte y de pronto quiso estar allí, mirando el mar en una noche de tormenta. O quizás en Central Park cuando nevaba y el césped se volvía un manto de cristal infinito... Tess quería estar en cualquier lugar donde no pudiera ver los ojos sin penstañar del cadáver de Jaqueline, ni su expresión donde parecía estar toda la guerra y más. 

 Un vidrio explotó a sus espaldas y unos pasos se oyeron por la galería, luego fueron otros, y otros... las sirenas sonaban y las luces y el fuego la envolvían como un sobretodo etéreo y ligero. Su cuerpo estaba febril y cansado, pero el aquelarre estaba extasiado y brillante... una bruja le sonrío, segura de la ventaja con la que contaban en aquel momento, pero entonces ocurrió... la bruma casi invisible que rodeaba a la catedral se esfumó y el aire se llenó de chispas blancas a su al rededor. El hechizo estaba roto. 

 

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Las brujas de AradiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora