Noah III

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Para el anochecer del día del solsticio la catedral estaba cubierta por un místico velo rojizo, desde las orillas del río Támesis se veía a las personas como pequeñas figuras de plomo y las luces de los helicópteros que la sobrevolaban contrastaba con las sirenas de las patrullas policiales. Sin embargo allí todo era silencio, el olor a hierba mojada se intensificaba en la insólita oscuridad en la que el enorme lobo se refugiaba, merodeando ansioso, con los ojos pardos brillando intensamente.

El animal se aproximó con sigilo en cuanto la noche cayó, las calles estaban desalojadas y los edificios cercanos permanecían cerrados. Se respiraba tensión y misterio por doquier, las personas recitaban oraciones tomados de la mano y le pareció ver una figura asomándose por las ventanas de la catedral.

Noah, convertido en lobo, ansioso y enfurecido, merodeaba esperando el momento oportuno. Se adentró en la noche y permaneció oculto, silencioso como una sombra, invisible, agazapado entre el arbolado. Los recuerdos de su mente, en cambio, eran ruidosos e inquietos. El recuerdo de su rostro dormido llegaba a él y se apoderaba de todo, su sonrisa, su espíritu inquebrantable, su ingenuidad y su idea de que bastaba con querer mucho algo y entonces se cumplía. Jaqueline creía en la ley de atracción y casi siempre le bastaba con confiar en sí misma, entonces la imaginó en pijamas, escribiendo notas que luego dejaba por los espejos como post-it. La había dejado para protegerla, para darle la libertad de ser quien quisiera ser y donde quisiera ser, sin monstruos que le pisaran los talones... ¿entonces por qué todavía se sentía así? ¿acaso esperaba que lo persiguiera? ¿que corriera detrás? ¿que lo buscara en los vagones del tren o lo esperara en la estación? A veces la melancolía era el lobo que lo perseguía y le mordía el brazo, ¿por qué extraña uno? se preguntó.

A la medianoche llegaron ellas, la mayoría se cubría el rostro con una capucha, aunque la luz de los encantamientos era imposible de cubrir. Con la llegada de las brujas se fue la electricidad, las cámaras y los celulares explotaron en la cara de sus usuarios y fue así que nadie pudo registrar lo que pasó. Se abrieron camino por la fuerza, usando magia y convirtiendo el predio exterior en un infierno, mientras los policías disparaban sus armas, ellas los repelían con hechizos que le infringían dolores profundos o confusiones mentales, el poder de los brujos eran variados y extremadamente peligrosos. No hubo oportunidad para los humanos.

Cuando el velo de la maldición cayó, también estaban caídos casi todos los fieles protectores de la catedral, sin embargo adentro aún permanecían los inquisidores y ninguno, ni siquiera Noah, se percató de la magia angelical que cubrió como un domo a la catedral.

El lobo caminó por las calles cubierta de sangre, cuerpos y escombros. Una nota se balanceó con la dulce brisa que corría...

<< me alcanza con saber que en alguna parte todavía me piensas >> ponía.

En algún lugar del extenso predio permanecía olvidado el cuaderno de Jaqueline, y la brisa robaba las notas antes amontonadas en su interior, la brisa las llevaba y volaban como hojas de acacia, como la hoja que ella había recogido en el parque y jugaba a que era un parche pirata.

<< ¿algún día haremos algo que resista?>>

Las notas volaban y eran esos días en los que ella dormía solo envuelta por sábanas y galaxias enteras reposaban en sus hombros.

<<me quemas, desde lejos todavía me quemas... >>

¿Cómo es que apenas se conocían y la vida ya confabulaba para que nada valiera la pena sin ella? Noah se preguntó dónde estaría desde ese día, a dónde iría después, cuando rompiera el alba y el mundo despertara con las noticias y sin ella, a dónde iría cuando quisiera escaparse de sí mismo y el mundo estuviera siempre a oscuras. Su misión era clara, esperar el momento oportuno y hacerse del tesoro... pero cuando entró a la catedral, entre el caos, las llamas y el polvo, la vio. Brillaba, pálida, inerte, solitaria... Noah pensó que de algún modo toda ella se convertiría en luz y se iría transformada en mil libélulas.

El inquisidor luchaba con una bruja, magia blanca contra negra, la sangre de Jaqueline todavía estaba en la suela de sus zapatos y pronto fue la sangre de la bruja la que se derramó por el piso, su cuerpo cayó al suelo con la garganta cercenada, aquel fue el momento en que las fauces del lobo cayeron sobre Caleb, la carne cedió ante sus colmillos y convirtió su cuello en un jirón de piel y huesos.

¿Sabría acaso lo que había hecho? ¿Sabría que ya no habría más notas pegadas al espejo, ni tocadiscos en el que sonara Bach la madrugada de los sábados, ni barquitos de papel hundidos en el Támesis los días soleados? La sombra de su perfume aún estaba en su olfato y había escondido en una habitación de hotel el mapa señalado con los lugares a dónde podían ir, pero ahora todo era un continente gris y frío.

La segunda embestida fue repelida por un golpe que le fracturó algunas costillas, sin embargo allí estaba, una vez más al ataque, las garras alcanzaron un brazo y como respuesta al zarpazo Caleb le dio un golpe que lo dejó aturdido unos segundos, luego vino el acero clavado en su lomo. La espesa sangre de Caleb goteó sobre su pelaje y permaneció inmóvil, al borde del desmayo.

- Llegó la hora -anunció el ángel-, morirás junto a tus pares nefilims...

- Hay humanos sobrevivientes afuera -Noah la vio creyendo que debía ser una aparición, a espaldas de Caleb la mujer parecía una figura lejana y hermosa con el rostro manchado de sangre.

- Creí que ya habíamos aclarado los pormenores... está hecho Tess.

- Iré por ellos igualmente.

Los músculos y tejidos expuestos del cuello de Caleb entorpecían sus movimientos, así que Tess pudo evadir su ataque, la sangre fluía por su brazo, hasta chorrear por sus dedos, pero seguía firme, avanzando en dirección a la mujer, ella en cambio parecía tranquila, Noah tuvo la sensación de que siempre estaba con esa expresión que transmitía cierto sosiego, el mismo en el que él extrañamente estaba sumido en ese momento.

Caleb la tomó por el brazo y sus rostros estuvieron muy cerca.

- Pobre Tess, tus sueños de liderar jamás se verán cumplidos, eres demasiado piadosa...

Una imagen de algún Santo que Noah no sabía nombrar se estrelló en el suelo, las columnas parecían ceder con el correr del tiempo y el cielo raso empezó a venirse a bajo. Los restos de yeso y polvo cubrieron su cuerpo, aunque algunos cabellos cobrizos se asomaban por los escombros y un zapato se había salvado. Noah supo que jamás podría quitarse esa visión, y fue aquella certeza que lo impulsó a ponerse de pie, por el hocico resbalaba sangre y cada movimiento suponía un esfuerzo extremo, aún así se lanzó contra Caleb.



Las brujas de AradiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora