Día de boda.

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La luz del sol se asomaba por las cortinas, un teléfono sonando interrumpió mi sueño, abrí los ojos despacio al mismo tiempo que abrazaba el cuerpo de Stephen, pegándome a él. Volví a cerrar los ojos al ver que no se inmutó siquiera por el sonido y pensé que quien estuviera del otro lado de la línea podía esperar, si fuera una emergencia volverían a llamar. No logré conciliar el sueño por lo que solo me quedé con los ojos cerrados, no quería separarme del cálido cuerpo de mi mejor amigo, esperaba poder quedarme así mucho tiempo más hasta que lo sentí moverse.
- Sé que no estás dormida - lo escuché hablar pero no abrí los ojos y le di unas palmaditas en el pecho.
- Sh, sí estoy - su cuerpo se agitó debajo de mi brazo y una de mis piernas debido a la risa que soltó, lo que me hizo sonreír y reír también.
- ¿Entonces por qué ríes?
- Soy sonámbula.
- Claro que sí - se volvió a reír pero yo no me moví, decidí quedarme en mi lugar aún con los ojos cerrados, de verdad quería quedarme abrazándolo un rato más.
Él se había quedado quieto, lo que por un momento me hizo creer que había logrado mi objetivo; sin embargo, mis esperanzas desaparecieron con el repentino y rápido movimiento que hizo Stephen. De un momento a otro me encontraba boca abajo con su cuerpo aplastándome totalmente, su peso no me dejaba moverme y ya no tuve de otra más que abrir los ojos.
- ¿Qué estás haciendo? - le pregunté riendo, estaba literalmente acostado sobre mí.
- Haré que te levantes - quitó parte de su peso cuando se enderezó y sin darme tiempo de reaccionar tomó una almohada y me empezó a golpear con ella. Su risa y la mía sonaba en toda la habitación, yo solo podía cubrirme con las manos y en un intento de ganar esta pequeña batalla, logré tomar la almohada y empujarlo, haciendo que se quitara por completo de mi cuerpo al caer a un lado de la cama, no sabía en qué punto nos habíamos acercado tanto a la orilla pero aproveché el poco tiempo que estuvo en el piso para adoptar una posición en la que pudiera defenderme y atacar.
- Con que así quieres jugar - se puso de pie y me dio un veloz golpe con una almohada que quedó cerca de él, fue lo suficientemente fuerte como para hacerme perder el equilibrio y casi caer en la cama. Tomó ventaja entonces tomando uno de mis tobillos para jalarme hacia él, tirándome en la cama; intenté golpearlo con la almohada que tenía en las manos al mismo tiempo que reía, no podía parar, pero fue inútil pues con agilidad logró quitármela y la aventó lejos. Soltó la almohada con la que me atacaba y me levantó poniéndome sobre su hombro como un costal de papas.
- ¡Bájame! - exigí aún entre risas; hizo caso omiso y dio una vuelta seguido de un pequeño salto.
- Soy el mejor luchador, ¿creíste que podrías ganarme? - pasó de cargarme como un costal de papas a cargarme como una princesa solo para poder aventarme a la cama.
Caí justo en el centro y mi cuerpo rebotó ligeramente. No tuve tiempo de reaccionar siquiera pues ya tenía su cuerpo encima del mío una vez más y sus manos sujetaban las mías sobre mi cabeza.
- ¿Te rindes? - preguntó.
- Jamás - alegué, aunque no debí hacerlo. Tomando ambas de mis manos con solo una de las suyas, Stephen comenzó a hacerme cosquillas, sabía que esa era mi debilidad. Intenté soportarlo pero no lo logré, pasaron tan solo unos segundos antes de que empezara a gritar.
- ¡Está bien! ¡Me rindo! - me soltó y se levantó de la cama con ambos puños arriba, celebrando su victoria.
Aventé una almohada a su espalda y nuestras risas pararon cuando el celular volvió a sonar; era el de Stephen.
- Es mi madre - me dijo antes de contestar. Se acostó a mi lado en la cama completamente deshecha gracias a nuestra pequeña pelea. Mientras él charlaba con su madre, yo tomé mi teléfono también y revisé los mensajes que tenía sin leer; conteste los de mis padres preguntando cómo me encontraba y luego contesté los de Wendoline.

W- ¿Como va todo, nena? ¿Ya pudieron hablar?
C- Todo va perfecto, pero no hemos podido hablar, han sido unos días de locos.

No esperaba que contestara rápido, tomando en cuenta que eran las 9 de la mañana en punto y no esperaba que estuviera despierta a esa hora en un sábado, pero me equivoqué, pues su respuesta llegó casi inmediatamente.

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