Gran error.

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• Recuerdo •
El juego estaba por terminar, teníamos poco tiempo para lograr al menos empatar con el otro equipo; la tensión y desesperación podía verse en las caras de nuestros jugadores, sobre todo en la de Stephen, se le veía furioso, lo notaba desde las gradas donde yo me encontraba. No me gustaba verlo así, sabía que era porque el equipo estaba jugando terriblemente mal, siempre eran buenos, ganaban cada uno de sus juegos pero ese día parecía que todos tenían la mente en la luna, y a Stephen como capitán del equipo, obviamente no le gustaba eso. Por un segundo me arrepentí de haber ido al juego, no quería ver que pasaría después de que terminara; a pesar de que ya lo sabía.
El silbato sonó, anunciando la última jugada, junté mis manos y las apreté un poco mientras veía a los chicos correr y pasarse el balón, de un lado a otro; conocía las jugadas, sabía cuál estaban realizando y supliqué porque funcionara. Stephen pasó el balón a Clay y éste se preparó para tirar a la canasta, soltó el balón cuando tuvo la oportunidad, el timbre sonó, el juego había terminado, el balón no entró, habíamos perdido.

El otro equipo celebraba mientras el entrenador Murdock le gritaba al nuestro para que se acercaran a la banca. Los chicos llegaron, algunos se sentaron en la banca después de tomar sus botellas de agua, mientras que otros solo se quedaron de pie, Stephen incluido. El entrenador Murdock comenzó a regañarlos, diciéndole a cada uno lo que había hecho mal durante el juego, estaba tan molesto como Stephen lo estaba, podía escuchar claramente lo que les estaba diciendo. No me había movido de mi lugar, decidí esperar con mi padre - que me había llevado a la escuela en la que jugarían -, hasta que terminara el tremendo regaño que se estaba llevando el equipo, me sorprendí bastante de poder escuchar con claridad la mayoría de las cosas que el entrenador decía, pues la distancia que había entre la banca y el lugar donde yo estaba sentada era grande, además de que el sonido de la gigantesca tormenta que había fuera del gimnasio debía ser más que suficiente para que apenas escuchara a las personas que estaban sentadas a mi lado. Cuando llegó el turno de Stephen para ser reprendido, los demás ya se habían alejado de la banca, quedaban solo Murdock y él; Murdock empezó a gritarle pero Stephen no se quedó callado como los demás y gritó y se quejó de algunos de los jugadores, alegando para que el entrenador dejara de culparlo por errores que él no había cometido. Un rayo cayó y el estruendo que hizo me distrajo lo suficiente para no ver cuando Stephen tomó un balón y lo aventó con fuerza contra una de las paredes del lugar, el sonido del golpe fue lo que me hizo mirar en su dirección una vez más; Stephen se dirigía a la puerta del gimnasio mientras ignoraba a su madre llamándolo para que volviera, pidiéndole que se tranquilizara, pero ya era tarde, él había salido del lugar.
Quise correr detrás de él, pero después de un par de años de amistad sabía que era mejor dejarlo solo un tiempo, que eventualmente regresaría y que entonces podría hablar con él para terminar de calmarlo.

Pasaron varios minutos y Stephen no regresaba, la tormenta seguía y mi padre me dijo que era hora de irnos; no quería irme sin haber al menos visto a Stephen pero sabía que no podíamos esperar más tiempo así que después de ponerme mi chaqueta seguí a mi padre y salimos del gimnasio, caminamos apresuradamente, intentando evitar mojarnos tanto, cosa que era imposible, pero bueno. Camino al estacionamiento de la escuela, entre la torrencial lluvia, logré divisar a alguien sentado debajo de un pequeño cubo que se formaba en uno de los edificios; mi padre también lo había visto y decidimos acercarnos un poco, ese poco fue suficiente para que pudiéramos ver que se trataba de Stephen, estaba sentado en el piso con las piernas dobladas y un poco abiertas, los antebrazos recargados en sus rodillas y la cabeza agachada. Mi padre fue el primero en acercarse, Stephen levantó la cabeza cuando él tocó su hombro mientras le decía palabras de aliento, que solo era un juego de muchos y que sería mejor la próxima vez. Luego se alejó, le pedí que se fuera al auto y le dije que lo alcanzaría en unos minutos; él se fue y yo me senté en el piso junto a mi mejor amigo, debajo del pequeño techo que quedaba a escasos centímetros de nuestras cabezas. Lo primero que hice fue envolver mis brazos alrededor de él, atrayéndolo un poco hacia mi cuerpo, quería que sintiera que lo apoyaba de alguna manera; él no se movió, seguía en la misma posición; sin embargo, pude sentir como su cuerpo se relajó ligeramente entre mis brazos, luego lo solté, me senté a su lado y me acerqué a él hasta que su brazo derecho quedó pegado a mi brazo izquierdo, transmitiendo algo de calor a su brazo desnudo por el uniforme, húmedo y frío por la lluvia. No pregunté si estaba bien o sí quería hablar, sabía que él lo haría cuando lo quisiera y así lo hizo un par de minutos después.

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