Previo al choque

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Fabio POV

Así que la legendaria Lucy Heartfilia se encuentra en esta ciudad, vaya no podía ser mejor mi buena suerte, parece que solo necesitare una sola bala para terminar con su vida, camino por el muelle con la mayor tranquilidad posible dirigiéndome a mi barco, espero que mi tripulación no haya destrozado nada en mi ausencia, pero lo único que puedo decir es que espero que Nidia no se entere de mi huida al bar, cuando regreso a "La Venganza de Santa Lucia" mi suerte no fue tan buena como hace unos momentos, ya que me encontré con ella, mi primer oficial y mi mano derecha en todo, aquella mujer de ojos negros como la noche y cabello castaño que le llegaba a la mitad del cuello recargaba y lo peor es que me estaba esperando, así que mejor debía preparar una excusa, ella me miro con unos ojos de desaprobación y yo solo la miraba sin preocupación alguna.

-¿A dónde fue capitán?- Me pregunto con su misma frialdad que la caracterizaba, así siempre fue ella o eso es lo que yo pienso.

-Fui a conocer la ciudad, es muy bella por cierto, además hay personas muy agradables para conversar y compartir historias e información.- Le dije mientras me iba a subir a mi barco, pero ella se movió rápidamente evitando mi huida a lo que parecía ser un interrogatorio.-

-Usted no recorrería la ciudad a menos que visitara un bar Capitán ¿Cuántas fueron? ¿Quién lo acompaño? ¿Es hombre o Mujer?- Nidia como siempre me conocía como la palma de su mano, me quede callado por unos instantes pensando en mi respuesta.

-Digamos que fui para relajarme un poco y buscar información sobre ese asunto, ¿Entiendes, Nidia?- Le dije con seriedad, al instante ella se movió para que yo pudiera avanzar, sabiendo la situación y el asunto en el que yo estaba metido, Nidia era la única que lo sabía.

-¿Qué ha descubierto Capitán?- Me pregunto sin dejar su seriedad a un lado.

-Poco…y a la vez todo, Nidia, dale a la tripulación un descanso, se lo merecen y no le digas nada a Michelle, prefiero que las cosas se descubran en su momento.- Dije mientras sacaba una botella más de Ron, siempre cargo con unas tres en mi gabardina blanca y se la avente a Nidia quien la tomó sin preocupaciones, al ingresar a mi nave veo que las cosas están tranquilas, un día normal con mi tripulación, peleas, Ron y apuestas, como me gustaba la vida de pirata, pero tendría que prepararme para poder seguirla, esta era mi oportunidad de oro y no la iba a desaprovechar, cuando saluda a mis fieles amigos, me fui directo a mi estudio privado donde tenía todo lo que iba a necesitar, todo estaba en mi escritorio de madera, saque en las gavetas, unos 6 cuchillos, otro par de pistolas por si las otras dos me fallaban y mi posesión más preciada, en una gran caja metálica, saque mi espada predilecta, una espada totalmente reluciente y muy filosa debo de decir, una espada que solo puede ser blandida por un auténtico VanCorr, la espada es la herencia de mi familia, más en concreto de mi bisabuelo, el primer y único pirata de la familia, pero eso cambio. La espada hecha de un acero que dicen que fue forjada por un mago, acero indestructible y que destruye los escudos mágicos, además de su poder, es hermosa estéticamente, su mango dorado con rubís, esmeralda y piedras de jade la rodeaban, sin duda la espada me ayudaría a vencer a Lucy, ya tenía todo listo para ir a mi encuentro contra Lucy, sin embargo alguien entro a mi estudio y ya sabía quién era.

-¿Piensa usar la Kaiser Sword?- Pregunto una vez más Nidia quien me veía observar la espada herencia de mi familia, la guarde debajo de mi gabardina para evitar sospechas, un arma así de valiosa, seria víctima de robo, volví a mirar a mi primer oficial, esta vez muy pensativa.

-Conociendo a mi enemigo, no tendrá piedad y usara sus mejores jugadas, planeo hacer lo mismo, Nidia escúchame con atención, ni se te ocurra seguirme como aquella vez de Portland, ¿Esta bien?- Le dije mientras me dirigía a la puerta para poder salir e iniciar mi búsqueda de Lucy Heartfilia, Nidia me detuvo sujetándome el brazo y esta vez tenía una cara de los mil demonios, tal vez no debí recordarle el caso de Portland.

Ya no soy lo que eraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora