Capítulo V: El duelo

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Nueve y media y Javier no aparecía por ninguna parte, la gente murmuraba y cuchicheaba.

~Anitra, ¿Dónde está Javier?~ preguntó Rafa, el novio de mi abuela.

~Estará al caer, tranquilo.~ dije con una sonrisa.

Y es que mi plan había funcionado.

Flashback:

Después de hablar con Hed decidí poner en marcha mi plan.

Preparé una taza de té y le añadí unas gotitas de un somnífero que había encontrado dentro de la caja de las espadas.

~Que graciosillo que eres Hed.~ dije en voz baja.

Entré a la habitación de Javier y le entregue la taza de té. Ya no había marcha atrás.

A la mañana siguiente me dirigí a su habitación para ver si estaba despierto, estaba profundamente dormido, le hablé y le toqué la cara y nada, no se despertó.

Cuando salí de la habitación me encontré con Concha y todos los demás integrantes de la familia Otis.

~¿Y Javier?~ preguntó Rosa.

~Está en el baño, arreglándose, ¿Os vais ya?~ mentí.

~Sí, ya nos vamos.~ Concha se me acercó y me dio un beso en la mejilla.

Cuando se fueron decidí irme yo también, como no podía ir por el mismo sitio que ellos fui dando un paseo por el campo. En ese momento mi Wack sonó.

~Martina, Martina.~ dijo una voz que pude reconocer como la de Hugo.

~Hey, ¿qué pasa Huguito?~ dije mientras apartaba una rama de un árbol.

~Nada, solo quería contarte que Arantxa está bien y que le hemos dicho que te has ido a un campamento.~ explicó.

~¿Y ha colado?~

~Sí, aunque al principio no parecía muy convencida.~

Pasamos un rato hablando hasta que llegué al acantilado y pude observar que había una gran multitud en círculo esperando.

Fin del flashback

~Esto es indignante, ya que él no se ha presentado los padrinos se enfrentarán.~ dijo el tal don Humberto.

La gente empezó a murmurar de nuevo y pude jurar que vi a Concha siendo retenida por mí bisabuelo porque tenía las intenciones de querer intervenir.

~¿Acepta el padrino de Javier Otis? Si no lo hace será castigado con la pérdida de una parte del cuerpo.~ dijo.

~¿Que parte?~ dije imaginándome la respuesta.

~Una oreja.~

Más murmullos.

~Me enfrentaré a usted.~ dije.

El duelo había comenzado.

Íbamos de un lado a otro, cuando él atacaba yo me defendía y viceversa, parecía que el duelo iba a durar horas y horas ya que ninguno de los dos cometíamos ningún error. La gente comenzaba a aburrirse, muchos tosían con desesperación y otros hablaban entre si, decidí acabar con todo eso.

~Lo siento si esto les está aburriendo pero ahora empezará la magia de verdad.~ dije con una sonrisa.

Don Humberto como los que nos rodeaban se quedaron callados y me miraron con confusión.

~Os he mentido. Soy zurda.~ dije cogiendo la espada con la mano izquierda.

Ataqué a Don Humberto y él se defendió, mi movimiento con la mano izquierda era mucho mejor que con la derecha, mis ataques casi ni se veían, en ningún momento me hizo falta defenderme ya que a Don Humberto no le daba tiempo a atacar.

Finalmente el cansancio pudo con él y acabó con mi espada amenazándole la cara.

~Parece que el padrino de Javier Otis ha ganado.~ dijo Hed acercándose a mí.

Toda la familia Otis vino a abrazarme, nunca me había sentido tan querida, mis bisabuelos me dieron una mirada cargada de agradecimiento. Antonio decidió celebrarlo en el restaurante de la plaza, toda la familia estuvo de acuerdo, nos giramos y estábamos a punto de irnos cuando tuve que darme rápidamente la vuelta para evitar un ataque sorpresa. 

Don Humberto parecía que no había aceptado su derrota. Me defendí de su ataque con maestría y le desarmé en cuestión de segundos.

~Tú eres un arma humana perfecta. Te reclutarán para la guerra, ya lo verás. Yo habré perdido esta batalla pero tú has perdido la guerra.~ dijo escupiendo al suelo.

Después de ese incidente todos fuimos a Mesón Salfredo, el restaurante del pueblo. Aproveché un momento de confusión donde Concha interrogaba a Javier para escabullirme de allí, fuera del restaurante estaba Hed esperándome.

~Mi Lady, ¿como está?~ dijo Hed riéndose.

~Un placer verte de nuevo Hed.~ dije saludándole.

~Al parecer el duelo ha sido todo un éxito. Nunca me imaginé que fueras tan buena.~

~Hed, ¿qué ha querido decir don Humberto con lo de la guerra?~ pregunté.

~Una guerra se acerca. Y puede que las almas más puras e inocentes se vean envueltas en ella.~ por una vez no se estaba riendo.

~¡No pueden reclutarme! Solo tengo dieciséis años.~ dije enfadada.

~Lo siento mi Lady, la guerra es así, intenta resolver todos tus asuntos antes de que vengan a por vosotros.~

~Pero como voy a... ¿Has dicho nosotros?~ pregunté confundida.

~Tu tío abuelo tiene también tu edad, ¿no?~

~¿Javier? Espero que lo envíen a una brigada que no tenga nada que ver con las armas, porque sino no tendrá ningún futuro.~

~Aprenderá. Sé que es un poco cobarde, ya lo viste en mi tienda, pero aprenderá. En cuanto a tí, pásate un día de estos por mi tienda, te enseñaré algunos truquitos relacionados con las armas.~ dijo intentando animarme.

~Gracias Hed, de verdad, no sé que sería de mí si no nos hubiésemos conocido.~

~No hay de que, mi Lady.~ dijo haciendo una reverencia.

Nos quedamos un rato hablando hasta que una voz hizo que nos girásemos.

~¡Anitra! ¿Qué estás...?~ mi bisabuelo no llegó a completar la frase al ver con quien estaba.

~Señor Hedrich, ¿como está?~ dijo intentando ser cortés.

~Ah, señor Otis. Parece que el duelo ha sido todo un éxito, debería estar agradecido de que su mocoso no haya aparecido, podría haber perdido la oreja derecha.~ dijo eso último con unas risitas.

Parecía que Antonio iba a lanzarse contra Hed porque tenía una mirada de odio grabada en sus ojos.

~Anitra, Rosa y Rafa quieren anunciar algo, vamos.~ dijo respirando hondo.

Me despedí de Hed y nos dirigimos al gran salón, allí Rosa y Rafa estaban siendo abrazados por mucha gente, Concha lloraba de alegría.

~¿Qué pasa?~ le pregunté a Miguel, el hermano de Rafa.

No le dio tiempo a contestarme ya que Rosa y Rafa se abalanzaron sobre mí.

~Nos casamos Anitra.~ dijo Rosa.

Les di un abrazo a los dos y fui a felicitar a mis bisabuelos, agobiada por tanto bullicio me dirigí a una ventana que daba a la plaza, me quedé pensando mientras observaba como Hed se limpiaba su túnica.

Una boda se aproximaba acompañada de una guerra, en la que me vería obligada a participar.   

El Legado OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora