Capítulo VII: El robo

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A la hora de la comida estábamos todos sentados excepto Javier.

~¿Dónde estará ese chico?~ pregunto exasperada Concha.

Empezaba a preocuparme, Javier podría estar haciendo algo malo y yo le habría mentido a mi bisabuela.

Entre tanto mi abuela Rosa se dedicó a contarnos que la boda sería la proxima semana y que estaban muy ilusionados.

~Dicen que de una boda sale otra boda. Puede que Javier encuentre a su media naranja~ expresó emocionada Concha.

Rosa solo se limitó a reírse ya que sabía que no había ninguna oportunidad de que su hermano sentara cabeza.

~Hablando del rey de Roma, aquí estás. ¿Dónde te habías metido?~ preguntó Concha.

Javier solo se limitó a sonreir y todos empezamos a comer.

Cuando ya no quedaba nada más que llevarse a la boca en la mesa, Javier se levantó y habló:

~Me voy, no me esperéis a cenar.~ dijo sin mirar a nadie a la cara.

~¿Adónde? Si se puede saber.~ preguntó mi bisabuelo.

~He quedado con la Julia.~

Parecía que Javier no aprendía. Le habían retado a un duelo por sus relaciones amorosas y ahora se embarcaba en una nueva.

Después de unos minutos de silencio tras la repentina marcha de Javier me atreví a hablar:

~Yo también me voy.~

~¿Adónde?~ preguntó sorprendida Rosa.

~Iré a la biblioteca un rato.~ dije mintiendo.

Salí de la casa y tomé rumbo hacia el bosque del tuerto, necesitaba encontrar a Jaiver y evitar que hiciese una locura.

Esta vez no me costó tanto encontrarlo, toda la pandilla estaba sentada en círculo hablando. Sin que me vieran me escondí detrás de una roca y decidí ver que tramaban. Puede que me estuviese volviendo paranoica y me imaginase cosas pero debía de estar segura.

~Habéis traído las linternas~ preguntó el tal David.

Hubo un sí colectivo.

~¿Y las palancas?~ volvió a preguntar

Hubo otro sí colectivo.

~Y tú Javier, ¿has traído las llaves del banco de tu padre?~

Tuve que taparme la boca con las manos porque jamás me hubiera esperado eso.

Y de repente alguien se acercó a mí y me dio un golpe en la cabeza, la oscuridad reinó y de nuevo el tiempo volvió a hacerme su prisionera.

Cuando desperté ya era de noche.

~Mierda. ¡El robo!~ grité.

Corrí lo más rápido que pude hacia el banco de mi bisabuelo y en mi camino pasé por la tienda de Hed.

Aporreé la puerta de su tienda, lentamente se abrió y me saludó la silueta de Hed.

~¡Avisa a la policía! ¡Están robando en el banco de mi bisabuelo!~

No me dio tiempo a ver que hacía ya que eché otra vez a correr hacia el banco. Cuando llegué la puerta había sido forzada, entré sigilósamente y ví a los amigos de Javier reunidos alrededor de la caja fuerte, afortunadamente él no estaba allí.

~¿Has encontrado los papeles de tu padre?~ gritó el tal Piraña.

~Aún no.~ gritó la voz de Javier.

Encontré a Javier en una habitación rebuscando en unos cajones, en ese momento las sirenas y las luces de la policía se acercaban.

Corrí hacia Javier, le tapé la boca con la mano y lo empujé hacia una de las salidas que daban al patio trasero.

~¿Estás loco?~ le grité tirándolo al suelo.~¿Acaso no has pensado en las consecuencias de tus actos?~

Si no fuese un momento tan serio me hubiese reído, Javier estaba tirado en el suelo con la boca abierta como un pez.

~¿Cómo has sabido que estaba aquí?~

Iba a contestarle pero en ese momento escuchamos:

~¡Policía! ¡Quédense quietos!~

Cogí a Javier cómo pude y me lo llevé lejos de allí, pasamos por un callejón y lo empuje contra la pared.

~Si alguien te pregunta estuvimos toda la tarde en casa jugando al ajedrez. ¿Me has entendido?~ le dije cogiéndole del cuello de la camisa.

Javier dio unos asentimientos con la cabeza, estaba temblando y se le veía muy nervioso.

~¿Y las huellas? Está claro que las encontrarán por todas partes.~ dijo en voz bajita.

~No te preocupes por eso.~

Mandé a Javier a casa y le dije que no se moviese de allí. Entre tanto aproveché para ir a la escena del crimen.

~¡Señor agente!~ saludé.

~¡Oh! Señorita Otis, ¿Y Antonio?~ dijo el sheriff del pueblo.

~Antonio y Concha se han ido a cenar fuera del pueblo. ¿Han atrapado a los ladrones?~

~Así es. Ahora procederemos con las huellas.~

Debía impedir que se analizasen las huellas, de lo contrario la familia Otis estaría perdida.

~Señor agente, no es que yo sepa del tema ni nada, pero ¿Debe analizarlas? Ya han atrapado a los ladrones, ¿Para que darle más vueltas?~

~¿Cómo sabe que son varios?~ me interrogó.

~Bueno, está claro que este trabajo es obra de varias personas.~

Parece que al ser un sheriff de pueblo no le dio tanta importancia.

~¿Podrías hacerme un favor?~ me preguntó.~Si alguien te pregunta por las huellas diles que no hemos encontrado.~

Le di un sí afirmativo.

~¿Se sabe quiénes son los ladrones?~ pregunté.

~Oh, espera.~ el sheriff atendió su Walkie-Talkie.~Parece que se ha producido otro crimen, ¿Te importaría llevarlos al calabozo? Tengo un compañero ahí esperando, no te darán mucho trabajo.~

Antes de que pudiera aceptar la tarea él sheriff ya me había dado las llaves y me estaba gritando que se encontraban en el callejón de al lado.

Caminé a un ritmo rápido y por fin me encontré con los ladrones.

Les miré a los ojos y por una vez noté un sentimiento distinto al de superioridad, el miedo.

El Legado OscuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora