Capítulo VI: Pájaros y planes

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Tras el duelo todo el mundo se mostraba respetuoso y temerario ante mí. En el pueblo me había ganado muchos aliados y algunos enemigos.

Con ayuda de los Pirateados conseguí crear una lista con las cosas que tenía que hacer para evitar sucesos horribles, el duelo ya había sido completado.

También me enteré de que Hugo había hablado con mi abuela Rosa y le había preguntado acerca del duelo que tuvo lugar tiempo atrás entre su hermano y un hombre. La respuesta a día de hoy me sigue sorprendiendo y es que mi abuela dijo que no recordaba nada de ese hecho.

Decidí levantarme temprano y no por motu proprio. Un ruido hizo que me sobresaltase y abriese un poco la puerta de mi habitación para ver que estaba sucediendo, no me sorprendió ver que el causante de esos ruidos era Javier. Iba de un lado para otro, parecía nervioso. Parece que mi bisabuela se dio cuenta de los ruidos y decidió ver que estaba pasando. 

~Javier, ¿qué haces a estas horas levantado y causando estragos?~ preguntó adormilada Concha.

~¡Mamá! Me has asustado.~ confesó Javier.

~¿Qué yo te he asustado? Tú si que me has asustado. Creía que habían entrado a robar.~

~¿Quién nos robaría a nosotros?~ preguntó con bastante nerviosismo Javier.

~Puede que el amiguito nuevo de Anitra, de verdad que lo siento, pero me da muy mala espina, ya sabes los rumores que corren.~

~¿Los sabe Anitra?~

~Estoy segura de que no. Si los supiera seguramente lo habría retado a un duelo.~ dijo Concha.

Javier se quedó callado ante la mención del duelo y es que aunque estaba agradecido de que le hubiera salvado el pellejo también estaba algo avergonzado.

~En fin... Yo me voy, volveré a la hora de comer.~ dijo mientras le daba un beso en la mejilla a Concha.

~¡Espera! ¿Adónde crees qué vas?~

~Voy con unos amigos al campo del tuerto.~ dijo confiado.

~¿A las siete de la mañana?~ preguntó suspicaz mi bisabuela.

~Esto... Sí... Roberto que ha dicho que quería enseñarnos un tipo de ave, al parecer solo la puedes ver a estas horas.~ titubeó Javi.

Se escucharon unos pasos y un portazo proveniente de la puerta de la cocina.

Ipso facto me vestí y fui a la cocina donde encontré a Concha murmurando.

~¿Pasa algo Concha?~ pregunté aparentando que no había estado escuchando a hurtadillas.

Mi bisabuela se llevó la mano al pecho, al parecer la había asustado.

~Parece que hoy os habéis puesto todos de acuerdo para asustarme.~ dijo con un suspiro.

~He escuchado ruidos en la cocina y pensaba que habían entrado a robar.~ dije utilizando sus mismos argumentos.

~Javier, que se ha ido con unos amigos a observar pájaros.~ dijo como si fuese algo que hiciese todos los días.

~¿A las siete de la mañana?~ pregunté mirando mi reloj de pulsera.

~No me da buena espina. Siento pedírtelo pero ¿podrías por favor seguirle para ver qué hace?~ me suplicó.

Le di un pequeño asentimiento y me dirigí a la puerta con la intención de marcharme, pero me había olvidado de un pequeño detalle que Concha se encargó de recordármelo.

~¿Acaso sabes adónde se dirigía?~

Chasqueé la lengua con fastidio. Evidentemente sabía donde estaba porque había estado escuchando, pero eso Concha no lo sabía.

~Pensaba buscar por el bosque de al lado del río, dicen que ahí hay buenos ejemplares de... Golondrinas.~ dije dudando la última parte.

~Está en el bosque del tuerto.~ 

Con eso salí de la casa y me dirigí al bosque del tuerto. El problema era que el bosque era muy grande y sería como buscar una aguja en un pajar.

Estuve buscando casi por horas cuando escuché varias voces que se acercaban, decidí avanzar hacia ellas, pero perdí el equilibrio y caí a su lado.

~Anitra, ¿qué estás haciendo aquí?~ dijo Javier que me ayudó a ponerme en pie.

~¿Yo? Estaba observando a un tipo de pájaro que solo se encuentra a estas horas. ¿Y tú?~ le pregunté sonriendo.

Javier se quedó completamente in albis. Uno de sus amigos decidió intervenir por él.

~¿Y eso a ti qué te importa?~

Vaya con el niño, que antipático.

~A mí no me importa. Pero es que es un poco sospechoso encontraros aquí a estas horas y además que no podáis contestarme a una pregunta tan simple.~ dije para callarle la boca a ese niño.

~No hay porque ponerse así. Encantado soy David, ese con el que te peleabas es Piraña, esos dos son César y Julio, ese vestido todo de negro es Mario y a Javier ya lo conoces.~ dijo presentándome a toda su pandilla.

~No creo que haga falta que yo me presente, me recordaréis del duelo, ¿no?~ dije con la intención de intimidarles.

Por supuesto que me recordaban y como ese niño tuviese otro comentario imprudente me convertiría en su peor pesadilla.

~Javier, ¿Puedo hablar contigo un momentito?~ dije haciéndole un gesto con la mano.

Decidimos apartarnos un poco del grupo, cuando me aseguré de que estábamos solos Javier habló:

~Mira, sé que probablemente estés aquí porque te lo ha pedido mamá, pero estoy bien. Hoy todos dejarán de conocerme como el mocoso Otis y dejarán de idolatrar tanto a mi padre.~ explicó.

~¿Qué significa eso?~ dije muy confundida.

~Eso no importa. Ahora vete a casa y dile a mamá que me he ido a casa de Roberto y Carmen.~

~¿Quienes son estos chicos? ¿Por qué nunca los nombras?~ pregunté cautelósamente.

~Porqué sabía que si los nombraba papá y mamá no los aprobarían.~

~¿Me prometes qué si me voy y le miento a Concha no harás nada malo?~

~Pues claro que te lo prometo. Anitra, a la hora de comer estaré allí y todo estará bien.~

Decidí marcharme y durante el camino estuve reflexionando con aquella frase dicha por Javier: Hoy todos dejarán de conocerme como el mocoso Otis y dejarán de idolatrar tanto a mi padre.

¿Qué había querido decir con eso? ¿Le pasaría hoy algo a mi bisabuelo Antonio?








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