Una tregua para el alma

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A veces

A veces añoro no sentirte tras mi puerta

Esperando la respuesta

A cualquier invitación a salir

De las que solías hacerme.

O las tardes discutiendo

Por qué película ver en el cine

Para después no verla

Y sólo besarnos.

Añoro los momentos románticos

En los que me sentía tan bonita

Como tú decías verme.

Añoro las palabras que decías

Susurrando junto a mi oído

Y que retumbaban en mi cabeza

Hasta que las hacía mías.

Añoro cada paso que dabas;

Cada sonrisa que regalabas

A mis ojos tristes.

Tú forma de hablar,

Tus guiños al viento.

Añoro tus manos 

Fuertes

Que me hacían sentir segura

Y sostenían mi mundo.

A veces te añoro a ti.

A mi yo contigo.

Cariño, me he quedado sin versos.

Del amor al odio hay sólo un paso.
Y del dolor al arte, tinta.

Qué bonito escribirte;
fuiste la poesía que más me gustó recitar.

Y el error al que más quise,
aunque no te llegué a cometer.

Siempre me arrepentiré de no regar las flores de tu jardín cuando nos íbamos de vacaciones. Tampoco era mala idea llevarlas en la maleta, ¿no crees?

Eres la piedra que anclé en mi camino,
porque me acostumbré a tropezar
contigo.

Y la gravilla que se cuela en mis zapatos
y me impide andar con buen pie,
hasta que caigo.

Pero lo más triste es dormir juntos bajo la misma luna, y diferentes sábanas.

Qué bonito era verte sonreír
cuando pensabas que no miraba.

Cierra los ojos, que no escucho el mar

Yo era las rocas donde tus palabras rompían cual olas durante la marejada.

Y así quedó todo, naufragado tras la tormenta por la que aún espero calma.

Aún extraño esas caladas regaladas al viento que antes daba al cigarro que nos fumábamos a medias.

Perdóname, pero esto de desaprender a bailar me cuesta más de lo que esperaba.

Montañas RusasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora