Así era como la quería, dispuesta a entregarse a él. Sonrió y la besó. Ella le devolvió el beso torpemente. Exploró su pecho con las manos. Jack supo que tenía que tener cuidado, calcular bien lo que hacía. Aquello tenía que salir bien. Tenía que hacer que se sintiese... como un tesoro.
Para Elsa todo era nuevo, maravilloso, excitante. Jack la tumbó en el suelo, le besó los pechos y le acarició el vientre. Ella se puso tensa cuando notó que le metía la mano por debajo de la braguita del bikini.
Él mantuvo la mano quieta, esperando a que le diese permiso, sabía que lo haría. Después de un momento, Elsa se relajó y abrió las piernas para él, que la acarició con pericia.
— Jack ... —se retorció, aquel placer le era desconocido.
Él también estaba experimentando algo nuevo, por primera vez, disfrutaba dándole placer a otra persona.
Oyeron risas y ambos se pusieron tensos. Se miraron un momento y se rompió la magia.
Jack se quitó de encima de ella, respirando con dificultad. Y ella corrió a atarse la parte de arriba del bikini.
En ese momento aparecieron dos figuras entre las rocas. Jack se dio cuenta de que eran Wendy y Dan.
—¡Chicos! —gritó Wendy.
—Wendy —la reprendió su marido—. Están recién casados, ¿recuerdas?
—Es verdad, esto podría ser casi vuestra luna de miel.
Jack rió, se pasó las manos llenas de arena por el pelo y sonrió.
—Estamos planeando ir a alguna parte, pero, mientras tanto, esto valdrá.
Miró a Elsa, que estaba blanca y parecía confusa. Se maldijo, le habían estropeado su plan de seducción. Después de aquello, no tenía ni idea de cómo iba a reaccionar.
—¿Cómo crees que va la cosa? —le preguntó Dan—. A mí me parece que a Hassell el que más le gusta eres tú.
—Podríamos ser cualquiera —contestó él. Quería que se marcharan y lo dejaran a solas con Elsa.
Quería reparar el daño.
—Que gane el mejor —comentó Dan—. El mejor arquitecto.
—Exacto.
Dan miró a Elsa, que no había dicho ni una palabra.
—Creo que te ha dado demasiado el sol, Elizabeth —dijo—. ¿Vais a volver ya? Nosotros vamos a regresar a la playa nadando. Creo que todo el mundo va a marcharse a casa.
Jack pensó que no merecía la pena retomarlo donde lo habían dejado. Elsa estaba demasiado asustada. Demasiado avergonzada. Tendría que esperar hasta la noche, en la habitación. De todos modos, sería más cómodo y nadie los interrumpiría.
Nada evitaría que se ganase su confianza, su amor, y que lo disfrutase.
—Sí, volveremos con vosotros —contestó. Luego, se volvió hacia Elsa —: Vamos, cariño. Creo que te ha dado demasiado el sol.
—Prefiero quedarme aquí.
—Ya has oído a Dan —insistió él intentando no parecer impaciente—. Todo el mundo va a volver a la casa.
—Iré andando.
— Elsa ... —le advirtió.
—No, Jack, no. No intentes controlarme. Ahora no. Nos veremos en la playa.
Sin esperar su respuesta, se levantó, se dio la media vuelta y anduvo con paso decidido.
Jack maldijo en voz alta. Supuso que lo mejor sería seguirla para asegurarse de que no hacía ninguna tontería, como echarse a llorar.
No tenía ni idea de cómo iba a reaccionar, qué podía hacer si se sentía herida, furiosa o frustrada. Aquello podía costarle el proyecto.
Aun así, iba a seducirla. Lo haría esa misma noche.
Elsa anduvo por la playa intentando concentrarse en el ruido de las olas, los gritos de las gaviotas y el susurro de las palmeras. No quería recordar los besos de Jack, sus caricias...
Pero no pudo evitarlo. Sintió arrepentimiento y asombro.
No podía creer... No. Con Jack. Había esperado sentir deseo, pero había sentido ternura, emoción, necesidad.
Y él no había sentido nada.
¿Por qué no podía ser todo más sencillo? ¿Por qué no podía ella ser menos complicada?
Sabía que él no sentía nada por ella. ¿Podía conformarse con algo de cariño y deseo?
¿Estaba dispuesta a aceptar tan poco, sólo porque era más de lo que había tenido hasta entonces?
No. Quería más, quería lo que le había dicho a Jack. Amor. Respeto. Tal vez una boda.
Y aun así... lo quería a él.
Jack la vio acercarse a donde estaban los demás, parecía furioso. La agarró por los hombros y la sacudió ligeramente antes de darle un beso.
—¿Dónde te habías metido? Estábamos preocupados, pensando que estabas perdida, o muerta... No pensé que ibas a tardar tanto —sonó enfadado e inquieto al mismo tiempo.
Elsa vio que Hilda sonreía al oírlo y que Jan parecía preocupado.
Cómo no, aquello formaba parte de la farsa.
—Lo siento, cariño —contestó ella, siguiéndole el juego—. ¿Me perdonas?
—Tendrás que recompensármelo más tarde —dijo él agarrándola de la mano y llevándola hacia los coches.
Elsa cerró los ojos y se dejó guiar. Por un momento, pensó que Jack no había estado actuando. Por un momento, le había parecido real.
Volvieron a la casa en silencio, cansados. Hilda lo arregló para que les llevasen a todos la cena a las habitaciones.
De vuelta a la habitación, Jack dijo enfadado:
—¿Te das cuenta de lo peligrosa que ha sido tu escenita? Todo el mundo ha hecho comentarios.
Elsa se encogió de hombros.
—Seguro que lo has arreglado fingiendo estar tan preocupado. Jan y Hilda parecían encantados.
—Sí, es verdad —luego, señaló el cuarto de baño—. Dúchate tú primero si quieres. Después tenemos que hablar.
Ella asintió y entró en el cuarto de baño. Una vez debajo del chorro de agua caliente, se preguntó de qué querría hablar Jack. Supuso que quería dejarle claro que lo que había pasado aquella tarde había sido sólo lujuria. Eso ya lo sabía ella, no necesitaba que se lo dijesen.
No obstante, le dolía.
Se preguntó qué habría pasado si Wendy y Dan no los hubiesen interrumpido. ¿Habría intentado Jack hacerla suya? ¿Se lo habría permitido ella? ¿O se habría resistido?
Después de la ducha, se puso un sencillo vestido de algodón y salió del cuarto de baño. Jack se cruzó con ella sin decir palabra.
Llamaron a la puerta, era la cena.
Elsa decidió esperar a Jack, a pesar de que no tenía ganas de verlo. De repente, la habitación le pareció demasiado pequeña, hacía demasiado calor.
Abrió las contraventanas y respiró profundamente. La ventana daba a la playa y, sin pensar en lo que estaba haciendo, salió por ella y fue hacia la arena.
Se sintió mejor allí, sentada con las rodillas apoyadas en el pecho y la barbilla sobre ellas.
No habría sabido decir cuánto tiempo llevaba allí cuando oyó que alguien se acercaba.
—¿Qué estás haciendo aquí fuera? —le preguntó Jack.
—Ser yo misma —contestó, y lo oyó suspirar.
—Swon...
—Ten cuidado, podrían oírnos —le advirtió en voz baja.
— Elsa —se sentó a su lado—. Lo siento.
—¿El qué? —le preguntó, sorprendida.
—Lo que ha pasado antes.
—¿Lo sientes? Pues menudo cumplido.
—Quiero decir que me he aprovechado de ti —empezó—. Y no debía haberlo hecho.
Elsa lo miró con recelo.
—Tú no sueles hablar así.
—Tampoco soy un monstruo, ¿no?
—A veces, lo dudo —murmuró ella, estirando las piernas en la arena.
—Y no puedo culparte por ello. He sido yo quien te ha metido en esto.
—No me digas que te arrepientes.
Él guardó silencio un momento.
—No... —dijo por fin—. No exactamente —levantó la mano y le metió un mechón de pelo detrás de la oreja. Luego, le acarició la mejilla.
Elsa intentó no temblar. No apoyarse en su mano. No dejarle ver lo mucho que lo deseaba.
—En cualquier caso, sólo quiero que sepas que voy a parar.
—¿Parar? —repitió ella, se dio cuenta de que había sonado decepcionada—. ¿Parar el qué?
—Voy a dejar de intentar meterte en mi cama —rió—. Te deseo, Elsa. Quiero hacerte el amor, pero no lo haré. Sé que tú quieres... necesitas más de mí. Y no sé si puedo dártelo.
Elsa no había esperado eso de él, y se dio cuenta de lo mucho que lo necesitaba. Lo necesitaba a él, su sinceridad y su amabilidad. Quería que alguien la mirase, la escuchase. La amase.
—Gracias por ser sincero conmigo —le dijo después de un rato.
—¿Vamos a cenar?
Ella asintió. Jack se levantó y le tendió una mano para ayudarla. La aceptó.
Mientras volvían a la habitación, se preguntó quién era aquel hombre, el de verdad. Quería creer que no sólo le importaba su trabajo. Que no era sólo un manipulador.
Se sirvieron la cena y comieron con apetito, ella sentada en la cama y él, en una silla.
—Háblame de ti —le pidió Jack.
—¿De verdad te interesa?
—Sí. Llevo dos años trabajando contigo. Debería saber algo de ti.
Elsa arqueó las cejas. Seguía siendo escéptica. Seguía preocupada. Pero tenía la esperanza...
—Pensaba que no querías saber —dijo—. Además, no hay mucho que contar. Casi todo está en mi currículo. Y mi vida ha consistido en trabajar y cuidar de mi hermana. Eso es todo.
—¿Y tus padres?
—Murieron en un accidente de coche hace diez años.
—Cuando tú tenías dieciocho años.
—Sí... Y Anna, ocho. Les pilló por sorpresa a mis padres.
—¿Y qué hiciste cuando ocurrió aquello?
Elsa pensó que parecía interesado de verdad.
—Hice un curso de secretariado y empecé a trabajar para un estudio de arquitectura, Simón & Lester. Y, luego, para ti.
—¿No tenías dinero cuando vuestros padres murieron, de algún seguro de vida o algo así?
—Poco. Lo suficiente para hacer el curso y terminar de pagar la hipoteca.
—Debió de ser muy duro.
Elsa notó que los ojos se le llenaban de lágrimas. ¿Por qué parecía Jack tan comprensivo de repente? ¿Podía fiarse de él?
—Sí —contestó en un susurro—. Lo fue.
—¿Habías pensado ir a la universidad?
—Sí, quería estudiar diseño gráfico.
Él asintió en silencio, y no hablaron durante unos minutos. Elsa se concentró en su comida. Las preguntas de Jack habían hecho que se entristeciese, que recordase sus antiguos sueños. No obstante, sabía que había hecho lo correcto.
—Supongo que no teníais ningún pariente que pudiese ayudaros. O que se ocupase de Anna.
—No habría permitido que nadie me quitase a Anna —contestó ella de modo brusco—. Aun así, no, no había nadie. Sólo tenemos una tía a la que casi no vemos.
—Así que sólo quedabas tú —comentó él.
—Anna y yo.
—Pero Anna se ha ido a la universidad y ahora estás sola.
Elsa parpadeó, estaba casi llorando. Abrió la boca para decir algo, pero no le salió nada.
—Lo has hecho muy bien —dijo él amablemente—. Aunque no te lo haya dicho nadie.
Ella intentó sonreír, pero no lo consiguió. «No actúes como si me comprendieses, como si te gustase, si no es verdad», pensó.
Nunca había encontrado a nadie que la comprendiese. Nunca había estado tan cerca de nadie.
—¿Por qué no vendes la casa? —sugirió Jack —. Eres una mujer joven y atractiva. Tienes toda la vida por delante.
Elsa se levantó y dejó el plato en la bandeja.
— Jack ...
—¿Sí? —preguntó él con voz tierna, llena de promesas.
Elsa lo miró. ¿Quién era aquel hombre? ¿Y qué quería de él?
—Antes me has dicho que ibas a parar, pero no quiero que lo hagas.
Ya estaba dicho.
Él ladeó la cabeza, la miró pensativo.
—No quieres una aventura —dijo.
—Tal vez sí —y algo más, pero eso era un comienzo.
—Te haría daño. Y no quiero hacerte daño.
—No me lo harás.
Él apartó su plato, negó con la cabeza.
— Elsa ...
—No me digas que no después de todo el fin de semana queriendo que sea sí. No cambies de idea —se le quebró la voz—. Has dicho que me deseas. Yo también te deseo. Quiero sentirme... —sacudió la cabeza, no quería admitir la verdad.
Quería sentirse amada. Amada.
—No quiero que te arrepientas después. No sé cuánto puedo ofrecerte, pero podríamos intentarlo.
—Sí.
Dio un paso al frente y esperó a que el tomase el control, le mostrase qué hacer.
—Soy nueva en esto.
—Yo te enseñaré —dijo él avanzando.
Se quedaron muy cerca. Elsa apoyó las manos en su pecho, sintió los rápidos latidos de su corazón.
—Mira cómo me pones —le acarició el pelo—. Elsa ...
—Enséñame.
Jack le quitó el vestido por la cabeza y acarició su cuerpo desnudo con la mirada. La vio temblar.
—Eres preciosa —le dijo con suavidad. Se desnudó en un momento.
Elsa lo miró con los ojos muy abiertos, desnudo, bello. Suyo. Al menos en ese momento.
Sin hacer ningún esfuerzo, Jack la tomó en brazos y la dejó con cuidado en la cama.
—¿Estás segura de que es lo que quieres?
Ella asintió.
Jack se tumbó a su lado y empezó a acariciarla, pero Elsa quería más.
— Jack ...
—Tenemos tiempo, Swon—sonrió—. Mucho tiempo.
Le acarició la zona interior de los muslos, los pechos, la besó en el ombligo. Siguió bajando. Ella se estremeció.
Jack utilizaba la lengua de un modo increíble. Elsa dio un grito ahogado al sentir que llegaba a un lugar al que nadie antes había llegado.
Nunca había sentido tanto. Era demasiado maravilloso. Y, no obstante...
— Jack ...
—Sí.
—Mírame.
Él se detuvo, luego volvió a besarla, a utilizar su lengua con pericia.
— Jack. Quiero verte. Quiero ver tus ojos.
Él se quedo quieto un momento. Luego, como si no la hubiese oído, continuó con lo que estaba haciendo. Para Elsa aquello era una dulce tortura, no quería que acabase.
Pero quería ver sus ojos. No sabía por qué, pero lo necesitaba.
Estiró de él hacia arriba y Jack ascendió por su cuerpo dándole besos, con la cara hacia abajo.
— Jack ...
—Disfruta, Elsa —murmuró él—. Déjate llevar.
Su cuerpo lo deseaba, pero su mente se resistía. Y su corazón también.
Y aun así, notó cómo llegaba al clímax, cómo se abría su cuerpo, se aceleraba su respiración, le clavó las uñas...
— Jack —gimió—. Por favor...
Y entonces sonó un teléfono.
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AMOR CRUEL
RandomJefe millonario busca esposa para el fin de semana... El poderoso, rico y guapísimo Jack Frost siempre conseguía todo lo que deseaba y ahora el millonario playboy necesitaba una esposa para asegurarse un importante negocio. Su eficiente secretaria E...