Elsa se quedó sentada en un sofá de cuero color crema mientras Jack hablaba en voz baja con la dependienta de la cara boutique a la que la había llevado.
¿Qué clase de hombre era capaz de inspirar tanto respeto y tanto miedo como para que le abriesen una tienda así a las ocho de la noche?
La respuesta estaba justo delante de ella.
—No permita que elija ella la ropa. No sabría qué escoger.
Elsa apretó los labios y miró sin ver por la ventana manchada de lluvia. Era cierto, no habría sabido escoger, pero él no tenía por qué habérselo dicho a la dependienta.
Mientras iban hasta allí en taxi, había tomado la decisión de no dejar que los modales de Jack la enfadasen.
Todo el mundo sabía que era despiadado y frío. Aunque también se le respetaba mucho por su increíble talento y sus diseños arquitectónicos.
No obstante, eso no tenía ninguna importancia en ese momento.
—Muy bien, señorita —le dijo la dependienta, una mujer delgada vestida con un traje de seda gris—. El señor Douglas quiere que le busque ropa para el fin de semana. ¿Me acompaña?
Asintió como una tonta, negándose a mirar a Jack, y siguió a la dependienta.
—Soy Bella —dijo la mujer mientras iba sacando ropa—. Va a necesitar al menos dos vestidos de noche, algo de ropa más informal, un bañador… —continuó con la lista para sí misma.
Elsa nunca había gastado tanto tiempo ni dinero en comprar ropa, nunca le había interesado, ni había tenido los medios. Alargó la mano para tocar un vestido de cóctel de seda carmesí, la tela se escurrió entre sus dedos como si fuese agua.
¿Por qué estaba Jack haciendo aquello? Estaba segura de que, como secretaria suya, no necesitaba ese tipo de ropa, por muy importante que fuese el proyecto.
¿Sentía lástima por ella? Eso era imposible. ¿Le daba vergüenza que lo acompañase?
—¿Señorita Swon? —Bella le señaló el probador con una sonrisa en los labios.
Una hora más tarde se estaba probando el último traje, un vestido de noche de seda color plateado que se ajustaba a su delgada figura como líquidos rayos de luna.
Elsa se alisó el vestido a la altura de las caderas, sorprendida con la transformación. El pelo platinado claro le caía sobre los hombros como una nube y tenía los ojos muy abiertos, brillantes. Era como si el vestido fuese demasiado grande para ella, aunque en realidad le quedaba perfecto. Se sentía intimidada por tanto glamur.
¿En qué estaba intentando convertirla Jack? ¿Por qué?
Tal vez se estuviese comportando como una paranoica, pero la situación le parecía… imposible.
—Increíble —murmuró Bella, haciéndole un gesto para que saliese del probador—. Estoy segura de que el señor Frost querrá verlo.
—No creo… —empezó Elsa, pero Bella la agarró de la mano. Con el rabillo del ojo vio cómo Jack se ponía de pie, tenía los labios muy apretados.
Elsa se quedó en el medio de la sala, consciente de cómo se le pegaba el vestido, marcando todas sus curvas y dejando muy poco para la imaginación… para la imaginación de Jack.
Él la miró de pies a cabeza. Sus ojos color avellana se oscurecieron.
—Bien —dijo después de un momento—. Añádalo al resto.
Elsa volvió al probador sintiéndose como un mono de feria. Se quitó el vestido y lo puso encima de aquel montón de ropa que tenía que costar, por lo menos, varios miles de libras.
—Me lo llevo todo a la caja —comentó Bella.
—No necesito… —protestó ella.
—El señor Frost ha insistido. Quiere que vaya bien vestida.
—Sí, ¿verdad? Y el señor Frost siempre consigue lo que se propone —murmuró mientras volvía a ponerse los vaqueros.
—Eso es.
Elsa se dio la vuelta sorprendida y vio a Jack en la puerta del probador.
—¿Qué estás haciendo ahí? —gritó.
—He venido a decirte que te des prisa —contestó él apoyando una mano en la pared y recorriéndola con la mirada mientras sonreía.
Elsa se ruborizó.
Y no fue sólo su cara lo que enrojeció, todo su cuerpo estaba reaccionando ante aquella mirada. Era la primera vez que un hombre la miraba así.
Y no le gustó. Apoyó ambas manos en las caderas y alzó la barbilla.
—¿Ya has visto bastante?
Le pareció que Jack se sorprendía antes de sonreír con frialdad.
—No hay mucho que ver —comentó antes de darse la vuelta.
Elsa se puso la blusa con manos temblorosas.
Una vez fuera de la boutique, Jack llamó un taxi.
—Hasta mañana —le dijo mientras el conductor metía las bolsas y paquetes dentro del coche—. Asegúrate de que traes todo esto. Quiero que vayas bien vestida.
—Ya me lo has dicho — Elsa pensó que tal vez debiese darle las gracias, después de haberse gastado tanto dinero en ella, pero no fue capaz.
—Nos vemos en el aeropuerto —se despidió él, dio la media vuelta y se marchó.
Lo vio alejarse, y volvió a preguntarse qué tipo de hombre era… y qué iba a pasar ese fin de semana.
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AMOR CRUEL
RandomJefe millonario busca esposa para el fin de semana... El poderoso, rico y guapísimo Jack Frost siempre conseguía todo lo que deseaba y ahora el millonario playboy necesitaba una esposa para asegurarse un importante negocio. Su eficiente secretaria E...