El reino Hae, conocido como el reino del sol infernal.
Este reino era rodeado por desierto, los que viajan allí pensaba que era imposible sostener una civilización en ese lugar, hasta que llegaban.
Parecía mágico, pero no lo era, tenían una hermosa arquitectura, puentes elevados que pasaban sobre las casas y el castillo, hechos del más fino cristal, perfectamente redondeado, dentro de ellos viajaba el agua del lugar, la más pura que existía, finalizaban a las afueras del castillo, formando hermosas cascadas y allí volvían a hacer su recorrido.
Todo esto era gracias a la inteligencia de la reina, Taeyang Hwido, había adquirido un gran conocimiento desde pequeña, nadie se lo pidió, de hecho, una mujer normal no estaría estudiando química, arquitectura, física o matemática. Ella lo hizo porque quería saber de todo, su padre no se daba cuenta cuando entraba en el gran despacho del rey, se escondía en un rincón para comenzar a leer todo lo que había allí.
El príncipe Bada fue el único que se percató de la intrusa, todos los días la veía entrar y salir del despacho del rey, una vez no aguanto más y entro al lugar, quería saber qué era lo que hacía aquella niña allí, tardo un rato en encontrarla, era un buen escondite el que tenía.
"¿Leer?" Pensó el príncipe al verla sentada con las piernas cruzadas concentrada en el libro.
- ¿Qué haces aquí niña? - El susto de la niña fue monumental, en un segundo su cuerpo se movió y lo llevo contra la pared, colocando su rostro contra está, el libro había volado al otro lado de la habitación, ella seguía ocultándose de la mirada del niño, colocando su frente y manos contra la pared - Soy el príncipe, tienes que responder - Le dijo con voz tranquila.
Hwido cerro sus ojos con fuerza y apretó sus manos en un puño para así voltear y mirarlo, hizo un reverencia - Lo siento mucho, solo estoy leyendo, juro que no he entrado a hacer algo malo - Mantuvo su posición esperando a la respuesta del príncipe, su comportamiento era torpe y nervioso.
- Mmm - Bada intentaba sonar tranquilo, las actitudes de la niña le parecían adorables - Hay una biblioteca pública, ¿Por qué interrumpir en el despacho de mi padre? - Se acercó a ella y tocó su hombro por un segundo - Levántate y muestra el rostro - Ella obedeció sin medir el espacio de los dos, se levantó tan rápido que su cabeza golpeó el mentón del niño, haciendo que los dos se quejaran por el dolor - Sí que tienes una cabeza dura - Bromeó el príncipe con ella.
Su sonrojo por el comentario fue notable, intento mantener su frente en alto pero la vergüenza no la dejaba levantarla por completo - Lo siento su majestad - Se disculpó de nuevo, el movió su mano negando para que no se preocupara y mostrando una sonrisa por aquel incidente, ella era alguien fuera de lo común y eso le estaba gustando al príncipe.
- No te preocupes, responde mi pregunta - Pidió el príncipe mientras sobaba su mandíbula.
- Ehh... Es que la biblioteca no tiene los libros que están aquí - Bada movió sus cejas confundido, nunca había notado que su padre tenía libros diferentes.
- ¿Enserio? No lo sabía, claro que no soy mucho de leer libros, entreno para pelear - Dijo mostrando orgulloso la pequeña espada que descansaba a un costado de él.
Hwido admiro la espada por un segundo y asintió entendiendo las palabras - Debería leer, todos los libros que hay aquí son asombrosos, he acabado de terminar esa sección - Decía con brillo en sus ojos mientras señalaba un estante de libros - Todos son de arquitectura, habla de cómo se debe construir las casas, castillos, establos; al leerlos me imagino cada paso, son realmente interesante - Ella se movió un poco señalando un estantería más arriba - Iba a seguir con estos, son los de matemáticas, necesito comprenderlas si deseo construir cosas, todo debe ser muy exacto - Bada estaba sorprendido con la felicidad de la niña, hablaba con tanto entusiasmo y dedicación que por un momento considero leer aquellos libros.
ESTÁS LEYENDO
Primer Libro - SWFS - Reencarnación
Fanfiction- Es un peligro para la civilización, debemos mantenerlos controlados, mi rey - Decía el consejero a su majestad, sabía que tenía toda la razón, pero le resultaba increíble que cuatro personas, mejor dicho, cuatro mujeres generan tanto miedo. Ellas...