15- ·Verdad·

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Jamás en su vida había creído que el tiempo pudiera pararse, congelarse en un segundo y ser realmente consciente de cada gesto y detalle que pasaba a su alrededor. Pero en ese momento lo era. Podía escuchar el aire ligero pasando por sus oídos, el equipo contrario calentando al otro lado de la cancha y sobre todo ver los gestos de confusión de todos y cada uno de sus amigos.

Volvió a mirar a Camila, ajena a todo en su sillita, y después a los chicos. Gastón tenía los ojos tan abiertos que en algún momento saldrían de sus órbitas. Andy se rascaba la cabeza confuso, como si dentro de su cerebro estuviese intentando unir dos ideas juntas. Fausto reís nervioso mirándole a él y a la niña, como si no terminara de creer la idea que todos estaban pensando.

Carraspeó nervioso y apretó el asa de la sillita antes de poner su atención en Agustín, que tenía el gesto imperturbable y no dejaba de mirar fijo a Camila.

Sus ojos conectaron con los de Gabriel, que le hizo un gesto afectuoso con la cabeza infundándole valor. Todo el valor que sentía que no tenía. Pero como le había dicho una vez al Doc, Camila era lo más maravilloso que le había pasado en la vida y lo mejor que había hecho. No quería esconderla.

-Tengo... Tengo algo que contarles.- Dijo bajito.

Alzó la sillita de Camila para que todos la vieran bien, y es que que fuera un calco suyo no dejaba mucho lugar a la confusión.

-Decime que es una prima tuya.- Pidió Fausto.

Renato negó con la cabeza y la miró con esos ojos que sabía sólo ponía cuando la miraba a ella.

-Sos joda...- Musitó Gastón todavía sin poder creerlo.

-Ella es Camila.- Se limitó a decir.- Es mi hija.

Los ojos estupefactos de todos acompañaban a sus palabras de asombro. Pero Agustín seguía completamente callado.

-Pero... ¿Cómo? ¿Cuándo?- Preguntó Andy sin entender.

-Creo que es bastante evidente el cómo, ¿no?- Rio Fausto nervioso.

-Tato... ¿Posta? ¿Es tu hija?- Preguntó Gastón más serio.

Renato miró a Gabriel, que se mantenía al margen con los brazos cruzados y una sonrisa en la cara.

-Es toda mía.

Podía escuchar los murmullos de los chicos, los silbidos, las risas nerviosas, los comentarios divertidos y atónitos. Pero todo sucedía a una extraña cámara lenta que le hacía ser consciente de todo lo que pasaba a su alrededor. Como el semblante serio de Agustín y los ojos llenos de ternura de Gabriel, que eran lo único que le impedía salir corriendo en ese momento.

-¿Cuánto tiempo tiene?- Preguntó Gastón agachándose junto a ella para verla más de cerca.

-Un año.

-¿Y la madre?

-Este...

Fausto le hizo un gesto interrogativo con la cabeza.

-¿Ángela?

Asintió despacio, mirando por el rabillo del ojo cómo Agustín suspiraba y miraba al cielo ante su afirmación. Que no dijera absolutamente nada le ponía todavía más nervioso.

-Pará, pará, pará. No entiendo nada. Dijo Andrés acercándose también a Camila.- Ella se fue. ¿Des cuándo lo sabés?

-Hace unos meses apareció en mi puerta con ella y volvió a marcharse.

-¿Te la dejó así no más?

-Sí. No hablamos mucho.

-¿Seguro que es tuya?- Todos fulminaron a Fausto con la mirada por la pregunta.- ¿Qué? ¡Podría ser mentira!

Café a las diezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora