24- ·Recuerdo·

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La burbuja que se había formado al rededor de ellos en la cama se rompió como una pompa de jabón. Un segundo estaba riendo y besando a Gabriel sobre el colchón, enredados entre las sábanas mientras jugaban con Camila, y un segundo más tarde se quedaba sin respiración al ver cómo su madre los miraba estupefacta desde la puerta.

- Ma...

Su madre carraspeó visiblemente incómoda ante lo que acababa de ver mientras ellos se incorporaban a lo que a Renato le parecía cámara lenta. Había pasado una noche maravillosa con Gabriel, habían vuelto a hacer el amor, por fin era capaz de sentirse valiente y aceptar en su cabeza todo lo que sentía... Y todos esos sentimientos de ilusión y excitación se habían reemplazado por un miedo atroz.

- Yo... Mmm...

Valeria miró a Gabriel y de nuevo otra vez a su hijo mientras fruncía el ceño sin saber encontrar las palabras adecuadas para lo que acababa de ver.

- Ma.

La voz de Renato sonó más débil de lo que él creía.

- Voy... yo...- Su madre volvió a tartamudear nerviosa antes de salir de la habitación sin mirarlo.

Los balbuceos despreocupados de Camila fue lo único que cortó el silencio tenso que se había formado entre ellos. Renato apoyó los codos en las rodillas y escondió la cara entre las manos, dejando salir un suspiro vedado. 

- Tato.

Escuchaba la voz de Gabriel y las palabras inconexas de Camila como si fueran muy lejanas y no estuvieran a menos de un metro de él. 

- Tato, mirame.- Pidió Gabriel.

Sintió la mano del chico en su brazo y un acto reflejo la apartó de él. Le dolía hacerlo. Pero su cabeza iba a mil por hora y necesitaba espacio. Esa habitación y la burbuja confortable que se había formado hacía unos minutos ahora le estaba asfixiando. 

-Doc, no.

- Meserito...- Pidió casi suplicando.

Renato se atrevió a mirarlo.

- Es mejor que te vayas.

Gabriel abrió la boca para contestar pero después de pensarlo unos segundo sólo suspiró. Miró triste a Camila entre ellos, que estaba distraída mordiendo su manita y llenándola de babas, y le acarició despacio el pelo. Parecía que quería dilatar el momento mientras buscaba en su cabeza que era mejor decir en esos momentos. Renato volvió a cerrar los ojos y escuchó cómo Gabriel se marchaba llenando la habitación de silencio y miedo.

...

Renato comprobó una vez más que Camila dormía en su cuna antes de encender el vigilabebés y tomar aire despacio en la oscuridad de la habitación. Todo había pasado demasiado rápido.  Todo. Un día era un pibe despreocupado que salía y bebía con sus amigos y de repente, sin preverlo, tenía una hija y se había acostado con el pediatra de esta. Un desastre.

Empezó a bajar los escalones de las escaleras con el corazón en la boca. Sus padres nunca habían sido estrictos, ni anticuados. Su madre, después del susto inicial, se enamoró de Camila y aceptó de lleno esta nueva realidad que estaban obligados a vivir. Pero tenía miedo. Miedo porque una cosa era esconderse del mundo con Gabriel y dejarse llevar cuando estaban solos, y otra enfrentarse a todo lo que suponía el Doc en su vida, en su identidad, en sus sentimientos...

La cocina permanecía en completo silencio pero sabía que su madre estaba dentro, y allí la encontró, sumida en sus propios pensamientos mientras revolvía con la cucharita a lo que parecía un té recién hecho.

Café a las diezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora