23- ·Sonrisa·

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Aunque quisiera no podría quitarse de la cara esa enorme sonrisa que dibujaban sus labios. Esa sonrisa grande y genuína que le hacía asomar sus dientes y achinar sus ojos marrones. Renato hizo sonar la campanita al abrir la puerta de la cafetería donde trabajaba y era tan verdaderamente feliz que sentía que él mismo era el sol que entraba a iluminarlo todo.

Se ató el delantal blanco a la cintura y se mordió el labio inferior tras la barra intentando controlar su sobresaliente estado de ánimo. No podía ser que no pudiera dejar de sonreír como un boludo. Pero así era.

-¿Vinimos de buen humor hoy?

Se giró sobre sus pies para mirar a Agustina, que lo observaba con las cejas levantadas y los ojos escrutadores.

-Buen día.

Saludó a su amiga y mordió más fuerte su labio intentando no parecer un idiota pelotudo y enamorado que no puede dejar de sonreír.

-Veo que ayer fue bien la cita.- Renato la miró sugerente.- Contame ya.

-Fue...- No pudo evitar soltar una risita tonta al recordar la sensación del tacto de la piel desnuda de Gabriel sobre la suya.- Fue la mejor noche de toda mi vida.

-¡Ay, no!- Exclamó Agustina enternecida y emocionada.- Vení, dale, contame todo.

La pelirroja hizo un gesto con las manos para que se acercara a él y dejó la bandeja sobre la barra de madera. Renato rio bajito porque no podía evitar las ganas que tenía de gritar en alto lo feliz que era y todo lo que había sentido la noche anterior.

-¿Qué querés que te diga?

-¡Todo!

- Y... No sé.- Se rascó la nariz nervioso.- Cenamos en sitio súper copado y pasamos la noche juntos...

Agustina abrió mucho los ojos y le agarró fuerte del brazo.

-¿Garcharon?

-¡Agus!- Renato miró a su alrededor pero sin dejar de sonreír.- Fue una noche maravillosa, no tengo más que decir.

Sabía que la risa nerviosa e incontrolada que le salía a cada momento era el mayor indicador de lo bien que lo había pasado horas atrás.

-No quiero los detalles.- Aclaró Agustina rodando los ojos.- Sólo decime si...

Los gestos sugerentes de su amiga le hicieron reír todabia más y le agarró las manos para que parase.

-¡Pará! Sí, sí, garchamos...

Agustina parecía satisfecha con la respuesta y sonrió tanto como él mientras agarraba de nuevo la bandeja de servir.

-Me alegro por vos, Tato.- Puso dos cafés encima de la bandeja.- Ahora intentá no cagarla con esa chica.

La sonrisa de Renato se desvaneció un segundo ante la suposición que había hecho Agustina, no imaginando ni por un millón de años que esa maravillosa cita en realidad no había sido con ninguna chica. Porque realmente era difícil de creer... No? Él con un chico... De locos.

Sacudió su cabeza y de nuevo la imagen de Gabriel gimiendo bajo él apareció en su cabeza, igual que su sonrisa.

...

Entró en su casa y el simple y particular olor  que había en ella le pegó de lleno seguido por el llanto agónico de su hija que parecía estar probando cómo de alto podían chillar sus cuerdas bocales y cuánto aire podía entrar en sus pulmones. Pero había sido la primera noche que había estado sin su nena y, mierda, aunque había sido una noche maravillosa había extrañado horrores a Camila. Tanto que ni le importaban los pañales sucios, los vómitos al echar el aire después de comer o pegarse noches en vela. 

Café a las diezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora