-Hola, meserito.
-Hola, Doc.
Gabriel sonrió de lado y se sintió tremendamente expuesto bajo esa mirada verde e intensa que lo observaba de arriba a abajo mientras se acercaba a él, como si estuviera él fuera algo que evaluar, un acertijo que descifrar o un helado que lamer... Se alisó el delantal antes de rascarse la cabeza con el pequeño lápiz con el que apuntaba las comandas en su libreta y por fin respiró cuando Gabriel llegó hasta él. Cuando el chico por fin estuvo justo al otro lado de la barra de la cafetería fue cuando se dio cuenta que había contenido el aire todos esos largos y dilatados segundos.
-Son las diez en punto.
Un acto reflejo le hizo mirar la hora en el reloj grande de la pared, pero sabía perfectamente qué numeritos marcaban las agujas.
-¿Y querés tu café?
-Por favor.- Pidió Gabriel apoyando los brazos en la barra.
Renato dio media vuelta para comenzar a preparar esa fórmula infalible que hacía ya semanas le servía a Gabriel y se mordió el labio nervioso. Los pelos de su nuca se erizaron y toda su espalda se tensó, desde el cuello hasta la zona baja donde una vez tuvo las uñas del doc clavadas. Podía sentir todavía los ojos de Gabriel sobre él aunque no le estuviera mirando y tuvo que controlarse para no derramar café fuera del vasito de plástico.
-Acá tenés.
Dejó el café entre los dos con más fuerza de la que pretendía y Gabriel lo miró todavía más interesado. Poco a poco sus cejas se fueron juntando y formando esa arruga en su frente que nunca pensó que podría considerar atractiva. Pero o era. Mierda. Lo era. Todo Gabriel le atraía y ese pensamiento era algo que le ponía más nervioso y asustado de lo que quería asumir y demostrar. Carraspeó intentando llenar ese silencio que lo invadía y apartó la mirada de la barba de tres días, en ese detalle que le gustaba y en el que no tenía por qué fijarse.
-¿Pasa algo?
Le lanzó una mirada rápida a esa sonrisa de suficiencia y la apartó de inmediato, fingiendo concentrarse en limpiar unas tazas que había cerca de él.
-No, ¿por qué?
-Porque no me mirás.
Tomó aire lo más disimuladamente que pudo y lo enfrentó.
-Sí te miro.
Los ojos de Gabriel se entrecerraron y sus labios se abrieron despacio, dejando que su lengua se asomara para mojarse despacio los labios. Y Renato volvió olvidarse de respirar. Mierda. El doctor inclinó la cabeza hacia un lado y pasó un dedo despacio por el borde de su vaso de café.
-¿Me extrañaste?
Renato bufó nervioso, escondiendo una risa nerviosa que no había podido contener.
-No jodas, Doc...
Hizo el gesto de querer marcharse de allí pero Gabriel lo detuvo, agarrándole fuerte del brazo y obligándolo a mirarle.
-¿Me extrañaste?- Volvió a preguntar esta vez más serio.
-Doc...
Lo había extrañado, mucho, los dos lo sabían. Pero confesar esas cosas en voz alta era algo que todavía no sabía cómo gestionar.
-¡Gabi!- La voz de Agustina les obligó a cortar la conexión de sus miradas y Renato apartó rápido su brazo.- Hace días que no venías por acá. ¿Todo bien?
-Estuve enfermo pero ya me siento mucho mejor.- Respondió con esa sonrisa cálida y seductora en la que no tenía por qué fijarse tanto.
-Me alegro, te extrañamos.
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Café a las diez
RomanceTodo el mundo cree que Renato es un colgado, que no le importa nada, pero nadie sabe cómo cambió su vida hace tan poquito tiempo. Y un simple café volverá a darle un giro de ciento ochenta grados por culpa de él.