Capítulo 8

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"Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena."

-Paulo Coello

Capítulo 8

—Así que; pueblo de Inglaterra, amigos, familiares y futura familia. Les presentamos a las dos nuevas parejas que han florecido, su amor y su entrega se han fortalecido con el tiempo —hice una mueca, ¿Se refería a cuando Alejandro me vio prácticamente desnuda? — y es por eso que necesitan unir su vida, para compartirla juntos, y hacerla un jardín, dónde la semilla del amor sea la que perdure. Sin más parloteo, les presento:

Alejandro y yo nos colocamos detrás de Mateo y Claudia, la susodicha se giró y con una sonrisa resplandeciente me lanzó un beso, estaban abrazados y casi incumpliendo las normas de la sociedad, pero estaban juntos y felices.

No podía estar más feliz por ellos, pero creo que ella si lo estaba, Clau tenía un sonrojo tierno y femenino en sus mejillas, y se abrazaba a Mateo como si fuera su soporte.

Mire a Alejandro, justo cuando el hizo lo mismo, ¿Vimos lo mismo? Teníamos que coger nuestras manos, pero él no hacía nada, cómo si la idea no la gustara.

Una presión en el pecho me impidió hablar.

Y el traqueteo de los zapatos de Clau sonaron como único preludio a nuestra entrada.

—¡Mateo Beneres y la próxima señora Beneres! —¿Acaso no iban a pronunciar el nombre de Claudia? ¡Aún no estaban casados!

—Eleanor Beneres, hmm, suena mejor Eleanor Miral, ¿no crees bonita? —lo mire como si lo mirará por primera vez. ¿Le gustaba la idea de que pasase a ser uno más de sus posesiones? Porque eso es lo que otorgaba el apellido, sino había amor.

No pude refutar nada, y lo agradecí —no estaba segura de que hubiese respondido— porque seguimos nosotros, me agarro del brazo sin más, y me pegó a su cuerpo...

La acción fue tan repentina y me tomo tan de sorpresa que trastabillé con mis zapatos, y caí prácticamente en su pecho.

Mis mejillas se colorearon, pero eso no fue lo peor, sino que cuando me abrazo, y su olor me inundó, amenacé con desmayarme.

Era delicioso. Era jodidamente lo más delicioso que había olido jamás.

Mi corazón empezó a saltar despavorido, y mi pulso se aceleró como una máquina de vapor.

¿Cómo lo lograba? ¡Cómo carajo lograba ponerme en esta situación?

Me aparto lo suficiente, pero sus pupilas estaban dilatadas y su respiración acelerada, ¿Le afectaba de la misma forma? Hubiese jurado que no, pero mis ojos no podían estar mintiendo.

Y se veía demasiado atractivo tal y como estaba.

Su mano bajó al final de mi espalda, y su mano rodeó mis caderas, en mi extremo, mi costado se pegó al suyo, y tensa muy pero muy tensa salimos a la fiesta.

Mil mujeres guardaron sus airosas exclamaciones, mil susurros se oyeron al vernos entrar. Mil pares de ojos se detuvieron, pasmados, a contemplar la atrevida escena.

Y lo único que hice fue disfrutar del momento.

No lo iba a negar, me gustaba ser la atención, y mucho más cuando rompía las reglas, me transformaba... creaba en mi a un monstruo.

Sonreí de manera pícara a todo ser vivo con el que conectara miradas, y mientras los aplausos empezaron a sonar, me dediqué a pegarme más a Alejandro, necesitaba volver a sentir su olor.

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora