Capítulo 21

805 112 6
                                    

"Todos quieren pensar que el amor es un sentimiento, pero descubrí que es una persona, la puedes herir o sacarle una sonrisa, puedes alejarte o abrazarla con fuerza, y tiene solo un nombre, seguro ya sabes de quién hablo, ¿no?"

-Samaí Jara

Capítulo 21

Nunca se me había permitido soñar despierta, aclarar mis ideas, o tener mis propios sueños, era como un estereotipo de felicidad. No puedes ser feliz solo, tienes que casarte para amar a alguien. Pero atención, que además debes fabricar niños aun cuando el mundo ya tiene suficientes humanos, y educarles para que hagan lo mismo que tú. Y entonces repite eso todo lo que quieras hasta el fin. ¿Esa era la felicidad? ¿Un ciclo interminable?

La mayoría de novelas terminaban en la gran boda, o en el certero de la novia, pero, aunque no creía en toda aquella mentira no voy a negar que mi corazón retumbó furioso cuando fue mi turno de decir...

—Acepto —no tartamudeé, y eso pareció causarle una bonita sorpresa al novio que ya había aceptado ser mi esposo. Mientras el cura se aseguraba de que mi hermano y mejor amiga sean marido y mujer, Alejandro me acercó con disimulo a su cuerpo. Aunque eso causó fuego en mi interior.

Mordí mi labio. Y oculté en vano una sonrisa coqueta.

—Cualquiera que viera esto, juraría que estás feliz de casarte conmigo —aseguró el pelirrojo, yo no podía esperar al beso del gran final.

—Yo nunca confesaré tal cosa —prometí, mientras me sonrojaba —Pero tampoco la negaré.

Alejandro sonrío y aunque aquella celebración estaba llena de miradas, picardía y cosquilleos... aquella fue una sonrisa distinta, emoción y alivio grabadas en sus facciones. Y fue... esto estaba siendo más que una boda corriente.

—Por el poder que me confiere, la iglesia, los reyes y la próspera Inglaterra, yo os declaro marido y mujer —Mateo tomó a Claudia y estampó sus labios en ella, hice una mueca. El padre suspiro como si ya estuviera harto de arranques tan trillados—Puede besar a la novia...

Alejandro se río entre dientes, mientras yo le miraba entre avergonzada y deseosa, se tomó su tiempo, debo agregar, porque su mano rodeó con más fuerza mi cintura, y nuestra cadera chocó. Reprimí un sonidito muy vergonzoso. A él pareció agradarle en demasía.

—Dime, querida marquesa, ¿Dónde quiere que la bese? —susurró en mi oído, su aliento me erizó la nuca y me cosquilleó todo el cuerpo. Suspire...

—Por el momento, querido marques, me conformó con que bese mis labios —el hombre rompió la regla porque sopló despacio en mi nuca.

Y lo acepto, yo no soy una mujer que reprime sus deseos.

Tal vez por eso me paré de puntillas, girando mi rostro y provocando que su boca vuelva a aquel lugar mágico... mis labios.

Fue suave.

Lento.

Y un espectáculo para las debutantes.

Muy diferente a todo, lo disfrutamos y nos endulzamos con la boca del otro. Al fin y al cabo, era nuestro primer beso como marido y mujer.

A este paso, teníamos como tres o cuatro "primeros besos".

—Vaya, una experta en dejar con ganas de más, ¿No lo cree, esposa?

—Y tu un provocador nato, ¿No lo cree, esposo?

Sonrío, mientras nos colocábamos en posición para salir de aquí, lástima que aún quedaba una fiesta en la que estar presentes.

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora