Capítulo 29

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"Puedes darle todo lo que necesite para ser feliz, pero si no eres con la que quiere ser feliz, no valdrá la pena"

-Samaí Jara

Capítulo 29

Duda...

Sospechas...

Mentiras...

Enredos...

Los secretos...

Lo oculto...

Eso que la gente confundía con orgullo, eso que la gente se negaba a hablar, lo que llevaba a inocentes a la orca y lo que hacía inmune a los criminales...

Las mentiras...

¿Cuál es tu secreto?

¿Qué es lo que escondes?

¿Quién eres cuando estás solo?

¿Cuál es tu segunda cara?

Debí haber intuido aquello, debí aprender la lección cuando me quitaron a Liam. No cuando ya fue muy tarde...

El sonido en el carruaje era molesto, sobre todo porque los tres regresábamos en tal silencio que los sonidos de afuera parecían lastimarnos.

Incluso David estaba en silencio, mirando a la ventanilla, tratando de escapar de la horrible tensión que se cernía dentro.

Estaba asfixiándome, las cosas ocultas me asfixiaban.

Anahela Miral. No olvidaría aquel nombre.

Alejandro era de las personas que miraba las estrellas en la noche y guardaba silencio antes de besarme e ir juntos a la cama.

Alejandro era de las personas que disfrutaba de ver los rasgos de alguien más en el paisaje.

Alejandro era de las personas que se encerraba en su despacho el día entero y tenías que entrar para alejarlo de un bastidor.

Alejandro no sumaba comisiones, él pintaba desde el ventanal.

Alejandro no calculaba los impuestos de los que vivían en Alencar, él tenía a David para eso.

David...

Era obvio que lo que sea o quien sea que era Anahela y la historia oculta tras ella, David la tenía clarísima. Pero también era muy obvio en su lealtad a Alejandro, en mi interior odié a Vero por no responder mis cartas y dejarme sin nadie en Alencar.

Incluso extrañé a Camila, aun sabiendo que no tenía derecho a extrañarla a ese nivel, ella haría su vida. Tenía que formar la mía.

Ay Dios, y extrañé a Liam. Y me pareció extraño, porque hace mucho que no pensaba en él. Al menos no como ahora. Pensando que hubiese sido de mi vida si el existiera.

¿Me hubiese casado con él? ¿Tendríamos hijos? ¿Viviríamos en una casita pequeñita y acogedora?

La verdad ese era el plan, el que soñabas siempre con la persona ideal. Aunque claro, la casita pequeñita y acogedora se transformaba en una quinta grande y fructífera.

Alejandro podía ser todo, pero no era mi persona ideal.

La persona ideal no te nublaba la mente, no te hacía pensar todo el día en él.

La persona ideal no te sacaba todo de la cabeza cuando tocaba tu piel.

La persona ideal te enseñaba a amar, no te enamoraba en un tras pies que no has visto venir.

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora