"Y me fui porque él no me daba razones para quedarme."
-María Celeste R.
-Alejandro Miral-
Capítulo 28
—Sé que los dos nos preguntamos esto —dice David, apuntándome —pero ya que mi solecito no dirá nada, yo si preguntaré ¿Por qué mierdas llevas un arco de plata y flechas de ese material? Es...
Leah sonríe, como si ella supiera algo que nosotros no.
—... ¿excesivo? —completa por el rubio. —Hace ya tiempo que no salgo con un arco, y a mi me encanta disparar flechas, así que...
—Pero es plata. ¡Plata! Si yo fuera alguien malo, que no soy, no me molestaría robar alguna que otra flecha. Y ahora mi lado malvado puede resugir...
Leah suspira, como si ya estuviera cansada de ese tema, y luego me mira fijamente.
—¿Tienes arcos normales, Ale? —y como no, David empieza a reír.
—Es que mi solecito no sabe nada de armas a excepción de pistolas y espadas. Tal vez un cañón, pero ya sabes; solo lo que se usa en el mar.
—Pero te puedo conseguir un arco, no veo el problema —y fulmino a la rubia con mi mirada. Bueno al rubio.
David se lleva una mano al pecho.
—¿Y cuando yo te pedí que me llevases a la olla con oro? —lo miro fijamente tratando de entender lo que sea que pase en esa cabeza tan jodida suya —¡Tú nunca cediste tan fácil!
Leah se ríe, como si entendiera la broma. De verdad espero que no.
—David, amigo; hazte un favor y cierra la boca.
Parece que va a refutar, pero por misericordia divina se limita a mirarme de forma envenenada y conversar en susurros con Leah, excluyéndome. No tengo que ser un genio para saber que está compartiendo algo vergonzoso.
Lo dejo hablar porque... porque confío en él, sé que no compartiría lo que verdaderamente nadie debe saber.
Aquello quedó enterrado. Y no quiero que se escarbe por nada.
Leah ríe y aquel sonido tan relajado y expresivo me hace sonreír como idiota. Volviendo mi mente de recuerdos turbios.
Cuando llegamos estoy un poco nervioso, ella debería estar alisándose y peinándose, o no sé, probándose vestidos para la noche. No tendría por qué estar aquí mirando el campo; estéril y negro después de que las llamas lo consumieran todo.
David y el capataz nos alcanzan. Joe es el nombre del señor con sombrero de banda ancha que nos mira entre curioso y nervioso.
—¿Se ha salvado algo? —pregunté en mi primer lugar, extendiendo mi mano para tomar la cintura de Eleanor.
El hombre niega y sus ojos negros como la boca del lobo parecen achicarse al sol.
—No, mi señor: Cuando tratamos de controlar las llamas lo único que pudimos hacer es evitar que se expanda a otros sembríos.
—¿Hay alguna otra novedad sobre qué o quién provocó el incendio? —la pregunta de Eleanor nos toma por sorpresa a los tres, pero a mí en especial me llena de intriga que haya escuchado todo con tanta atención como para acordarse de aquel detalle.
El hombre la miro casi con hastió, no se lo conté, pero después de haber rescatado a esa chiquilla de manos de aquel hombre, la noticia se había extendido como la pólvora. Y bueno, aunque muchos estuvieron impresionados; la verdad era que Leah había separado a una mujer de su marido. Y aunque fuera por ayudarla, para el resto había roto a una familia.
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Por Un Arrebato © |COMPLETA|
Historical FictionSolo quiero la verdadera historia. En un mundo donde callarse es la manera más fácil de sobrevivir, una jovencita aprende que tal vez no está hecha para vivir de forma fácil. Leah es como el viento, inconstante, vital; y sus sueños se convierten en...