Capítulo 39

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"Los valientes que ponen el punto final a un libro sin final feliz, están listos para poder llegar al epílogo."

-Samaí Jara

Capítulo 39

Aunque lo intenté, no pude solo irme. Me resultó imposible, me resulto doloroso.

Tuve que hacer esta cosa bastante trillada de recorrer cada pasillo o curva de la casa, reconociendo que la sentí mía. Reconociendo que este pudo ser mi hogar.

Caminé por el comedor, recordando la forma en la que cierto pelirrojo acariciaba el dorso de mi mano de manera suave y lenta. De atrás hacia adelante. Y de nuevo, y de nuevo. Mis uñas rasgaron levemente el espaldar de la banca principal, en la que comía lo que le pongan delante, aún cuando a mí me parecía asqueroso.

Salí a la sala, donde una que otra noche, intercambiábamos miradas y cosas tan pequeñas e íntimas como esa. Todo lucía tan lejano.

Cuando pase por el recibidor, la imagen de él detrás de una mujer de cabellos rubio subía enojadísima, o juguetona hacia la habitación. Esa imagen me conmovió hasta tocarme el pecho como si en verdad necesitara tranquilizarme.

Apreté los labios y finalmente me dirigí al lugar con más recuerdos. La imagen de nosotros dos en cada esquina parecía materializarse frente a mí. Respire de manera lenta y pausada para que los sentimientos no se escurrieran de mis ojos en forma de lágrimas.

No tengo idea si empecé a llorar, pero me senté en el colchón vacío de aquella cama que tanta calidez brindaba. Desde la muerte de Ángela me instale en la habitación de la marquesa, y volver a sentarme provoco que una oleada de recuerdos llenos de sonrisas, gritos roncos y gemidos me llegara a la mente.

Sentí, lo admito. Mi cuerpo reaccionó demostrando una vez más que estaba con vida. Pero la diferencia fue que aquello solo me hizo anhelar más haber congelado esos momentos, haber disfrutado más, haber valorado más.

¿Por qué no sabemos de la importancia del presente hasta que se convierte en pasado?

Suspiré y me acosté en la cama, de manera horizontal. Ocupando mucho espacio al estirar los brazos. Miré al techo, y aquellas figuritas pintadas por el amor de mi vida me miraron con ojos juzgadores y burlones.

Una lágrima mojo el colchón impoluto. Y luego otra, y después otra le siguió.

Así hasta que solo lo dejé ir, me acomodé en el colchón y junté mis rodillas contra mi pecho, tratando que el frío no me congele el alma. Tratando que la soledad no me queme en su Infierno.

Y lloré, lloré hasta que se oscureció. Lloré hasta que me quedé dormida, soñando con él. Soñando con lo que fue, soñando con lo que pudo haber sido.

Despertando después con más dolor.

No sé si fue en la madrugada, o solo una mañana oscura. Pero me levanté desesperada en busca de papel y pluma. Saqué varios cajones, y un montón de objetos que había olvidado, volaron levemente en el aire antes de caer.

Hasta que di con papel, tinta y pluma.

Me senté en la pequeña mesa de escritorio que no había recordado ver usar nunca a Alejandro. Aún así lucía desgastada, y leves manchitas negras estaban sobre la superficie, limpié levemente el polvo y empecé a escribir. Aunque inmediatamente puse la pluma tintada contra el papel, mis ojos se llenaron de lágrimas.

Alejandro,

Yo... no sé si escribirte una carta es correcto. Yo sé que es lo más cobarde que he hecho, tratar de justificar mis acciones con palabras vanas.

Pero te juro que ese no es el cometido de esta carta, y si empiezo a justificar algo... solo ignóralo. Lo cierto es que solo quiero hablarte.

Quiero que sepas, antes de nada, que lamento muchísimo, muchísimo como todo se torció en un segundo. Y agradezco cada día el haberme casado con un hombre como tú.

Yo nunca te culparía por irte de viaje después de... después de Ángela, reconozco que todos tenemos nuestra manera de darle al dolor un poco de consuelo. Pero debo admitir que aún así, me dolió muchísimo el que me dejaras sola.

Aún así, no te culpo en absoluto.

No te puedo pedir perdón por lo que le pasó a nuestra bebita, soy muy consciente de mi responsabilidad. Quiero confesarte que días antes de aquel día empecé a sospechar de un embarazo, pero no quería darnos ilusiones que nos lastimen. Ahora suena tan poco cuerdo que me avergüenzo de mi pensar.

Aún lo siento. Aún siento el dolor de Ángela. Siempre hay sueños de ella, de una nenita hermosa con sonrisa brillante y cara de ángel. Pero lastiman más que consuelan.

Es por eso y más que no puedo pedirte perdón. Porque no logro perdonarme a mí misma.

Aún así, si algún día puedes volverme a mirar de la forma en la que solías... realmente jamás he contemplado esa opción.

Seguro que no me encuentras en casa cuando vuelvas. Pero... pero lo cierto es que es mi turno de irme al mar. O de perderme entre la infinidad de la Tierra. Quiero darme la oportunidad de sanar, ya que no he podido hacerlo en todo este tiempo. Aún dudo de que algún día pueda hacerlo al completo, pero debo intentarlo.

Quiero escribirlo, y quiero que lo leas con claridad; Alejandro Miral te libero de la promesa que una mañana me hiciste, te libero de la promesa de amarme y de serme fiel en cuerpo y alma hasta la muerte. Te libero y rompo la atadura que te une a mi corazón. Porque sin duda alguna mi felicidad estará un poco más cerca de mí, cuando tu puedas obtener la tuya.

Y sé que, porque eres un hombre tan bueno, y tan cálido de corazón que me concederás este deseo: No me busques. Estoy y estaré bien. Sobreviviré, es una promesa.

No te puedo decir que volveré. Tal vez jamás te vuelva a tocar o besar, pero te dejo a ti la elección.

Eres la mejor persona del Universo, aún cuando pensabas que la verdad de mi hermana me destruiría. No te culpo por haber estado con ella, por enamorarte de ella, porque también tengo la certeza de que lo nuestro fue real.

Y el haber estado a tu lado y haber sabido compartir gran parte de mi vida, gran felicidad de mi existencia; contigo. Me hace sentir que la conozco, aunque sea un poco.

Gracias. Gracias. Gracias.

No sé que más decir, pero... pero no quiero terminar la carta. Las dos palabras de cinco letras hacen que mis dedos se curven con constancia y mi mano quiere asegurarlas de plasmarlas. Pero no puedo hacerlo, no sería justo para ti.

Yo te... yo te deseo lo mejor del mundo. Lo mereces con creces.

La que una vez fue tuya,

Eleanor.

Demonios, si quiero llorar

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Demonios, si quiero llorar. ¿Ustedes no?

Por Un Arrebato © |COMPLETA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora