Capítulo 14: Amor destrozado

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Marinette corría lo más rápido que le daban las piernas sin parar lejos de la Plaza de los Vosgos y al ya encontrarse a una distancia considerablemente lejos paró de correr, tomó el aire que le hacía falta pues habían sido varios kilómetros y empezó a caminar cuando empezó a sentirse mejor. Agradecía su labor como Ladybug como para tener tanta resistencia al correr sin parar. Se dirigía al Campo de Marte, una plaza cerca de la Torre Eiffel, y un lugar donde podría analizar mejor lo que presenció cuando estaba en el lugar de inicio de su maratón. Algunas lágrimas se le escapaban de vez en cuando las cuales se limpiaba al instante, solo con recordar lo que vio, deseando que estuviera muy equivocada o ciega.

Su teléfono empezó a sonar desde su cartera, lo sacó y pudo ver la foto del contacto de Adrien y lo íconos que indicaban si aceptaba la llamad o no. Quería colgarle o dejar que el teléfono sonara hasta el cansancio pero terminó haciendo lo contario de la primera opción.

—Hola Adrien—. Saludó ella tratando de sonar normal.

Hola Marinette. Oye, la sesión de fotos ya terminó per no has venido ¿Pasó algo?

—Cambio de planes, estoy en casa de Manon trabajando de niñera. De verdad la señora Chamack necesitaba mi ayuda.

Oh... bueno, hablamos después.

—De acuerdo, nos vemos.

La ojiazul cortó la llamada y volvió a correr viendo que estaba cerca del parque. Vaya, había sido rápida. Llegado se sentó en el césped bajo la sombra de un árbol. Y allí se quedó toda la tarde. Viendo como las nubes se movían y buscando formas en las mismas, viendo a la gente ir y venir, niños jugando, admirando la naturaleza e incluso una idea para un nuevo diseño llegó a su mente, pero nada de aquello lograba sacarla del dolor que ahora habitaba en ella, pues durante todo aquello había estado derramando lágrimas silenciosas que ni llegaba a tocar, dejaba que corrieran y esperaba que se llevaran el dolor con ellas, pero era mucho de él acumulado.

Ni siquiera se dio cuenta cuando se quedó dormida.

[Flashback

La azabache ojiazul salía de la escuela luego de aquel segundo día de clases, pero cuando notó que estaba lloviendo decidió quedarse allí, parada en el umbral de la entrada hasta que la lluvia parara un poco como para no mojarse tanto y llegar empapada a su casa llegando a contraer un posible resfriado. Pronto alguien se unió a su lado. Era ese mismo chico rubio ojiverde de su clase.

—Hola—. Saludó él, pero ella siguió ignorándolo por todo eso de la goma de mascar.

Él se entristeció por no poder arreglar el susodicho tema con la muchacha. Abrió su paraguas negro. Se dispuso a resolver ese tema de una vez.

—Solo quería que supieras, que solo intentaba quitar la goma de mascar, te lo juro—. Dijo él logrando captar la atención de ella, quien lo miró incrédula después de que dijera aquello. Él notó aquello y siguió hablando. —Nunca había estado en una escuela y nunca había tenido amigos, esto es... nuevo para mí.

Él la volteó a ver por sobre su hombro y le sonrió de lado, antes de darse media vuelta y extenderle su paraguas para que ella lo tomara. Ella, aún con su mirada un poco incrédula, miró por unos segundos la mano del chico que sostenía el paraguas y luego lo volteó a ver, él mantenía una sonrisa reconfortante. Verde y azul se miraron por unos momentos. Nadie decía nada, solo se oía el sonido de la lluvia caer.

Pronto se escuchó un trueno en la lejanía que sacó a la chica de su trance. Ella acercó su mano tímidamente hacia la del chico que sostenía el paraguas, chocó levemente con la mano de él antes de tomar el paraguas y lo acercó a ella para resguardarse de la lluvia... hasta que por un involuntario movimiento el paraguas se cerró sobre su cabeza. A aquello causó la risa de él, pero no se burlaba en lo absoluto. Ella pronto captó aquello y también empezó a reír, aunque no tanto como lo hizo él.

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