CAP 3: Hostile Environment

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Al llegar a la isla. Nami rápidamente se dio cuenta de por qué los Marines no habían estado ansiosos por ir tras ella cuando salto por la borda.

Subiendo desde el agua en la playa cerca del puerto de la Ciudad principal, se movió lo más rápido que pudo con la bala alojada en su muslo, encontrando en su camino un callejón desde el cual pudo examinar en silencio la ciudad en la que estaba y que tipo de amenazas se encontraban allí. Los carteles de búsqueda se encontraban alineados en las paredes de muchas tiendas, muchos desgarradas por ser usados como practica de tiro. Era un ambiente hostil para un pirata que era buscado por la Marina. Fantástico.

Volviendo de nuevo a las sombras del callejón, Nami arrastro los pies lentamente alejándose de la carretera principal, pasando por las tiendas y casas hasta que llego a una zona que parecía no tener tanto tráfico. Miro a su alrededor y vio justo lo que necesitaba: un consultorio médico.

Mantuvo la cabeza abajo, y se lanzó al otro lado de la calle. Robó una capa que estaba en el carro de un vendedor ambulante para cubrir su vibrante cabello de color naranja debido a que resaltaba mucho entre las personas. Con gracia se movió mas allá del edificio, al otro lado de callejón, hasta que encontró la puerta trasera. No había nadie a la vista cuando se metió en la trastienda llena de cosas que le serian útiles, y tampoco había nadie cuidándolo.

Tal vez su suerte no se había ido del todo.

Se asomó por el pasillo que conducía a la sala de espera, una enfermera estaba sentada en un escritorio apuntando de espaldas a una tabla. Echo un rápido vistazo alrededor, Nami entro en una consulta justo al otro lado de la sala de almacenamiento. Afortunadamente, estaba vacía, lo que significaba que debía estar con un paciente en otra de las habitaciones o haciendo una llamada. No importaba; siempre y cuando se mantuviesen alejados el tiempo suficiente para que ella pudiese curar su pierna herida.

Volviendo a la sala de almacenamiento. Nami cerró la puerta con cuidado, haciendo una mueca cuando el clic del pestillo pareció sonar cada vez que la movía. Detuvo su aliento con fuerza en su pecho ya que le pareció escuchar pasos que se dirigían a ella para investigar el sonido que juró que había sido lo suficientemente fuerte como para que todo el bloque la escuchase. Luego de un minuto de espera, poco a poco soltó un suspiro, ya que nadie iba a venir. Sin perder ni un minuto, se trasladó al pequeño escritorio, tiró hacia abajo la capa que había robado antes, y busco en el armario gasas y antiséptico.

Frunció el ceño al ver solo suministros básicos de primeros auxilios allí, no había instrumentos de suturas para ayudarla con la bala que se infectaría si la dejaba allí más tiempo. 

Dio una última mirada a los estantes llenos de gasas, y se vio obligada a cojear en silencio de nuevo hacia la puerta. Poco a poco, con la facilidad que solo una gata ladrona podría tener, abrió la puerta de la entrada y se asomó de nuevo. La enfermera aún estaba en su escritorio, el único cambio en su posición era que tenía entre sus manos una manzana que agarraba con flojera ya que solo tenía una mordida, y tenía la silla inclinada hacia atrás, con los ojos todavía fijos en la carta. Otras dos puertas en el pasillo entre ella y la enfermera se cerraron; estaba bien, estaba segura de que no necesitaba ir a alguna de aquellas habitaciones, solo la que estaba directamente frente a ella. Sus ojos marrones se enfocaron en la puerta abierta del frente, había un escritorio en la oficina y no estaba ocupado por nadie. Con una respiración profunda, dio un paso hacia adelante.

Una tabla del suelo crujió bajo su paso, se congelo en el lugar y centro toda su atención de nuevo a la enfermera estacionada al frente. La mujer suspiro inclinando su cuerpo hacia delante de su silla de nuevo mientras daba otro mordisco a la manzana. Volvió su cabeza a un lado, Nami contuvo la respiración mientras observaba como dejaba su manzana para sacar de un cajón una hoja de papel y volver al trabajo.

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